La casa de Aleixandre
Tengo la satisfacción de representar a la Real Academia Española en la casa de Lope de Vega, que se conserva intacta. El poeta la compró en 1610 y en ella murió 25 años después. Aquellas paredes, según la imagen de Ruiz de Alarcón, lo oyeron todo. Conocieron además las alegrías y los éxitos del Fénix y también la tristeza inextinguible por la ceguera y la muerte de Marta, su Amarilis del amor en vilo. En un seminario de teatro tuve la suerte junto a Paco Nieva de pronunciar allí una conferencia y me di cuenta de lo que significa conservar la casa de un escritor y sentir junto a él en las estancias que albergaron su vida. El domicilio de Lope de Vega es hoy propiedad de la Real Academia Española y se puede visitar, lo mismo que, muy cerca de ella, la imprenta Juan de la Cuesta que alberga a la Sociedad Cervantina, donde el poeta imprimió muchas de sus obras y Cervantes la primera edición del Quijote.
Por eso me complace que la Comunidad se proponga contribuir a la conservación, como Bien de Interés Cultural, de la casa de Vicente Aleixandre, símbolo del amor del poeta a la libertad. Juan Ramón Jiménez fue honrado con el Premio Nobel de Literatura durante su exilio en Puerto Rico; Vicente Aleixandre alcanzó el máximo galardón de las letras, tras su largo exilio interior. Juan Ramón se exilió fuera de España; Vicente se exilió en su casa de Velintonia. Tras la victoria del dictador Franco en la guerra incivil se encerró en su residencia de la que solo salía para acudir los jueves a los plenos de la Real Academia Española y para trasladarse durante el verano a su propiedad en Miraflores de la Sierra.
De izquierda a derecha, Pedro Sainz Rodríguez, Don Juan, Beltrán Alburquerque, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Luis María Anson, en la casa del poeta
Mantuve con Vicente Aleixandre largas conversaciones, casi siempre sobre poesía, en la casa sagrada de Velintonia. Me escribió largas cartas manuscritas que conservo. Tenía un concepto profundo de la poesía y era un hombre cordial y amable, que no ofendía jamás y exhibía sin aspavientos una buena educación sobresaliente. Sobre la casa de Aleixandre se han escrito incluso libros pues a ella acudió un río de destacados poetas del más vario pelaje, unidos todos por la devoción que despertaba Aleixandre. Velintonia era un templo y el poeta oficiaba allí en el altar de las letras. No quiso abandonar el que había sido su exilio interior para recibir el Premio Nobel de Literatura y creo recordar que en su nombre acudió a Estocolmo Justo Jorge Padrón, el poeta canario de alcance mayor del que se le reconoce.
Poco antes de morir visité por penúltima vez a Vicente en su casa de Velintonia cuando la libertad invadía España impulsada por la Monarquía de todos. Acudí con los académicos Dámaso Alonso y Pedro Sainz Rodríguez, que había sido el editor de Espadas como labios. Don Juan de Borbón, que visitó a Juan Ramón Jiménez en Puerto Rico, que conoció a Pablo Casals, a Pablo Picasso, a Salvador de Madariaga, a Menéndez Pidal; que mantuvo amistad con Ortega y Gasset, primera inteligencia del siglo XX español, quiso acompañarnos en aquella visita al autor de Poemas de la Consumación y salió de ella hechizado por la sencillez del poeta, por sus buenas maneras y por la lección literaria que aquella tarde nos dio a todos.
Conservar, en fin, la casa de Vicente Aleixandre es un deber para con la libertad defendida por el poeta contra la dictadura de Franco y, sobre todo, para la historia de la literatura española.