La busca. Dentro de cuatro años, cuando se cumplan setenta de la muerte de Pío Baroja (1872-1956), nos encontraremos, si nada ni nadie lo remedia, con la triste y vergonzosa situación de que habrán pasado seis décadas desde que la industria del cine patrio se dignara adaptar una novela del más importante escritor español del siglo XX. Fue en 1966 cuando Angelino Fons dirigió una más que notable versión de La busca, que, sin embargo, no complació a Julio Caro Baroja, sobrino del novelista. Podemos verla en FlixOlé.
El cine de otros países europeos, notoriamente el británico y el francés, continúa cuidando mucho mejor a sus grandes escritores de cualquier época. Para qué hablar de las incontables adaptaciones de Jane Austen en la televisión y el cine ingleses. Una de las mejores películas estrenadas en España este año ha sido la francesa Las ilusiones perdidas, versión de las más de 700 páginas de la novela homónima de 1843 de Honoré de Balzac. Su director, Xavier Giannoli, supo imprimir frescura, dar esplendor plástico, aportar modernidad y traer al presente las cuestiones más palpitantes de las abundantes peripecias narradas por el escritor realista francés, a quien –como recuerda Santos Sanz Villanueva– Ortega puso en comparación con Baroja.
TVE. El cine de época tiene, sin duda, requisitos de vestuario, decorados, atrezo y figuración que engordan el presupuesto de esta clase de películas. Por ello, en otros países, las televisiones públicas –y también algunas privadas– se echan a la espalda su producción o acuden con sus dineros en auxilio de los productores. Pero no son solo razones económicas las que aconsejan esta intervención. Las televisiones públicas son conscientes en muchos países, con el aval y el consenso de los partidos políticos y de la sociedad, de que el Estado debe seguir una directriz cultural que lleve a potenciar y difundir, nacional e internacionalmente, el patrimonio literario de sus naciones mediante el cine.
El cine de otros países europeos, notoriamente el británico y el francés, continúa cuidando mucho mejor a sus grandes escritores de cualquier época
Hace décadas que TVE, empeñada en competir infructuosamente con las televisiones privadas y, con ello, en seguir degenerando e incumpliendo con su obligación, dimitió, salvo que se me escape alguna excepción, de la tarea de producir series como las que adaptaron con gran éxito clásicos de Delibes, Pérez Galdós, Pardo Bazán, Torrente Ballester, Blasco Ibáñez, Barea, Rodoreda, Cervantes o “Clarín”. De Baroja, nunca, por cierto, y es un oprobio para la democracia que la televisión franquista sí produjera adaptaciones de relatos barojianos.
Responsabilidad. Como es un oprobio y un síntoma de decadencia que, durante el franquismo –y nunca después–, el cine español también produjera sendas películas basadas en Las inquietudes de Shanti Andía (en 1946), Zalacaín el aventurero (1954) y en la ya mencionada La busca. Estas mismas novelas podrían ser revisitadas en series o películas, y también serían propicias novelas como El árbol de la ciencia, Camino de perfección y tantos otros relatos de Baroja, que, buen conocedor de las reglas del folletín serializado, llenó a buen ritmo de lances, personajes y escenarios. E ideas.
Estas producciones no solo servirían para implementar la lectura de Baroja en España, que goza de buena salud, sino para difundir internacionalmente –el mercado mundial de las pantallas lo absorbe todo– la obra de un escritor esencial de la literatura y del patrimonio cultural españoles. La responsabilidad de la televisión pública es máxima en este objetivo, pero no veo por qué, en tiempos de tanto bono y ayuda a causas diversas, el Ministerio de Cultura, para Baroja y para tantos otros, no habría de copiar y mejorar a aquel gobierno de UCD que, en 1979, destinó 1.300 millones de pesetas a los proyectos cinematográficos que se propusieran adaptar grandes obras de nuestra literatura. La cosecha fue desigual, pero fructífera.