¿Es la ficción la realidad?
La línea que separa una de la otra es cada vez más fina, invisible a veces. Hay escritores que viven en la ficción y otros que toman vidas reales para novelarlas, o quienes novelan su propia vida. Y luego está Vargas Llosa
Laura Fernández, fan de Stephen King a quien equipara con Dickens, asegura en El Español de Málaga que no cree que “haya una baja y una alta cultura”. Se declara “lectora y espectadora omnívora” y confiesa que le han influido mucho series como Las chicas Gilmore o Mujeres desesperadas para “construir escenas” de La señora Potter no es exactamente Santa Claus. “Todo es un medio para un fin –explica–, que es contar una historia”. La novelista se muestra devota de la ficción hasta el punto de que crea “desde la ficción, que para mí es realidad”.
En la novela histórica, se discute mucho sobre lo que es real y lo que es ficticio. Antonio Rivero Taravillo confiesa a Mercedes de Pablos en Crónica Global que inicialmente pensaba que su novela 1922 fuera un ensayo. Pero… “Me di cuenta de que lo mejor era novelarlo, sin cambiar la realidad ni alterar ni un solo hecho (…). Nada de lo que se cuenta es falso, aunque me haya permitido licencias sólo literarias. Sin añadir elementos novelescos a unas vidas que ya lo son”. Se refiere a las vidas de Joyce, Yeats, Pound y Eliot, protagonistas de la novela.
“La ficción para mí es la realidad”
Laura Fernández
Eva Díaz Pérez, que ha novelado la vida de Nebrija, introduce otro ángulo al debate, la conexión con la actualidad. Explica en Todo Literatura, que entiende la novela histórica “no como una arqueología del pasado, sino más bien como una interpretación del presente. Que conecte los saberes del pasado con lo que ocurre en la actualidad”.
En la misma línea, y en la misma publicación, se ha expresado José Zoilo. En su novela Lordemano, sobre el mundo vikingo, lo más difícil fue transmitir la forma de pensar, y de actuar, de un nórdico en una tierra desconocida y hostil para él [la Península Ibérica]. “Mi meta era poder reflejar de forma creíble ese sentimiento de abandono, de vulnerabilidad, de rabia; pero a la vez de entereza, de determinación”.
Virginia Feito escribe ficción. Sin embargo, desvela en Vanity Fair que el personaje principal de La señora March está basado en una persona real: ella misma. “Cogí cualidades mías que detesto y las saqué de quicio. Es una caricatura grotesca mía, una versión demoníaca, a la que no metí ninguna cualidad que puedo tener, como el sentido del humor o la autocrítica”.
No son frecuentes los halagos entre diferentes publicaciones. Mario Vargas Llosa ha dedicado todo un artículo en El País a Letras Libres, una de las dos únicas revistas que lee. La otra es The Times Literary Suplement. Elogia el hecho de que “sus páginas están siempre abiertas a la derecha y a la izquierda”. Y aprovecha para defender que “la literatura y la política tienen relaciones difíciles pero ambas no pueden estar demasiado separadas (…). La literatura es la fantasía y la política la verdad que encontramos a nuestro paso todos los días. La fantasía es Dostoievski y Putin la política: un gigantesco abismo les separa y, sin embargo, no están tan alejados uno del otro”.
“Literatura y política tienen relaciones difíciles”
Mario Vargas Llosa
José F. Peláez, desde ABC, también elogia a la competencia. Escribe: “El último conservador de las letras españolas [Ignacio Peyró] ficha por el gran diario de la izquierda o, mejor dicho, por el gran diario para la izquierda, que no es exactamente lo mismo”. Elogia “la audacia y la brillantez” de esta decisión por parte del escritor. “Peyró hablará a la izquierda sin ser izquierda –vaticina–. Y la izquierda le escuchará y algunos se replantearán sus sesgos y sus dogmas. Puede que abra dudas donde antes solo había certezas”. Y proclama un deseo: “Ojalá en la derecha tomáramos nota y comenzáramos a escuchar a la gente brillante y buena de la izquierda, que la hay”.
P.S. En El Norte de Castilla, Juan Manuel de Prada reconoce que tuvo grandes apoyos en sus inicios. Cita tres. Umbral, que era “un tipo de escritor que considera que el éxito ajeno siempre es a costa de su propio éxito (…) Fue un caso muy interesante de hombre un poco desquiciado que pensaba que el éxito de un joven escritor podría empañar el suyo”. En cambio, Cela “fue muy cariñoso conmigo”. Y hasta “el propio Arturo Pérez-Reverte escribió un artículo muy elogioso de una de mis primeras obras”.