Haciendo un poco de historia, podemos darnos cuenta de lo mucho que cambió nuestra forma de consumir ocio. Desde las tablillas de mármol en plena época romana (no era necesario retroceder tanto, pero no hay que perder de vista la evolución) a los archivos descargables que nos encontramos actualmente. Podría pensarse que hay un mundo entre ambos, pero la base es siempre la misma: transmitir con un soporte determinados puntos de vista, se ajusten o no a la realidad. Y también transmiten cierto valor al dueño que posee el soporte.
Tanto da que no sean objetos valiosos por los materiales o antigüedad: los libros, videojuegos, películas… poseen un valor adaptado a su coste y otro valor que corresponde con lo que el dueño estime de manera subjetiva. Porque no es lo mismo un libro de bolsillo que uno que nos regalaron con nueve años: hay cierto componente emocional que suele encarecer los objetos. Pero ¿qué ocurre con todo el contenido digital?
El contenido digital no hay que «fabricarlo», pero no siempre se traslada esta reducción al precio
Empecemos con uno de los aspectos más controvertidos: el coste de lo físico y de lo digital. Mucho se ha hablado y mucho se seguirá hablando, pero todos tenemos algo claro: el coste digital tendría que ser bastante inferior al coste físico sólo por el hecho de que carece de materiales, de fabricación, de logística, retailing… Sin embargo, las diferencias de precio terminan por no ser tan diferentes como para que el usuario tenga una percepción justa de lo que cuesta lo digital con respecto a lo físico.
El contenido digital no hay que fabricarlo, pero esa reducción no suele trasladarse al importe final
Puede parecer que el coste del contenido digital es bastante menor en contraste con el coste del físico, pero también hay que tener en cuenta los gastos del mantenimiento de servidores, los del ancho de banda, conexiones, impuestos, seguridad en contra de fraude y ataques de hackers… Son bastante comunes las noticias de que tal tienda de aplicaciones o juegos cae bajo algún ataque, sufriendo también los temidos robos de datos. ¿Equivale en coste a la fabricación y logística? Estrictamente no, pero también es importante.
El valor de los distintos productos puede variar por su soporte, pero no debería hacerlo el contenido en sí mismo: un juego, película, libro… transmite lo mismo en un CD, un AVI o en un volumen de papel por más que pueda diferir la calidad o maquetación. Aunque, como siempre que se cruzan las emociones, no a todos nos parezca que valgan lo mismo.
Las emociones nos traicionan: consiguen que paguemos más por lo que vale menos
En este punto recuerdo una noticia de hace unos meses: la subasta de la fotografía de una patata por la que se pagó un millón de euros. Incredulidad a un lado, es un buen ejemplo de lo intangible que es el valor de las cosas, y eso que el cuadro con la foto es más físico que la patata que sirvió de modelo (y que el artista, Kevin Abosch, no le dejó comer al dueño, por el precio podría dársela en tortilla). ¿Cuánto habría pagado por el JPG de la patata? Nosotros os lo ponemos gratis, somos generosos. Pero eso no significa que, por ser contenido digital, deje de tener valor per se.
¿Cuáles son las mayores ventajas de los objetos digitales? Dejando de lado lo emocional, a lo que nos referiremos después, éstos son los factores más objetivos.
- Suelen ser más baratos que los físicos. Como hemos visto, las diferencias no tienden a ser abismales (incluso puede que lo digital acabe resultando más caro), pero la media nos dice que es la generalidad.
- No ocupan espacio. Material, vaya, que los MB también forman parte del espacio físico consumido por lo digital. ¿Una colección de juegos clásicos? En una SD de buena capacidad cabe la historia de los videojuegos, necesitando un almacén si queremos guardar un número de cartuchos equivalentes.
- Es más difícil que se pierdan. Por ejemplo, y si hablamos de tiendas digitales, podemos borrar lo descargado para ahorrar espacio sabiendo que, de necesitar de nuevo el contenido, es posible bajarlo de nuevo. ¿Cuántos libros prestasteis que no habéis recuperado?
- Tienen mejor calidad. Siempre que los objetos físicos no almacenen contenido digital, claro, que en ese caso sería lo mismo. O que el .avi de la película no sea un screener…
- Es inmediato e independiente del lugar de compra. No hay que desplazarse a una tienda y basta con una conexión a internet: pasamos la tarjeta y segundos después ya estamos descargando para que, en minutos, pasemos a disfrutar de la novedad.
- Aguantan mejor el paso del tiempo. Aquí también depende del soporte físico que se encarga de almacenar los objetos digitales, pero, estrictamente, lo digital es más duradero.
- Actualizaciones y corrección de errores. Estamos conectados a internet, por lo que siempre tendremos lo digital mejor actualizado y libre de errores. Vale para los libros y música: muchos autores suman extensión o realizan cambios una vez publicado. Por contra, si es en físico…
- El contenido añadido o DLC. No sé muy bien si es una ventaja o inconveniente, pero una de las funciones que trajeron los objetos digitales fue el contenido descargable o DLC. Nuevos mundos para los juegos, armas, trajes… Los DLC no son exclusivos de lo digital, que también es aplicable a lo físico, pero sí vinieron de la mano de los primeros para exprimir todavía más a los jugadores.
¿Y cuáles son las ventajas de los objetos físicos? Echemos un vistazo, que también tienen unas cuantas.
- Pueden tocarse y coleccionarse. Esto tiene cierta pincelada de subjetividad ya que lo digital también se puede coleccionar, pero no al nivel de una biblioteca o una estantería de juegos, por ejemplo. Ver la caja donde se guardan, la película, la edición de coleccionista del último videojuego… Todo produce cierta sensación de placer añadida al simple hecho de disfrutar del contenido.
- Provocan envidia y admiración. Luego veremos que lo digital también despierta este tipo de sentimientos, pero nunca será igual que enseñar a los amigos una biblioteca bien surtida o una discoteca repleta de CDs. Entronca con el punto anterior.
- Pueden intercambiarse sin mayores problemas. El DRM es un medio necesario en la industria digital, pero también un inconveniente: por lo general, un contenido descargado es sólo para un usuario. Un objeto físico lo puedes dejar, intercambiar y, algo importante, permite que recuperes parte de la inversión vendiéndolo de segunda mano.
- Es fácil ahorrarse dinero yendo a dicha segunda mano. Siguiendo con lo anterior, con lo físico siempre existe la manera de ahorrar adquiriendo el contenido que alguien ya no quiera. En ocasiones pueden haber reducciones muy suculentas. Y sin que el contenido en sí sufra deterioro (obviamente, depende de qué y a quién compremos).
- Gana precio con el tiempo y con la rareza. Es un proceso largo, pero lo físico puede subir de precio sólo por el hecho de ser antiguo o por pertenecer a una serie limitada. Además, hay otro punto destacado: un autor puede firmarlo, subiendo con ello de valor.
Los objetos digitales también provocan valor emocional, pero es más discutible
Ya hemos visto que el hecho de que los objetos físicos puedan tocarse, coleccionarse y mostrarse como parte de una colección despierta distintas emociones placenteras en el dueño (y envidia de la muerte en los amigos). No es extraño: el ser humano se guía por sus sentidos para otorgarle valor a los objetos, siendo imposible sentir lo digital sólo por serlo. Es cierto que van a ofrecer idéntico contenido y que éste transmitirá lo mismo, pero el tenerlo o no físicamente termina siendo un plus. Como tener un smartphone de metal.
También hay que decir que coleccionar objetos digitales aporta valor extra al propio contenido. Todo lo que cueste dinero da pie a la satisfacción y a la ostentación; y disponer de una colección de libros digitales, juegos en la memoria de nuestro Android o de música en el reproductor del smartphone ofrece tal atractivo que muchos prefieren esta manera de consumir contenido. Es más: existen los detractores de lo físico para quienes lo digital es lo único que tiene sentido.
Para gustos colores: habrá personas que le den más valor a lo digital sólo porque le ven más ventajas
El minimalismo y la necesidad de acumular el menor número de objetos ha hecho que lo digital adquiera un valor creciente. También por ser inmediato al momento de la compra y por no tener que desplazarse hasta una tienda para adquirir el objeto: valor extra para los más impacientes. Enseñar un disco duro plagado de juegos es una satisfacción, igual que hacer lo mismo con un Kindle hasta arriba de ebooks. ¿La discografía entera de los Beatles? Un click y la tenemos en nuestro Android desde Play Music.
Por contra, el coleccionar contenido digital, sobre todo de manera compulsiva, posee un inconveniente más o menos estandarizado: los dueños tienden a disfrutar menos de lo que compran. Lo digital ocupa menos, acceder a la compra es sencillo, puede ser más barato (o gratis, ya sea legal o no)… Estos factores invitan a comprar sin consumir lo comprado porque, por lo general, no hay tanto tiempo. También ocurre con lo físico, pero es más matizable.
El equilibrio entre ambos mundos es lo que se acabará imponiendo
Lo físico no va a morir por más que lo afirmen los agoreros: siempre se seguirá vendiendo contenido de ocio en los actuales soportes (y los que salgan). Al fin y al cabo todos queremos poseer realmente algo, sea en mayor o menor medida. ¿O no es cierto que tenéis ciertas preferencias que hay que adquirir sí o sí de manera física? El último disco de esa banda que seguimos desde la infancia, el bestseller de nuestro autor preferido (y que iremos a que nos lo firme), el último juego de la saga que seguimos desde que arrancamos la primera consola…
El factor emocional consigue que siempre queramos ciertos objetos en formato físico
El papel, el plástico y los distintos materiales físicos siempre darán un aspecto premium a cualquier contenido ya que, como decía antes, en lo tangible es donde ponemos un mayor valor. Puede que la colección pase de una biblioteca a sólo una estantería con los mejores volúmenes, pero eso no significa que el libro de papel vaya a morir. O el Bluray, el CD, el cartucho de juegos… Sea cual sea la evolución de los soportes, siempre habrá una alternativa física al consumo de contenidos.
Yo soy de los que compagina lo que compra entre los objetos digitales y físicos. Tengo una colección ingente de apps compradas y descargadas en Android, el Kindle cargado con libros pendientes, más de 2 GB de música que siempre descargo en Play Music y un disco duro de PS4 en el que tengo que ir borrando y descargando para jugar a todo. Y también tengo mis libros, películas y juegos físicos, por supuesto. Música ya menos, diría que en este punto sí que he traspasado la frontera hacia lo digital en exclusiva.
El valor de un objeto va mucho más allá de lo que cuesta, sea físico o digital: todos agregaremos emoción a ese objeto hasta que signifique diferente para cada uno. Es el propio contenido lo que transmite, por más que el envoltorio también ayude, aunque resulta indudable que lo físico gana la partida en este punto. ¿Ganará la guerra? Seguramente no: lo digital está triunfando en numerosas batallas. Pero siempre habrá irreductibles que lo defiendan, como yo. ¿También vosotros?