Félix Revello y los periodistas
Félix Revello de Toro fue siempre un hombre independiente, que huyó de capillas y campanarios, de los andrajos de la política y de las inquisiciones ideológicas. Pocos pintores españoles han alcanzado en la última centuria la maestría de Revello. Dominador a fondo de su oficio, es un prodigio como artista. Ha pintado las telas a la manera de un torrente abstracto. Y los desnudos, como homenaje a la armonía y la belleza, pues el pintor se perdió en el cabello y el llanto de la amada.
“La desnudez de sus pechos –escribí en alguna ocasión– fue ceniza en las manos del amado. Hay cales vivas en láminas abrasadas, carne trabajada por los gemidos, hervor germinal, saliva con yodo y polución de alheña, ebriedad azul y cansancio de los pétalos de ella. De ella, que está desnuda en el silencio, vacía en la oquedad de Dios, corporal en los abismos, exacta en su limitación. En la amada acaba la noche, de su ribera mana el agua amante y la pasión mordida, mientras la rosa mortal desciende a la humedad sagrada y sobre la piel del pintor enamorado hierven las lágrimas”.
Detrás de cada cuadro de Revello de Toro alienta el pensamiento y el análisis profundo. Para él la pintura es, antes que nada, una cosa mental. Durante setenta años ha sabido sortear los acosos de cierta crítica especializada y las modas y los modos pasajeros que han zarandeado las artes plásticas. Ha trabajado siempre su pintura desde la permanente independencia. Nunca se dejó poner el bozal o la mordaza. Ha sido un artista de su tiempo porque el tiempo de los artistas contemporáneos no es solo el que han dictado ciertos sectarismos críticos o políticos. Revello me parece un caso excepcional de vocación, de sencillez y maestría, siempre al margen del aspaviento, de la provocación, de la presunción... En Málaga expone ahora una muestra singular titulada: “Revello y los periodistas”. A ella ha llevado el retrato psicológico de algunos de los profesionales del periodismo que destacaron en el último medio siglo. Mi inolvidado amigo Horacio Sáenz Guerrero, director de La Vanguardia, figura junto a Luis del Olmo, toda una época del periodismo radiofónico. Ahí están también Jaime Campmany y Manuel Alcántara, gran poeta además de periodista sagaz. Francisco Giménez-Alemán, que fue excelente director del ABC verdadero, y Marino Gómez-Santos no faltan a la cita de Revello de Toro. Mario Beut, Jaime Peñafiel y Pedro Luis Gómez se encuentran también en la muestra del gran pintor malagueño.
Revello ha retratado la psicología de todos ellos, en especial al pintar los ojos y la mirada. Su pincel malherido, siempre indócil, ha permanecido sordo ante los espasmos de algunos críticos y el desescombro de las artes plásticas. De los periodistas retratados, son todos los que están, aunque no estén todos los que son, porque el periodismo es demasiado vasto para abarcarlo completamente. Pero el espectador encontrará en esta exposición a muchos de los que vertebraron la profesión, administrando un bien ajeno: el derecho a la información que tienen todas las ciudadanas, los ciudadanos todos; periodistas que ejercieron el contrapoder, elogiando al poder cuando el poder acierta; criticando al poder cuando el poder se equivoca; denunciando al poder cuando el poder abusa.
En los Upanishads, en fin, se lee esta frase que podría aplicarse a Félix Revello de Toro: “Hazme ir del no ser al ser; hazme ir de la oscuridad a la luz; hazme ir de la muerte a la inmortalidad”