Sorprendente debut como ensayista de Xavier Nueno (Barcelona, 1990), joven barcelonés doctorado en Harvard que acaba de publicar en Siruela El arte del saber ligero. Una breve historia del exceso de información. Un libro atrevido, fresco, entretenidísimo, provisto de amplísimos y bien digeridos conocimientos, puestos al servicio de una tesis provocativa: “a la barbarie se llega tan pronto por la falta como por el exceso de libros”, razón por la que “conviene abjurar de la pulsión universalista en favor de un arte del saber ligero”.
En la estela de abordajes ya clásicos, como el de Italo Calvino en sus Seis propuestas para el próximo milenio, o el de Gabriel Zaid en Los demasiados libros, Nueno emprende una revisión en toda regla del “mito cultural de la biblioteca”, y realiza un veloz y portentoso recorrido por los sucesivos intentos de contener, reducir, abrirse paso entre la acumulación indiscriminada de datos y saberes; una acumulación que, a cuenta de hipertrofiar la memoria, amenaza con aplastar la inteligencia y la imaginación.
“Saber perder, recordar que toda transmisión es selectiva, que toda memoria llama a un olvido, tal vez indique una primera grieta por la que escapar al dominio de Babel. No siempre se ha perdido del mismo modo y, aunque hoy creamos que todo es susceptible de ser conservado, tal vez la solución consista en recordar que, a pesar de que las cosas se pierdan, nunca falta nada porque la ausencia invisible siempre acontece en un mundo pleno: un mundo en el que nunca falta nada”.
'El arte del saber ligero' es un libro entretenidísimo que defiende que "a la barbarie se llega tan pronto por la falta como por el exceso de libros"
En los umbrales de la gran revolución digital (“las bibliotecas moleculares prometen una nueva tecnología que nos permita conservarlo todo”), Nueno, al objeto de “entender de dónde procede el deseo obsesivo de conservar hasta la última huella del presente”, propone desplazar el foco “hasta la anterior gran revolución en los medios de reproducción: la invención de las prensas de tipos móviles a mediados del siglo XV”. El incremento exponencial que entonces se produjo en la conservación de documentos del pasado no tardó en segregar toda suerte de estrategias destinadas a hacerle frente. La filología, la retórica, el enciclopedismo y la literatura moderna son tratadas por Nueno como otras tantas instituciones surgidas del propósito de reducir la biblioteca. A través de ellas y de algunos de sus protagonistas Nueno demuestra que “nuestra crispación, nuestro desasosiego, nuestra inquietud ante la masa enorme, irracional y amenazante de libros y de datos no es un fenómeno nuevo”.
Esto último lo observa Philip Roger en su agudo epílogo a este “ensayo elegante y límpido” –como él lo describe–, cuyo objeto, dice, “es en menor medida la sobrecarga informativa en sí misma que la atribulada percepción de esa sobrecarga”.
Especialmente portentoso, debido a los personajes y a los documentos que trae a colación, es el capítulo que Nueno dedica a la Enciclopedia y a la Revolución Francesa, con la tensión que en ella se produce “entre la eliminación brutal del pasado y su sublimación como testimonios entre la amnesia y la memoria”.
Nueno comienza por decir que ha escrito su ensayo “en un momento en el que vivimos una auténtica obsesión por el pasado”, y saliendo al paso del tópico que advierte de los riesgos en que incurre quienes olvidan el pasado, afirma contundentemente: “La obsesión con la idea de que el pasado contiene la clave para el futuro nos hace repetir nuestros errores”.
Pese a lo cual, comenta, “muchos de los personajes que aparecen en el libro se dedican a restaurar saberes olvidados, y en el camino inventan formas de lectura y experiencia que no existían”.
Palabras que señalan el objetivo último al que apunta Nueno: la ligereza como condición de libertad.