¿Es la cultura propensa al pesimismo?
No se sabe por qué hay que cultivar la imagen de maldito. Quizá todo sea narcisismo. Al final, la cultura es un antídoto contra la muerte.
“En el sector cultural somos propensos al pesimismo apocalíptico”, manifiesta Irene Vallejo a Pere Sureda (Librújula). Sin embargo, a la autora de El infinito en un junco le gusta “insistir en lo contrario: nunca en la historia se había leído tanto como en las últimas décadas”. A diferencia de otros escritores, reconoce que “la abundancia de libros no me causa angustia, sino tranquilidad”. En cambio, si hubiese pocos, “empezaría ya mismo a racionarme la lectura para que no se acabase”.
A la pregunta de si se encuentra más cómoda en la ficción o en el ensayo, la autora, que ha reeditado La leyenda de las mareas mansas, responde que “donde realmente me encuentro cómoda es en el territorio fronterizo, en el experimento”. “Me interesa escribir novelas de ideas y ensayos muy narrativos –añade–. Siempre me ha atraído la literatura híbrida, inclasificable. El infinito en un junco lo es, muy conscientemente”.
Eloy Tizón se muestra muy crítico con el malditismo. “El malditismo es una carrera, es igual que una oposición –explica el autor de Plegarias para un pirómano a Antonio Iturbe (Público). Hay que cultivar la imagen de maldito y a mí no me ha interesado mucho. Yo he ido haciendo mis libros a mi ritmo (...) Creo que hay algo de rebeldía ante el cliché del maldito, que es algo que me resulta aberrante: el artista borracho, drogadicto, de mala vida… me parece muy narcisista”.
“En el sector cultural somos propensos al pesimismo apocalíptico”, Irene Vallejo
Volviendo a cómo vencer el pesimismo, Jesús Fernández Úbeda (Libertad Digital) plantea a Luis Alberto de Cuenca si “la poesía es un antiácido contra la muerte”. “Todo el arte, toda la cultura, la música, la filosofía, la literatura, la pintura, la escultura, el cine, el cómic, todo son antídotos contra la muerte –explica el poeta–. Son antídotos muy relativos, no te vas a dejar de morir, pero ocupan muchísimo la mente y te ayudan brutalmente a seguir vivo”.
A propósito de la muerte, Rafael Maldonado cuenta a Víctor A. Gómez (La Opinión de Málaga) que “el escritor es el único mortal que no muere del todo, y deja la vida encuadernada para los que se quedan en el mundo”. “La literatura se inventó porque la vida no es suficiente, se queda corta –se extiende el autor de De mis sombras, hijo–. El lector vive muchas vidas y el escritor tiene la posibilidad de salvarse mediante la obra perdurable. Normalmente no se consigue, pero no por ello vamos a dejar de intentarlo”.
A Alexander Payne no le preocupa perdurar. Entrevistado por Gregorio Belinchón (El País), el director de Los que se quedan confiesa que lo que le preocupa es “la sensación con la que salga el público de la sala”. “Julio Cortázar decía que escribir es como un combate de boxeo –relata el cineasta–. La novela siempre gana por puntos, mientras que el cuento debe triunfar por K. O. Pues igual es una película: tiene que vencer a los puntos”.
“Todo el arte, toda la cultura son antídotos contra la muerte”, Luis Alberto de Cuenca
De forma parecida piensa Béla Tarr. “En ocasiones, la gente etiqueta mis películas como ‘muy oscuras’ o ‘muy tristes’ –explica el prestigioso director húngaro a Camila Beraldi (La Vanguardia)–. Para mí, lo esencial es preguntar a la audiencia cómo se sintió al salir de la proyección. ¿Se sienten más fuertes o más débiles? Esa es la cuestión fundamental”.
Estibaliz Urresola sostiene que una de las cosas más emocionantes que puede pasar a una directora y guionista es que a la gente le “haya tocado” su película. “Todo el proceso de crear un filme es muy frankesteiniano –explica la autora de 20.000 especies de abejas a Carlos González (Noticias de Álava)–. “Estás todo el rato buceando en la incertidumbre de saber si, al final, todo eso funcionará. Cuando en el montaje vuelves a coser todos esos miembros y resulta que algo emociona a alguien, eso es magia”.
P. S. Comenta Antonio Rivero Taravillo (Jot Down) a John Banville que “los libros que empezó escribiendo son muy distintos a los últimos”. “Son exactamente lo mismo”, corrige tajante el escritor irlándés. “¿Lo mismo?”, insiste el entrevistador. “El mismo libro. Yo he hecho solo un libro a lo largo de toda mi vida, o variaciones sobre el mismo –aclara–. Siempre he estado dando círculos sobre lo mismo, y Las singularidades no se aparta de mi primera novela”.