He visto en el telediario de la tele regional a Fernando Mora hablar del PP toledano y se le notaba que no podía disimular su satisfacción mientras les recomendaba a sus colegas de la oposición que se llevaran bien, que se dejaran de líos internos y se dedicaran a mejorar la vida de los ciudadanos que es para lo que les pagan.
Carlos Velázquez, Manuel Fernández y Paco Núñez, por nombrar solo a los tres que en estos días andan en los papeles y en coplas a cuenta de de la Diputación de Toledo, deberían tomar nota aunque solo fuera porque el bueno de Fernando Mora no podía contener la risa mientras ponía cara de predicador franciscano que reconviene al prójimo por sus pecados. Lo dice por su bien y aunque alguien, el primero el que escribe, sospeche que su actitud caritativa tiene poco de cristiana y mucho de la escuela cínica de los de la secta del perro, no tiene otra que darle la razón. Hagan caso al hermano Fernando Mora y déjense de líos y zaragatas, que diría el amigo Reyes Calero, desde alguna de esas columnas que escribía cuando en el PP de Molina, el primero de la saga de los Molina que tanto juego dieron luego a izquierda y derecha, todo era trabajar por asegurarse unos años asueto y descanso en las filas de la Leal y Muy Estupenda Oposición de don Pepe Bono. Miren la historia y los papeles de esos años.
Y es que da la impresión de que en la derecha no hay manera de que algunos se enteren de que cualquier pelea, por familiar y entrañable que sea, será magnificada y publicitada hasta en los púlpitos en cuanto salga del lugar del que nunca tienen que salir estas cosas. Fernando Mora hace muy bien en reconvenirles. Así no hay manera. Y en eso, aún a su pesar, aunque sin su sarcasmo, coincide con muchos de los votantes potenciales del PP.
Puestos a mandar en el PP, arriba o abajo, no son capaces de decir lo de un amigo gitano que no se cansa de aconsejar algo que a uno, que es payo, no le entrará nunca en la cabeza cuando se trata de política: “Pues el que quiera mandar pues que mande”. Tan fácil como la renuncia al mundo, a sus asechanzas y a eso que dicen que es inherente al político: la ambición, querer mandar, la pasión del mando, aunque sea en la junta de vecinos del bloque. ¡Qué tropa!
Una de las claves en el funcionamiento interno de cualquier partido político es la emulación de los líderes, aunque sea para mal. Y en la Diputación de Toledo le da la impresión a uno que los Fernández, los Velázquez y los Núñez se han lanzado a trabajar en la dirección del jefe, y en su pequeña parcela provincial, han querido imitar a Casado, Ayuso, Aznar y compañía para seguir dando alegrías a los Mora, Page, Sánchez y Cía y disgustos de igual calibre y dimensión a su clientela natural.
Vengan líos y zaragatas que el Padre Predicador no tendrá ningún problema para ensartar sus sermones. ¡Qué cruz, señor!