¿Hay una saturación de novela negra?
La respuesta queda en el aire. Todo es odio y envidia. La cuestión es si se deben reseñar los libros malos. Hay cosas que no son risibles, como la dignidad de las personas. Asunto aparte es la novela autobiográfica.
Arturo Pérez-Reverte cree que “en los últimos tiempos se ha producido una especie de saturación de lo que se ha llamado novela negra”. El autor de El problema final explica a Juan Cruz (El Periódico de España) que “hay muchos novelistas que ya no leen y por eso están muertos”. No es el caso del académico. “Soy un lector, como lector escribo, aunque también soy un novelista, pero no sería un novelista tal como lo soy si no fuera un lector”.
Fernando Vallejo incluso pone en duda que “la novela negra guste tanto como dicen”. Y se despacha a gusto con Winston Manrique Sabogal (VMagazín). “La novela negra es tan aburrida, sus procedimientos son iguales, es banal –sostiene el autor de La conjura contra Porky–. Es un género muy manido, lleno de lugares comunes”. Hay que tener en cuenta que, para el escritor colombiano, “la novela es un género muerto”, que “nunca tuvo razón de ser” y que, si por él fuera, “toda la novela se puede borrar y no se pierde nada”.
Al contrario que el mencionado Pérez-Reverte –“Veo literatura por todas partes”–, Alberto Olmos confiesa a David Mejía (The Objective) que está “tan cansado de los libros que, si fuera por mí, nunca volvería a leer”. Explica por qué: “Estoy agotado por completo de los libros, el mundo literario me parece ridículo… todo es odio, todo es envidia”. Muchos nos hemos preguntado si es necesario reseñar los libros malos. Mejía le traslada la cuestión al escritor y crítico: “Criticar un libro malo es importante, porque muchas veces un libro pasa por este mundo con muchas reseñas positivas y resulta ser una porquería, y tiene sentido publicar una mala reseña, porque si no se crea esa burbuja absurda en la que todos los libros son buenos y nos aplaudimos entre nosotros”.
“Hay muchos novelistas que ya no leen y por eso están muertos”, Arturo Pérez-Reverte
Isabel Navarro (elDiario.es) pregunta a Antonio Muñoz Molina “¿cómo se inmuniza uno de ese cinismo extremo al que tantos réditos le sacan algunos?” “A mí no me gusta el cinismo –contesta el autor de No te veré morir–. La ironía puede estar bien cuando no va sola, pero es que hay cosas que no son risibles. La dignidad de las personas no es risible. Y no sé, quizás me ha ayudado a no ser cínico el haberme criado con personas muy decentes, que se tomaban la vida muy en serio porque no tenían más remedio…”.
La ganadora del Premio Goncourt 2022 por la novela Vivir deprisa, Brigitte Giraud, está convencida de que tenemos un problema con la novela autobiográfica. “Cuando es un hombre el que escribe un texto autobiográfico –detalla a Eva Cosculluela (ABC)– damos por hecho que habla de algo universal y hablamos del aspecto político del libro, del aspecto histórico, del aspecto sociológico. Cuando es una mujer la que escribe nos referimos a su relación con la intimidad y su relación con el hogar, con el cuerpo y con el amor, como si los temas de las mujeres solo fueran esos y se redujeran al ámbito doméstico”.
Precisamente Marcos Giralt Torrente se pregunta ante Anna Maria Iglesia (Letra Global) qué es lo biográfico en su libro Algún día seré recuerdo. “Es el intento de aproximarse a una realidad de manera fidedigna desde el convencimiento de que este acercamiento es imposible en su radicalidad –se responde–. En otras palabras, es el intento de dar cuenta de una realidad preexistente, siendo lo más fiel a esta realidad”. Y se plantea un problema aún más complejo. “¿Qué haces cuando esa realidad, si la cuentas tal y como fue, resulta inverosímil? ¿La cuento tal y como fue a riesgo de resultar inverosímil o ficcionalizo una parte para así ser más verosímil?”. La respuesta queda en el aire.
“La novela es un género muerto que nunca tuvo razón de ser”, Fernando Vallejo
P. S. “Hoy, los influencers son los que tienen más números, pero no tienen nada que ofrecer”, asegura el pensador neerlandés Rob Riemen a Sara González (El País). “Me siento feliz de formar parte de una generación cuyos influencers eran los escritores que admirábamos: Thomas Mann, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Albert Camus…”. El autor, que acaba de publicar El arte de ser humanos, defiende la importancia de “los poetas, los filósofos, los pensadores, los artistas, los pintores”, porque “las principales preguntas de la vida nunca serán respondidas por la tecnología, la ciencia o el dinero”.