Fotografía, reina por un día
por Rosa Olivares
12 junio, 2003 02:00Rosa Olivares
El mercado, el coleccionismo, la concepción de los centros de arte, la educación, la crítica, la mirada del espectador, todo ha cambiado con la llegada de la fotografía a la vida artística. Pero hemos llegado tarde e intentamos situarnos a toda prisa entre los mejores
La fotografía ha sufrido desde su origen las más tristes descalificaciones. Mentes radicales, como la de Baudelaire, mantuvieron que la fotografía se doblegaba ante la imagen de la realidad exterior sin buscar esa imagen interior que sustenta la idea de creación artística. Su vínculo con la realidad se tomó como un argumento en contra de la fotografía. Si el documentalismo y la pervivencia de los géneros tradicionales sirvieron para cimentar un lenguaje, con el paso, muy rápido, de corrientes, tendencias y actitudes creativas, estos cimientos se convertirían en rémoras que dificultaban la aceptación de la fotografía como un lenguaje plástico de igual magnitud que los otros ya clásicos como la pintura y escultura, e incluso anteponiéndole el vídeo o los lenguajes conceptuales (performance, body art, instalaciones...) en una normalización que tarda mucho tiempo en llegar y que cuando lo hace es de una manera desigual y parcial.
Para ello hizo falta que artistas y personajes hicieran de su vida algo más que una estancia en la tierra. Hizo falta que problemas soterrados salieran a la luz de la forma más clara, dura y directa. Curiosamente, tres características significativas de la fotografía. Hizo falta que se hablara de sexo, de identidad, de dolor, de soledad... de nosotros y de todo lo demás. La revolución de la imagen fotográfica ha alterado no sólo el mercado artístico, en el que se han llegado a pagar más de 600.000 euros por una imagen de un fotógrafo vivo menor de cincuenta años en una subasta pública. Y no es una excepción. El mercado, el coleccionismo, la concepción de los centros de arte, la educación artística, la crítica, la mirada del espectador, todo ha cambiado con la llegada de la fotografía a la vida artística. Ante los cambios irreversibles, aquellos que eran escépticos o directamente detractores, se transforman ahora en adalides. Oportunistas y chaqueteros son palabras que sirven para expresar estas actitudes cuando se aplican a la política o a los negocios, advenedizos o nuevos ricos si se habla de sociedad o vecindario.
El mundo del arte español está lleno de personas reacias al cambio que saben ver cuándo hay que mudar de chaqueta o de especialidad. Así el crítico especializado en pintura se lanza a la teoría de la fotografía, el director de museo que no aguantaba más fotos que las de su familia realiza grandes muestras de artistas -fotógrafos- valorados por la crítica, los coleccionistas que te preguntaban hace muy pocos años "pero ¿esto es arte? ¿Tú crees que una foto merece la pena ese precio?" viajan ahora a ferias de todo el mundo a comprar obras de fotógrafos -artistas- extranjeros, que siempre son mejor inversión que los españoles. En este país se sigue ignorando, o tal vez despreciando, la diferencia entre un tiraje de época y un tiraje industrial hecho hoy por la mañana. Hemos llegado tarde y estamos intentando situarnos a toda prisa entre los mejores, repitiendo la misma jugada que viene marcando el incesante nacimiento de los museos y centros de arte en España.
Se sigue confundiendo documento con periodismo, creación con moda, mercado con valor, coleccionismo con amontonamiento, cantidad con calidad y negocio privado con intereses públicos. A pesar de todo hay expertos y artistas, algunos apasionados coleccionistas entre los compradores compulsivos, y poco a poco más información y más análisis. Los expertos en España, que los hay, no son precisamente los que se encargan de las nuevas y más ambiciosas colecciones de fotografía, ni su voz y opinión suele ser tenida en cuenta en los medios de comunicación, quedando relegados a proyectos menores y por lo general privados o alternativos. No son los que están en los puestos más visibles, posiblemente sus nombres están tapados por el ruido, pero sin duda son los que harán que la fotografía sobreviva a la moda de hoy, al uso de las instituciones, al abuso del mercado y al oportunismo admirable de algunos hombres de negocios.