Había ganas del Santiago Bernabéu. El verano se hizo más largo en Chamartín, donde el Real Madrid volvió a jugar pasadas las primeras tres jornadas de Liga. Septiembre no trajo consigo el frío, pero sí el fútbol a la casa del vigente campeón de Champions League y el campeonato doméstico.
106 días se tardó. Se hizo pesado, pero no tanto como los 560 días que pasaron con el Bernabéu cerrado por la pandemia. El regreso fue en un tono diferente al de 2021. La emoción de aquel día se transformó esta vez en adrenalina. La de los reencuentros tras el estío -como en el cole- y la que genera escuchar los rugidos del coliseo blanco.
El Bernabéu es cada vez más el de siempre, sin restricciones sanitarias y con el avance de las obras. Espectacular por fuera y por dentro. Será el último retorno al feudo merengue con andamios a la vista. Florentino Pérez ya anunció que el estadio del Real Madrid estará terminado tras el verano de 2023. La comuna madridista abrazará el futuro dentro de un año.
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En la Castellana, en Concha Espina y en Rafael Salgado, un gesto se repetía entre los aficionados y algún viandante perdido entre la multitud. Barbilla alzada y boca entreabierta. El esqueleto de hierro y las lamas metálicas que conforman la que será la nueva piel sorprendían a todos. Uno podía escuchar de fondo el mismo comentario reproducirse una y otra vez: "Será la hostia cuando esté terminado".
De tanta fascinación -si sirve de excusa-, un servidor se despitó y, con Padre Damián cortado, tuvo que dar la vuelta al estadio para llegar al nuevo punto de acceso para la prensa. Dentro del Bernabéu, la novedad estaba en la grada del lateral oeste. Volvió a contar con aficionados (8.000) tras estar cubierta la pasada temporada por una lona. Lo que sigue tapado es el fondo sur.
58.579 personas asistieron al partido. Con los últimos avances en las obras caben en torno a 70.000. Los últimos rezagados en volver de las vacaciones llenarán esos pocos huecos vacíos. Cuando acaben los trabajos, la capacidad será la misma que el 'anterior' Bernabéu: 81.044 asientos.
Como antesala al partido hubo dos ceremonias: la del ofrecimiento de La Decimocuarta y la Supercopa de Europa de mano de los cuatro capitanes (Benzema, Nacho, Modric y Carvajal) y la del minuto de silencio en memoria de todos los socios y abonados que perdieron la vida este último año.
El Betis fue el 'invitado', igual que fue el último en pasar por el Bernabéu la temporada pasada. Cinco años ha tenido que esperar el Real Madrid para ganar (y hacer un gol, incluso) al conjunto verdiblanco en casa. El primero en estrenar el coliseo blanco este curso fue Vinicius, con un balón picado al portero. 2.000 días después y más de 470 minutos de juego más tarde, el Betis volvió a encajar un gol en el estadio merengue.
El beticismo, desde el gallinero, también puso su parte de color a la tarde. Lo mejor fue el cántico que versionaba al hit veraniego de Quevedo y Bizarrap: Otra vez / Que la copa a casa vuelve. El campeón de la última Copa del Rey tenía ganas de marcha, pero perdió el coliderato en esta calurosa tarde de septiembre. Quien sí bailó fue Vini.
Los rayos de sol deslumbraron a más de uno -eso con la cubierta retráctil no pasará-. Pobre de aquel que no disfrutó bien de lo que ocurrió en el campo. Buen partido en líneas generales, con un Madrid solvente y un Betis atrevido. El MVP fue el francés Aurélien Tchouaméni, que ganó 16 duelos y recuperó 11 balones. Costó 80 millones, pero no salió nadie del Bernabéu sin pensar que estuvieron bien pagados.
Otro protagonista fue Joaquín. Partido 601 en Primera División y 22 años desde su debut profesional con el Betis. En aquel entonces, ni Camavinga ni Rodrygo -el autor del segundo gol del Madrid- habían nacido. El estadio le dio un merecido aplauso, aunque la ovación de la tarde fue para Modric durante su cambio. Rendidos al croata.
Rüdiger tuvo unos pocos minutos para tener una primera toma de contacto con el Bernabéu. Tras el pitido final, un niño menudo se dio la carrera de su vida para llegar hasta Ferland Mendy -no sabemos si era su verdadero objetivo- y se llevó su camiseta de premio.
A la salida, llamadas de los aficionados a amigos y familiares contando la experiencia. No solo del partido, también de la otra gran atracción: ver en primera persona la faraónica obra del Bernabéu.