Image: La memoria apagada

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Primera palabra

La memoria apagada

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

13 julio, 2012 02:00

Luis María Anson


Llegamos al chalecito de Dámaso Alonso en Chamartín con el propósito de hablar sobre la traducción al español del Kim van Kieu de Nguyen Du. Al autor de Hijos de la ira le había impresionado la calidad del gran poema annamita. Luis Rosales y yo entramos en aquella casa impregnada de libros y cultura. La conversación se inició sobre los premios literarios. A los pocos minutos me di cuenta de que Dámaso no sabía con quién estaba hablando. No nos había reconocido. La pérdida de memoria se le acentuó poco a poco y de tal forma que miraba de forma extraña a su propia esposa o a los familiares y servidores que le rodeaban. El hombre que llegó a recitar completas las Soledades de Góngora sin rozar una palabra no reconocía ya a nadie. Tal vez sea una bendición de Dios extinguirse sin memoria. Cervantes llegó a escribir: "¡Oh memoria, enemiga mortal de mi descanso!" No lo sé, pero recuerdo con tristeza la decadencia de Dámaso Alonso.

Tal vez sea José María Areilza, junto a Pedro Sainz Rodríguez, el mejor conversador que he conocido. Las sobremesas en su casa las llenaba de agudeza, sentido del humor, cultura profunda, experiencias sin límites. Era una delicia oír hablar a José María Areilza, que tenía una memoria prodigiosa para los nombres y las situaciones. Se trasladó de su casa de la Castellana a Aravaca y un día que le visité confirmé lo que me habían anticipado: había perdido la memoria. No reconocía ni a sus hijos. José María Areilza, académico de la Real Academia Española, era un político, por cierto, que escribía como los ángeles. La belleza de su literatura se hacía soberana en la descripción de los paisajes.

José María Pemán no perdió la memoria. Al menos, al completo. Su enfermedad era otra. El deterioro que sufrió en los últimos meses de su vida aquel hombre que se distinguió por su vitalidad nos llenaba de consternación a todos los que le tratábamos. Escribió hasta su muerte artículos para el ABC verdadero. En los últimos meses, lo que pensaba enviar al periódico eran borradores, ideas apuntadas, a veces inconexas. Presidía yo por aquella época la agencia Efe y dedicaba tiempo a armonizar los artículos finales del autor de Las soledades del Rey, antes de que los hiciera llegar al diario fundado por Torcuato Luca de Tena. Pemán, el mejor articulista de la historia del Periodismo español, no tenía conciencia de que la arquitectura de sus artículos estaba quebrada.

Ahora me llegan noticias de la pérdida de memoria de Gabriel García Márquez. Era un pozo de sabiduría y de buen criterio. Su juicio se mostraba preciso se hablara de lo que se hablara. Mantuve con él largas conversaciones en casa del delegado de la agencia Efe en México. También aquí en Madrid cuando quiso conocer la suerte de su amigo Haroldo Conti. Durante un viaje a buenos Aires, acompañando a la Reina, escuché de labios de Videla que el escritor estaba muerto. Es decir, lo habían asesinado. La dictadura decidió segarle la vida.

Hago votos con estas líneas para que Gabriel García Márquez recupere el tesoro inacabable de su memoria. Es la de todo un siglo literario. Ojalá que los jóvenes puedan de nuevo acercarse a él para beber en el manantial de su sabiduría.

ZIGZAG

Alfredo Sáenz de Miera hace un juicio preciso de todos y cada uno de los monarcas que han reinado en España, incluidos aquellos que antes de la unidad nacional rigieron las diversas regiones que conforman el territorio nacional. Otros personajes y no pocas cuestiones de interés componen este libro singular: Desde la Prehistoria hasta Juan Carlos I. El historiador ha hecho un gran esfuerzo de síntesis y ha procurado mantener la objetividad al juzgar a los reyes, a las reinas, a los gobernantes, así como determinadas circunstancias de la vida española. El trabajo histórico es tan completo que incluso todos y cada uno de los reyes godos se someten al análisis de Sáenz de Miera. Estamos ante un libro producto de toda una larga vida de estudio. Resulta muy útil para la consulta de datos. Si no existiera internet esa utilidad sería mayor. El esfuerzo de Sáenz de Miera, en todo caso, merece el reconocimiento, aunque las nuevas tecnologías han relegado diccionarios y enciclopedias y amenazan a libros como el de Sáenz de Miera, del que sobre todo quedarán los juicios críticos y los análisis.