Se trata de una de las leyendas que más ha marcado a aquellos que han nacido o vivido en Cataluña. Sant Jordi, el valeroso caballero que salvó a la Princesa de las garras de un dragón clavándole una espada y haciendo que rosas brotasen de su sangre. Pero la realidad fue muy distinta y sólo una conspiración gubernamental ha logrado tapar que todos los protagonistas de esta historia usaban teléfonos Android.
Érase una vez una aburrida tarde de domingo sin fútbol, en la que la Princesa había rechazado ya ciento veintisiete chicos en Tinder basándose únicamente en lo desordenado que tenían el cuarto de baño. Entonces quedó prendada de Sant, por su brillante armadura y por el raudo corcel que montaba. Chateando, la Princesa descubrió que el caballero andante se llamaba en realidad Jordi y que lo de Sant era sólo el nick del Clash of Clans. Pasaron a hablar horas por Skype, donde tuvieron románticas conversaciones como «¿Hola me oyes?», «Espera… sí ahora» o «Uy, te has congelado». Bueno, y también se mandaron alguna cosa por Snapchat, pero eso es otro tipo de historia.
Pasaba que por aquel entonces un dragón aterrorizaba el reino. Para que el lagarto no atacase la ciudad, sus habitantes habían comenzado a ofrecerle ebooks, smartwatches y todo tipo de riquezas. Pero pronto las estos gadgets comenzaron a escasear, y el dragón se volvió más y más voraz, por lo que se comenzó a entregar sus smartphones. La sierpe los aceptaba de buen grado, excepto aquella vez que le intentaron dar un iPhone… aquello se puso feo… cosas de los dracos sapiens.
Y la Princesa se vio obligada a sacrificar su smartphone
Y así fue, que los aldeanos comenzaron una campaña a través de Facebook y Twitter -¡y hasta Google+!- para que, de una vez por todas, alguien de la Familia Real entregase su teléfono al dragón. Pero resulta que el Rey estaba demasiado enganchado al Farmville como para soltar su teléfono, que era de estos molones con la pantalla curvada. Así que decidió que fuese la Princesa quien sacrificase el suyo.
Y al dragón le encantó este nuevo smartphone, pero a Sant Jordi no tanto, que perdió contacto con su ciberamada sin haber podido desvirtualizarse. Gracias a los check-ins del dragón en Foursquare (estos sucesos son antiquísimos, a la división de la aplicación con Swarm), lo localizó en el Castillo del mago Mordroc, pidió una carroza en Cabify -que el caballo era sólo postureo para Facebook- y allá que fue, dispuesto a recuperar el smartphone de la Princesa.
Tras infiltrarse en el castillo, encontró al dragón tumbado panza arriba jugando al Candy Crush. Tras ver el tamaño de la criatura, Sant Jordi pensó que igual lo de plantarse delante suyo con una espada no era la mejor idea y planeó una nueva estrategia. No tardó el audaz caballero en ser el único que quedaba en el reino con smartphone, y por tanto, el único que podía dar vidas del Candy Crush al viciado dragón. Sant Jordi, simplemente, se la negó.
Y Sant Jordi se lo devolvió, con una fundita rosa
Tras unos cuantos litros de sudores fríos y unos cuantos espasmos, el dragón murió, dejando caer el smartphone de la Princesa, que aterrizó sobre una funda rosa que le quedaba niquelada. Así se lo devolvió su cibernovia, ganándose su amor eterno, así como el agradecimiento del Rey que no tendría que soportar la voz de pito de su hija pidiéndole un teléfono nuevo en cada comida. El monarca ofreció a Sant Jordi quedarse con todos los smartphones que tenía el dragón, pero él prefirió repartirlo entre el pueblo, ganándose más solicitudes de amistad en Facebook de las que jamás podía haber imaginado.
Pero la popularidad de Sant Jordi no duró mucho. Un selfie en Instagram junto al cuerpo del dragón hizo arder las redes. «Ha acabado con la vida de un animal en peligro de extinción», tuiteaba @daenerystargaryen mientras el hashtag creado por @atreyu #MatarDragonesNoEsCultura era trending topic mundial. Se vio obligado a cerrar su cuenta, @JordiTheDragonslayer, no sin antes dejar un último y polémico tuit: «¿Quién quiere followers cuando te has ligado a una princesa por Tinder?».
Feliç Diada de Sant Jordi a tots el catalans. Feliz San Jorge. Y Feliz Día Internacional del Libro.