Me entero por el suplemento de La Tribuna dedicado al mundo rural que en la provincia de Valladolid, en Medina del Campo, en plena Meseta Castellana, existe una instalación de acuicultura dedicada a la producción de langostinos. La crustaceofactoría, perteneciente a la compañía Noray Seafood, produce actualmente cincuenta toneladas de langostinos y en dos o tres años tiene previsto multiplicar su producción hasta las seiscientas toneladas. Da trabajo actualmente a catorce personas.
Además, por lo que cuentan, el gasto de agua, perteneciente a la red pública y los procesos, que van desde el nacimiento a la cría hasta la manipulación para su comercialización, tienen todas las garantías de sostenibilidad medioambiental.
Lo de traer el mar al centro de la Meseta no es nuevo. En Castilla La Vieja lugares como Aranda de Duero se convirtieron desde hace mucho tiempo en los lugares escogidos para procesar el bacalao que desembarcaban los barcos de pesca de altura de Guipuzcoa y Vizcaya que tradicionalmente faenaban en Terranova. Los secaderos de Aranda surtían del mejor bacalao en salazón para las Cuaresmas a toda la Península. La altura y los vientos fríos y secos eran el principal aliado de aquellos primeros bacaladeros de tierra adentro.
Uno sabía de la pujanza que la acuicultura tiene en algunas zonas de interior a través de piscifactorías normalmente ligadas a la producción de especies de agua dulce y localizadas en el curso alto de los ríos. Lo de los langostinos, con agua del grifo, en piscinas de trescientos metros cúbicos y con un consumo de agua limitado, porque solo se repone el perdido por evaporación, es una novedad que puede abrir caminos en ese aparente afán que ahora se ha desatado por solucionar el gran problema, al menos en los discursos de los políticos, de la España vaciada. Al fin y al cabo tan sector primario es todo lo relacionado con la explotación de los mares como lo del campo. Sector primario, producción de alimentos y fuente de materias primas para los demás.
Por ahora todo marcha como la seda en la Meseta. No hay ningún grupo que haya protestado por las condiciones de vida, crianza y bienestar animal de los langostinos, ni nadie ha alzado la voz contra la alteración ecológica que supone trasladar el ecosistema marino a plena Meseta Castellana. Por ahora, no hay nadie tampoco que haya visto en la crustaceofactoría de Medina la sombra de las macrogranjas acechando malvadamente contra la vida de siempre de un pueblo, ni ha exigido un número de langostinos por metro cúbico de agua. No hay nadie todavía, pero apuesto una docena de langostinos de Sanlucar que todo se andará. Y si no, al tiempo.