¿Pagar o piratear?
Título escueto, rácano y, espero, polémico. Normalmente empiezo con un chascarrillo, pero por primera vez desde que escribo en El Androide Libre me voy a permitir no empezar de forma cómica, sino de forma totalmente seria. Antes de decir nada, espero que entendáis que no es un artículo para expresar una verdad absoluta, la expresión del blog, un dogma de una industria o algún movimiento socio-cultural ni una manifestación moral, es simplemente mi opinión personal sobre un tema que me parece que está de rabiosa actualidad, y que debe ser analizado de una forma lo más exhaustiva y, en la medida de mis capacidades, justa posible.
Día tras día nos encontramos con disyuntivas de todo tipo, en el trabajo, con la comida, en nuestro ocio y esparcimiento; la mayoría de ellas quedan resueltas por nuestros gustos del momento, por nuestras costumbres o incluso por requerimientos técnicos (por mucho que “¿diesel o gasolina»?” sea una disyuntiva yo me fiaría del fabricante del coche a la hora de tomar una decisión). No obstante, unas cuantas de ellas no se pueden resolver tan fácilmente y nos obligan si no a pensar mucho, sí a posicionarnos en un lado y otro de una balanza que, se incline hacia dónde se incline, a alguien le va a parecer trucada e injusta.
Recientes acontecimientos legales y mediáticos me han hecho pensar que quizá sea un buen momento para reflexionar un poco acerca de esta cuestión y tratar de encontrar una postura moderada y comprensiva, ¿merece la pena pagar por las aplicaciones o es mejor piratearlas?
Como ya os he dicho al principio, he pensado en tratar éste tema con mi opinión personal, pero intentando ser tan ecuánime como pueda ya que es un tema que me parece bastante importante.
El primer asunto a tratar es la legitimidad o no de los actos que realizamos. ¿Es legal usar una copia pirata de software en España? La respuesta es un rotundo y categórico NO. No hay privilegios de copia para uso privado (o copia privada) que amparen al software, por lo que si queremos copiarlo, necesitamos poseer autorización del fabricante. Cuando instalamos una copia pirata por tanto estamos cometiendo un acto ilegal (no os puedo asegurar ahora mismo si tipificado como falta o delito). Puede parecer contradictorio y quizá lo sea que mientras una montaña de mp3 pendientes de escuchar se acumulan en nuestros PC justo al lado del monte Películas y la colina Libros, el caso del software reciba un tratamiento especial, pero así es, como oí en algún sitio (y juro que no era un anuncio de vasos) dura lex, sed lex (la ley es dura, pero es la ley). Cuidado aquí, que he dejado muy claro que estoy hablando de copias pirata, nada de software libre, el software libre no sólo se puede copiar, sino que animo encarecidamente a todos mis amigos, conocidos y familiares (y a todos vosotros desde aquí) a utilizarlo siempre que sea posible frente a alternativas privativas, pero ese es otro tema.
El segundo es la moralidad de estos actos. Yo no considero para nada justos los precios de la mayor parte de la industria del software en general en nuestro país, y los de videojuegos en particular me parecen un puto atraco a mano armada poco más altos de lo que debería ser normal dadas nuestras características socio-económicas. Pero precisamente por eso, creo que a día de hoy, con movernos un poquito por internet cualquiera de nosotros puede hacerse con software a un precio competitivo adquirido en países como Inglaterra.
No obstante, como os he dicho que hay cosas que no me parecen justas, os digo que hay otras que me parecen más que adecuadas, y que la mayoría de ellas se encuentran en sitios como el Android Market o el AppStore (si hablamos de la competencia). La mayor parte de los juegos normalitos no suelen llegar ni a 2€ en el precio, y los más que decentes rara vez llegan a 5€, y el resto de aplicaciones les acompañan en esa gama, ¿de verdad es alto un precio así? No sé, a mi no me sobra el dinero (se me va el sueldo en planes de dominación mundial), y puedo aseguraros que siempre que puedo pago por las aplicaciones para poder disponer de ellas. No os diré que no he instalado nunca una copia no autorizada de una aplicación, pero sí que os digo que no es lo habitual en mí, porque entre la molestia que me supone encontrar la aplicación y mantenerla actualizada, y lo miserable que me siento por racanear en cantidades tan pequeñas (aunque esto es una cuestión personal mía).
Además, en España en concreto estamos en una situación de comodidad y tolerancia contra los delitos menores o contra la corrupción en general (siempre que el corrompido sea nuestro equipo y no el contrario, sin importar a qué estemos jugando) que convierte el uso de aplicaciones ilegales en prácticamente una obligación social, no vas a ser “tan pringao” de pagar por eso, aunque su precio sea menor de un euro…
El cuarto punto, y casi tan importante como los tres primeros juntos, es la impunidad y los abusos de la otra parte. Llevamos años escuchando a la industria quejarse de que todo está muy mal, que la música, los videojuegos, los libros o el cine se mueren.
A pesar de sus agoreras predicciones, el público “legal” no deja de crecer para productos de entretenimiento, pero una industria corrupta, anquilosada y cómoda enquistada en un modelo de negocio anacrónico, a quien hemos visto pagar viajes en jet privado a directivos, y pulirse beneficios multimillonarios en frivolidades y excentricidades (cuando tienes dinero dejan de ser gilipolleces y pasan a llamarse así) de todo tipo no ve cerca el momento de empezar a cambiar para adaptarse a los nuevos tiempos, para empezar a ahorrar en intermediarios y empezar a hacer partícipe del proceso industrial al usuario aunque sólo sea facilitando una distribución sencilla por internet. Es la misma industria que unida en un lobby ha golpeado como un ariete a un gobierno que ha sido capaz de legislar contra los ciudadanos (con el apoyo del mayor partido de la oposición), esa misma industria que trata de adoctrinar a los jueces, a los niños, a los padres y a los profesores para saberse apoyados, porque hasta ahora nadie les ha dado la razón, los mismos que ponen a uno de los suyos al frente de una institución que debería ser ecuánime y no arbitraria, y esos mismos que aprovechan para insultar a sus usuarios y a todos aquellos que no estemos de acuerdo con sus posiciones radicales y salir en los medios faltando a los demás y que corren luego a los juzgados en cuanto alguien les acusa de lo mismo.
Conclusión
Hay motivos más que de sobra para no darle la razón a la industria, y no puedo ponerme a decirlos todos, porque sólo con el punto cuatro habría escrito cinco o seis artículos más largos que éste, pero la idea es tratar de entenderlo un poco. Pero también hay otros tantos motivos para decirle a la mayoría de los usuarios que ya basta, y que en la mayoría de los casos no fastidian a grandes multinacionales y tipos orondos que fuman un puro en un gran sillón, sino a gente que en un momento dado puede estar intentando ganarse la vida con esto, y cuyo sudor merece una pequeña compensación tanto como el nuestro.
Sé que muchos pensaréis que estoy siendo tendencioso o partidista, pero os puedo asegurar que comulgo con los valores del opensource, comparto todo el software que puedo legalmente y que me encuentro en la línea ideológica del movimiento #nolesvotes pero creo que es el momento de llevar nuestra lucha a cabo desde una posición coherente y responsable, no pienso exigir responsabilidad a los demás sin acatar la parte que me toca.
Como siempre, los comentarios quedan abiertos a todo aquello que queráis decirnos y esta vez me veo obligado a recordaros que esta es sólo mi opinión, no la del blog en general.
ADVERTENCIA
Varias personas se han quejado en los comentarios de que el Ñu de GNU aparece relacionado con la piratería, y os puedo asegurar que no hay nada más lejos de mi intención. A la hora de maquetarlo el Ñu aparecía en el párrafo anterior, al lado de mis menciones al software libre. De hecho, suelo recomendar, como principal remedio a la piratería, y la mejor forma (por comodidad, eficiencia y precio) el uso de software libre frente a las alternativas privativas (más caras y menos eficientes, o más peligrosas cuando se piratean). Si queréis saber más sobre el proyecto GNU, podéis echarle un vistazo a su página en Wikipedia.