El valor de las cosas, o porqué Android no es (sólo) para pobres
Llevo mas de diez años usando sistemas Linux en el escritorio. Lo que empezó como una simple necesidad por trabajo acabó convirtiéndose en un goce, y desde entonces el 95% de las horas que he pasado delante de un ordenador ha sido con un sistema con el kernel creado por Linus Torvalds. No porque no me pueda permitir una licencia de Windows, por supuesto, aunque eso no ha impedido a ciertos personajes lanzar unas miradas por encima del hombro mas propias de alguien con sangre azul que de un pobre asalariado.
¿Es Android para los que menos exigen?
Hoy me encuentro con un artículo en el que se explica porqué Android es para pobres. Resulta que como los móviles con este sistema operativo está triunfando entre aquellos con menores recursos económicos, eso es un indicativo de que el éxito de Android se debe a las clases bajas, que se tragan cualquier dispositivo de bajo coste, mientras que Apple con su iPhone se mantiene en su filosofía original de ofrecer lo mejor al precio mas alto. Y es hoy cuando me doy cuenta de que diez años después, la percepción que tiene mucha gente sobre el valor de la tecnología no ha cambiado ni un ápice.
Valor no es lo mismo que precio
Es habitual encontrarse a personas que confunden la palabra «valor» con «precio». Es realmente fácil hacerlo, ya que en una sociedad tan agresivamente capitalista como la nuestra nos hemos acostumbrado a tener que pagar mas por lo que mas queremos, pero la realidad es que no siempre tiene que ser así. De hecho, en algunos elementos no lo es, como en el caso de los servicios básicos. Todo el mundo comprende que el agua es el bien mas valioso que poseemos ya que sin ella no podemos vivir, y sin embargo es uno de los mas baratos (aunque cada vez menos). El valor también es algo personal, que depende mucho del individuo en cuestión, y ese es un detalle que no deberíamos olvidar. Por ejemplo, es poco probable que si la licencia de Windows bajase a 2 € empezase a utilizar esos sistemas en el día a día. Podría comprarme miles de licencias, pero sería una estupidez porque para mí no tienen valor ni a 2 € ni a 120 €. Me importa bastante poco el precio que Microsoft ponga a su sistema operativo si no es útil para mí, y por tanto no lo voy a comprar. Tampoco me compraría un camión si bajasen su precio al de un utilitario. Por otra parte, si subiesen un euro el precio del nuevo disco de mi grupo favorito, seguramente me lo compraría igualmente. En todos estos casos, el valor de un bien no ha sido modificado por mucho que lo haya hecho el precio.
El desafío de la gama baja
Por eso Android no triunfa gracias al precio, sino a lo que ofrece. Y tenemos ejemplos para demostrarlo, ya que la idea de un smartphone a bajo coste no es nueva en absoluto. Symbian y Bada estaban ahí antes, ofreciendo acceso a Internet, aplicaciones y multimedia a un precio de risa. Y sin embargo, nadie habla de cómo Nokia ha arrasado con el mercado a bajo coste, tal vez porque no lo está haciendo. Y es que el hecho de ser pobre no exime a nadie de ser exigente, y de buscar el mejor valor al mejor precio. Y, a diferencia de lo que pueda parecer, la gama baja es terriblemente exigente, gracias a la enorme competencia que existe para ganarse un mercado tan mayoritario.
Un sistema para gobernarlos a todos
Y por eso a Google no le basta con ofrecer un sistema libre y gratuito para triunfar, sino que también tiene que ser de calidad, tiene que ofrecer un valor que no ofrezca el resto. Por eso es acertada la decisión de ofrecer un sistema operativo completo y plenamente funcional, y que sean los propios fabricantes los que ofrezcan valor añadido con la calidad de los componentes. Y por eso, de una forma o de otra, sigo usando Linux.