El teléfono móvil en la Edad Digital
El teléfono móvil es la tercera mano del cuerpo. Se ha convertido en el ordenador de bolsillo. Ha enterrado al reloj, sobre todo al despertador. Funciona como brújula exacta. Graba la voz igual que el mejor magnetófono. Hace fotografías y vídeos con rara perfección. Se escuchan en él las cadenas radiofónicas. Se ven los canales de televisión. Es una fabulosa discoteca y reproduce al instante la música deseada. Atesora la biblioteca más completa desde las grandes enciclopedias y las obras literarias de todos los tiempos hasta el último libro de actualidad. Toma la tensión, el pulso, controla la salud. Registra la actividad física, los pasos que damos o las escaleras que subimos. Acumula atractivos juegos para el descanso y el entretenimiento de los niños y de los adultos. Ha desplazado a la agenda de notas. Permite la lectura de periódicos de todo el mundo. Es una calculadora precisa. Informa del tiempo y de la hora en cualquier ciudad del mundo. Ha barrido todos los diccionarios. Traduce la mayor parte de los idiomas y puede hacerlo con voz y pronunciación precisas. Es un atlas geográfico completo. Permite aprovechar de la forma más cómoda el GPS. Es álbum de fotografías, recordatorio de aniversarios, linterna infalible. Ha sustituido en gran parte el correo, las cartas y los telegramas. Transmite y recibe del entero mundo mensajes escritos, hablados y toda clase de fotografías.
Ah, y además es un teléfono para hablar desde cualquier sitio y país. El jovencito enamorado, por ejemplo, puede charlar con su amigovia que estudia en Nueva York o en Boston y ver su cara durante la media hora de conversación. Y, por supuesto, gratis.
Vivió el hombre lo que llamamos la Edad Antigua, luego la Edad Media, más tarde la Edad Moderna y la Edad Contemporánea. Estamos en la Edad Digital, en los albores liminares de una época nueva en la que la ciencia y la tecnología han dejado en ridículo a McLuhan y su aldea global porque vivimos en un patio de vecindad. Y el torrente informativo que todo lo desborda pasa, quizá al cincuenta por ciento, a través del teléfono móvil. En cuestión de muy pocos años, casi todos los habitantes del planeta, salvo los niños de corta edad, dispondrán de un teléfono móvil pegado al cuerpo como las manos, los ojos, la boca o las orejas. Escribió Schopenhauer que el periódico es un cristal de aumento y a veces una sombra chinesca en la pared. El artilugio que hoy aumenta, que multiplica la información hasta la saciedad es el teléfono móvil que nos ha cambiado la vida, sin duda, para mejorarla. Porque, frente a los detractores y los reaccionarios, el balance entre los aspectos beneficiosos y contraproducentes del móvil resulta abrumadoramente positivo.
Se apuntan ya futuras aplicaciones del móvil que permitirán controlar la casa y sus electrodomésticos, el automóvil y sus prestaciones, las cuentas bancarias y los pagos a proveedores. Y lo más importante: el teléfono móvil derrotará en muy poco tiempo a la torre de Babel, a la maldición idiomática. Para conversar un español con un japonés, por ejemplo, se pondrá el teléfono encima de la mesa, se hablará en castellano y el móvil traducirá con claridad y perfecto acento lo que se ha dicho, así como la respuesta del interlocutor nipón. Eso será aplicable a las principales lenguas del mundo, lo que significa la superación de una maldición bíblica que ha vertebrado los siglos.
Está claro, como subrayan los escépticos, que el teléfono celular puede utilizarse para el mal, lo que no invalida los beneficios inmensos que aporta. Negarse a los avances científicos y técnicos es una actitud cerril, es hacer rayas en el agua. Cervantes sentenció en Trabajos de Persiles y Sigismunda: "Ninguna ciencia, en cuanto a ciencia, engaña; el engaño está en quien no la sabe utilizar". En muy poco tiempo se publicarán docenas de libros sobre la nueva cultura, la cultura del móvil, la cultura signo de identidad de la época que vivimos. En ella estamos ya inmersos. En nuestra profesión, el periodismo, el teléfono celular se convertirá en determinante dentro de muy pocos años. El gran periodista norteamericano Paul Steiger, que renovó The Wall Street Journal, lo ha resumido en una frase concluyente: "El móvil es el futuro para la información".