En La Jara, una de las comarcas más deprimida de Toledo, junto con la Sierra de San Vicente, tocan las campanas a gloria. En Sevilleja de la Jara ha nacido un niño. Se llama Marcos y es hijo de Jesús y Laura. Un nacimiento en un pueblo de estos es un acontecimiento. Una buena noticia en la España despoblada en la que lo normal es que las campanas doblen a muerte y no repiquen. De todas maneras al completar la noticia, el periodista explica que los padres están empadronados en el pueblo, pero son residentes en Talavera. Algo muy común pero que también nos da idea de la realidad de la vida cotidiana.
En estos pueblos se da la paradoja de que el crecimiento es evidente en sus edificaciones, su casco urbano y su cementerio, mientras menguan inexorablemente sus habitantes. Son casas de fin de semana. Segundas residencias que han cambiado la cara externa, la tipología constructiva de los pueblos dando una sensación de falso progreso. Cascarones vacíos, sin habitar la mayor parte del año. Si uno se guiara por una fotografía aérea y un paseo del google maps por sus calles tendría que aceptar que el aspecto es inmejorable y que todos esos pueblos “han prosperado”. La mengua continua de habitantes pone entre interrogaciones esa prosperidad desgraciadamente.
El tamaño de los cementerios, su crecimiento continuo, refleja la población que algún día, allá por los años sesenta, cuando el gran éxodo rural, se fue y quiere volver al menos para enterrarse en su pueblo. Los cementerios tienen el tamaño que correspondería a la población que alguna vez tuvieron. Algunos de ellos varios miles, reducidos hoy a unos cientos. Son los cementerios una de esas instalaciones o infraestructuras municipales que más se cuidan. Todo el mundo pasará por allí antes de la instalación definitiva. Dan buena imagen al visitante ocasional y los alcaldes los cuidan.
Hoy es una buena noticia el nacimiento de un niño y como en los mejores tiempos repican las campanas a gloria para recibir al nuevo habitante, que quizás sirva para mantener abierta una escuela. La Asociación Cultural y Recreativa La Jara ha retomado la costumbre de hacer pública la celebración como merece un hecho excepcional; algo que en el mundo de ayer era simplemente un nacimiento más. Hoy, un nacimiento en estos pueblos, es noticia, una buena noticia que sale en los periódicos siguiendo aquella vieja regla del hombre que muerde al perro, y esa es la parte triste del asunto.
En una de aquellas cartillas de lectura escolares, los de mi generación recitábamos aquello que ahora le viene a uno cargado de nostalgia a la memoria a la par que el repicar de campanas en La Jara: “Campana de mi lugar / yo te quiero bien de veras / cantaste cuando nací / llorarás cuando me muera.”