Patricia Highsmith, diarios y cuadernos
Patricia Highsmith, concedía pocas entrevistas, nunca autorizó, ni mucho menos promovió una biografía, siempre fue muy celosa de su vida privada. Por eso sorprendió que tras su muerte aparecieran cincuenta y seis volúmenes entre diarios y cuadernos personales, casi ocho mil páginas de escritura personal. En su testamento había nombrado albacea literario de de su patrimonio a Daniel Keel, su editor suizo, fundador de la editorial Diógenes y encargado de publicar toda su obra desde los años sesenta del siglo pasado en todo el mundo como su representante.
Confiesa la editora que no ha sido fácil condensar más de ocho mil páginas en un solo tomo, por muy voluminoso que este sea, por lo que los lectores de Highsmith, siempre tendrán la esperanza de la edición de nuevo material. De todas maneras la ineludible selección realizada deja ya muchos aspectos de su vida bastante claros, si es que eso se puede decir de la vida de cualquier persona.
Como dice la editora y prologuista Anna Von Planta desde 1941 “la autora mantuvo un doble registro de su vida: mientras que en el diario detallaba las intensas y a veces dolorosas experiencias personales, en el cuaderno procesaba esas experiencias de manera intelectual y reflexionaba sobre la escritura.
Patricia Highsmith tuvo multitud de relaciones amorosas, principalmente femeninas, a lo largo de su vida. Algunos de los biógrafos de la escritora ya las habían sacado a la luz, otros muchos de los que aparecen ahora, no. Y lo mismo ocurre con algunas de las opiniones sobre temas actualmente sensibles en la actualidad, como su antisemitismo, que aunque matizados y corregidos como confiesa la editora, aparecen sin ningún filtro externo en sus diarios. Son esas opiniones “ofensivas, rencorosas y misántropas” que se fueron acrecentando en la vejez y que su entorno cotidiano se encargó de disimular ante el mundo.
La imagen que uno tenía de Patricia, una mujer mayor, feota, enfadada y fumando un cigarrillo colocado en una boquilla, dista mucho de la de su juventud y su entorno: “Una universitaria atractiva, intermitentemente atrevida, con cerebro, memoria fotográfica para los números de teléfono de las mujeres y dos rumbos fijos hacia el éxito: la Zona Alta de Manhattan y Europa… … se convirtió en una joven invitada a las reuniones habituales de (sobre todo) mujeres celebradas por la gran fotógrafa (e inventora) americana Berenice Abbott (1898-1991) y su amante, la crítica de arte e historiadora Elizabeth McCausland (1899-1965) en sus dos pisos y el pasillo de la cuarta planta en el 50 de Commerce Street.”
Una curiosidad española: en ese ambiente Patricia Highsmith y la fotógrafa Ruth Bernhard quedaban para, según nos cuenta Joan Schenkar: “… tomar café, conversar y consolarse mutuamente: iban a inauguraciones de galerías juntas, tomaban el metro a Harlem y estaban cautivadas en la misma mediad por la bailaora y cantante flamenca Carmen Amaya, que vestía de hombre e interpretaba el papel “masculino” en legendarios espectáculos flamencos con su hermana.”
Patricia Highsmith. Diarios y cuadernos, 1941-1995. Edición y prólogo de Anna Von Planta. Epílogo de Joan Schenkar. Traducción de Eduardo Iriarte. Editorial anagrama, 2022€. 1.256 páginas. 34,9. eBook, 23,9 €