FRONTERA. La neoyorkina Janet Riesenfeld, de veintiún años y con un matrimonio roto, hija de Hugo Riesenfeld –un reputadísimo compositor de bandas sonoras–, pianista y bailarina flamenca, de exquisita educación y conocedora de cuatro idiomas, gran lectora, se dirigía en tren desde París hacia España. Su objetivo era iniciar una gira como bailarina y reencontrarse con Jaime, un antiguo y apuesto novio catalán que dirigía una empresa turística en Madrid. En Hendaya, el tren fue detenido y se comunicó a los viajeros la imposibilidad de cruzar a Irún.
Era el 19 de julio de 1936, y la frontera franco–española acababa de cerrarse: el día anterior se había producido el levantamiento militar contra la República y se había iniciado la Guerra Civil. Janet no cejó en su propósito, logró llegar a España por Portbou y, corriendo riesgos, obtuvo en Barcelona una credencial como corresponsal norteamericana. Días después, otro tren la dejó en brazos de Jaime en la madrileña estación del Mediodía. Janet Riesenfeld permaneció en la capital hasta noviembre, cuando las cosas se pusieron todavía más feas.
Janet Riesenfeld contó sus abundantes y arriesgadas peripecias en Bailarina en Madrid, libro publicado en 1938 en Estados Unidos y ahora editado por la historiadora del cine Amparo Martínez Herranz para Espuela de Plata y Prensas de la Universidad de Zaragoza. El volumen lleva estudios introductorios de Julián Casanova, Agustín Sánchez Vidal y la propia editora. Y es que diez años después, más o menos, Janet Riesenfeld (1914-1998) llegó a ser una de las más célebres guionistas del cine mexicano, escribiendo cerca de noventa guiones, alguno de ellos para Luis Buñuel y muchos para su marido desde 1945, el también cineasta exiliado español Luis Alcoriza.
Janet Riesenfeld llegó a ser una de las más célebres guionistas del cine mexicano, escribiendo cerca de noventa guiones, algunos para Buñuel
RELATO. Gracias al precoz instinto narrativo que sin duda alguna ya tenía la futura guionista, Bailarina en Madrid es, por encima de todo, un relato que se sirve de técnicas novelescas, que fluye con ritmo e interés creciente mientras va cuajando magníficos personajes y potentes escenas, acumula observaciones de primera mano y expresa de forma natural sentimientos más que ideas. Hay una gran película posible en este libro.
Janet se define como una mujer liberal que, al llegar a Madrid, no está alineada con ninguno de los dos bandos. Será testigo de delaciones, detenciones ilegales, paseos y fusilamientos en el Madrid republicano, y también de bombardeos indiscriminados y de la acción violenta de francotiradores y quintacolumnistas franquistas. Vivirá lo mismo la vida social en cafés, restaurantes y espectáculos que los madrileños no se resisten, al principio, a dejar de frecuentar como padecerá pronto el hambre, las colas para obtener parcos alimentos o la terrible ausencia de energía eléctrica.
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Sus relaciones espontáneas le llevarán a conocer personas de las dos orillas, a viajar al frente, a asistir a heridos, a escuchar a Pasionaria o a Rafael Alberti... Y con la figura de Jaime, su novio, pronto celoso y posesivo, sospechoso de estar involucrado en algo poco limpio, sabrá dosificar una vertebral intriga.
CARRERA. Los dramas y las comedias populares fueron el fuerte de Janet Riesenfeld como guionista de algunos de los más consolidados directores de la industria del cine mexicano entre los años 40 y 60, como los hermanos Julián y Fernando Soler o Miguel M. Delgado.
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También de las películas de la primera etapa de su marido, el gran Luis Alcoriza, amigos ambos de Buñuel y de García Márquez. Alcoriza escribió unos diez guiones para Buñuel y, con Janet, El gran calavera (1949), la película que salvó al aragonés del fracaso y permitió la continuidad de su carrera.
Bailarina en Madrid, libro altamente recomendable, da mucha información sobre la ciudad en las primeras semanas de la guerra y, a través de él, vemos en Janet Riesenfeld a una mujer inteligente, valiente, fresca, íntegra, con talento y con un alma muy bella.