“Lanzar un barco a la mar es una ceremonia alegre y, a la vez, estremecedora. ¿Cuáles serán los rumbos de la nueva nave? ¿Qué vientos, qué oleajes, qué mareas influirán en su ruta?”. José Antonio Marina lanzaba estas preguntas en el artículo que abría aquel primer número de El Cultural de noviembre del 98. No voy a responderlas hoy aquí porque no sabría exactamente si son molinos o deseos, nostalgias o mareas. Sí sé, y créanme si les digo que la travesía ha sido apasionante.
La botadura fue alegre, sí, pero no la recuerdo estremecedora. Excitante, creo que la definiría mejor. Veníamos de hacer el ABC Cultural durante años y se trataba de empezar de cero, de crear desde los cimientos una revista nueva, más ambiciosa. Sabíamos que nos la jugábamos, así que vivíamos entre el fragor y la incertidumbre, que no es mala receta. Bien lo saben mis queridas compañeras Nuria Azancot y Paula Achiaga, que allí estaban entonces y aquí continúan ahora.
Hacíamos una revista semanal de 88 páginas a las que, además de información y crítica de libros, de arte y de música, incorporamos el cine, el teatro y la ciencia. En el primer número de El Cultural, que pergeñamos y lanzamos en poco más de dos meses, nos acompañaron Lázaro Carreter, Antoni Tàpies, Miguel Delibes, Cristina Iglesias, Pere Gimferrer, Arturo Pérez Reverte, José Luis Gómez, Almudena Grandes… Y los científicos ya nos advertían que internet estaba cambiando nuestra forma de pensar.
Era otro mundo. Más pequeño y previsible pero en el que, a mi juicio, los escritores y artistas eran más libres. Y nosotros también
El Cultural abrió de par en par la puerta a los creadores. A todos. Publicamos centenares de inéditos de los grandes escritores españoles y latinoamericanos, planteamos debates sobre los asuntos culturales del momento, creamos secciones que difícilmente podríamos publicar ahora.
Eran años en los que a la concentración editorial le faltaban aún varias fusiones, en los que nacían editoriales que hoy ocupan la delantera en el paraíso de las librerías. El dedazo voraz del gobierno de turno ponía y quitaba a los directores de las instituciones culturales (sucede todavía, pero resulta escandaloso). Las plataformas y las series no se habían adueñado aún de las televisiones. Creíamos que los videojuegos eran cosa de adolescentes frikis y, por supuesto, las redes no habían comenzado a trastocarlo todo.
A finales de 1998 había en el mundo alrededor de 100 millones de usuarios de internet, 62 de los cuales correspondían a los Estados Unidos. España tenía en torno a 1.850.000 internautas.
Era otro mundo. Más pequeño y previsible pero en el que, a mi juicio, los escritores y artistas eran más libres. Y nosotros también. Hoy, el mundo cultural se mueve en un ecosistema imprevisible y global. Sabemos que la plaza pública está abarrotada de gente vociferante, pero hay que bajar a esa plaza, porque pasan cosas. Toda creación artística e intelectual está en la red. Y es fascinante ver a las nuevas generaciones de teatreros y cineastas, artistas, músicos y poetas moverse, y triunfar, en los festivales, bienales y teatros del mundo.
Miren lo que dijo el gran George Steiner en una entrevista en El Cultural: “Uno de los mayores errores intelectuales que he cometido ha sido no haber medido la inmensidad del impacto de la web sobre todos los aspectos de la sensibilidad. En el futuro será necesaria otra poética distinta a la de Aristóteles”. ¿Qué estaría diciendo el pensador del gran reto intelectual de hoy? ¿Qué postura adoptaría ante la IA?
Javier Gomá dice que el conocimiento avanza cuando discierne. Y sí, discernir y jerarquizar es lo sustancial de nuestro trabajo. Mis compañeros que hacen ahora El Cultural viven en ese espiral de vértigo que tejen la velocidad, la abundancia y el ChatGPT. Deben discernir con rigor, y al instante. ¿Volverán el fragor y la incertidumbre? Entonces les auguro muy buenos momentos.
Brindo por todos ellos. También por nuestros críticos y colaboradores, muchos de los cuales han hecho toda la travesía con nosotros. Por Manuel Hidalgo, que hace dos años tomó las riendas de El Cultural y lo conduce con maestría y humor.
Y por Luis María Anson, que lo ideó todo, sin cuya pasión, estímulo y generosidad, no hubiéramos llegado hasta aquí.
A todos os doy las gracias.
Blanca Berasátegui es editora de El Cultural. Ha sido su directora de 1998 a 2021