Samsung vuelve a cagarla y hace trampas en los Benchmark del Galaxy Note 3
Hace unos meses escribíamos sobre la pillada que sufrió Samsung, al descubrirse que la velocidad de la GPU de la versión internacional del Galaxy S4 entraba en un «modo turbo» al ejecutar aplicaciones que medían el rendimiento, consiguiendo así una mayor puntuación, si queréis recordarlo, lo tenéis aquí. Pues todo parece que no les ha bastado con una pillada, han decidido continuar con ese tipo de prácticas y esta vez sobre el nuevo Galaxy Note 3.
Los chicos de Ars technica estaban en plena review de dicho terminal y como de costumbre, sometieron al Note 3 a Benchmarks para ver cómo se comportaba y para comparar los resultados con el resto de nuevos smartphones, pero ¿qué pasó? Pues al comparar los resultados del test con el del LG G2 vieron que había diferencias notables en el apartado de la CPU, y eso que ambos llevan el mismo procesador, un Snapdragon 800 a 2.3GHz.
Así que se pusieron a investigar y descubrieron el pastel. Primero, mediante una aplicación que monitoriza la CPU se dieron cuenta que cuando se abría una aplicación como la calculadora, el procesador entraba en un modo de bajo consumo en el que sólo está activo uno de los núcleos a 300MHz, mientras que el resto están «apagados». Pero cuando entraban a una aplicación que mide el rendimiento, como el Benchmarks Geekbench 3, el Note 3 entraba en un modo de rendimiento máximo, activando los 4 núcleos a 2.3GHz, es decir la velocidad máxima soportada de fábrica. Al realizar esta misma acción con un Nexus 4 comprobaron que al entrar en esa misma aplicación no ocurría lo mismo, si no que el procesador se mantenía como siempre, como debe estar con cualquier aplicación. Podéis ver esto en las capturas inferiores.
Más claro agua, el Galaxy Note 3 trata a según qué aplicaciones de diferente forma, aumentando o disminuyendo su rendimiento según le conviene (esto sería de recibo si fuesen todo tipo de apps, pero no un listado explícito de apps de benchmark), siendo éste máximo si hablamos de Benchmarks. Samsung insiste en engañar al público y lo peor es que ya van dos veces las que han sido descubiertos, pero a saber si no lo llevan haciendo desde hace mucho.
Para comprobar cómo afecta ese aumento de rendimiento a las puntuaciones, decidieron rebuscar en las entrañas del terminal hasta encontrar el código donde se especifica en qué aplicaciones el procesador debe esforzarse al máximo que como no, son la mayoría de Benchmarks más usados y populares, entre los que se encuentran Geekbench, Quadrant, Antutu, Linpack, GFXBench, etc. Así, han cambiado las referencias de Geekbench por otro nombre, para que el «modo turbo» no reconozca la aplicación y no se active. Han repetido los test y ¿cuál es el resultado? En la siguiente tabla los podéis ver:
Como veis, hay una notable diferencia de puntuación entre el Note 3 con el modo engaño activado y en condiciones normales, siendo el resultado un 20%. Así, como es de esperar, no hay tanta diferencia con las puntaciones del LG G2, que como era de esperar están más o menos al mismo nivel. Pero resulta irónico que recurran a este tipo de trampas cuando, incluso sin «modo turbo» son superiores a la competencia.
Lo mismo han hecho con el resto de Benchmarks y en la mayoría la mejora es de un 20%, llegando incluso a una puntuación del 50% más en el caso del test Linpack. Si en la ocasión anterior ya lo dijimos, en esta lo repetimos, sabemos que los test son simples números y no muestran el rendimiento real de los dispositivos, aunque ayudan a tener referencias entre ellos y Samsung se empeña en engañarnos y seguir con este tipo de tonterías, de las que incluso se ha mofado Philip Schiller, vicepresidente de marketing de Apple, en su Twitter.
Veremos qué dice Samsung esta vez, pero Ron Amadeo de Ars Technica ya avisa que han notado comportamientos similares al hacer los test al nuevo tablet Samsung Galaxy Note 10.1. En fin, lamentable tener que recurrir a esto sobre todo porque el hardware del galaxy note tiene más que sobradas razones y méritos como para no tener que hacer algo tan burdo.
Análisis | Ars Technica