El esnobismo
Ivon Hitchens, "Balcón con pescado", (1943)
Los reyes que recordamos y los que hoy conocemos suelen ser campechanos y facundos. Es decir, que practican el esnobismo de no ser nada esnobs, y ahí está la campechanía de Juan Carlos I. Como en algún sitio tiene que concentrarse el esnobismo de una Corte, el de la nuestra se ha concentrado en Jaime de Marichalar
Le pides una manzanilla a la Infanta y te la sirven con miel. En la miel está el esnobismo. La Reina Sofía es una gran conocedora de la música sinfónica y lleva al Rey a los conciertos. A Don Juan Carlos no le gusta mucho la música, pero se está muy formal en el palco. Lo que más le llega es cuando tocan el Himno Nacional. La música, pues, es el esnobismo de un Rey nada esnob. El biógrafo de Juan Carlos, José Luis de Vilallonga, es ese noble catalán que todos conocemos. Un verdadero cultivador intelectual del esnobismo como categoría. Después de aquella escandalosa biografía del Rey, su esnobismo es estar vivo.
Pero el antiesnob máximo y primero de la Villa y Corte es Lucio Blázquez, o sea Lucio, el mesonero de la Cava Baja, favorito de los Reyes, de los banqueros, de Aznar, de los jefes de Estado y de las actrices famosas o famosillas. Casa Lucio es un mesón a la manera de los clásicos, donde todavía pudiera representarse a Lope, o el Tenorio de Zorrilla. El secreto de Lucio está en haber montado su negocio sobre la naturalidad, sobre el antiesnobismo, con lo cual ha convertido su casa en el restaurante más esnob de Madrid. Porque el todo Madrid no se cansa de revisitar esta Villa profunda, esta Corte lopesca, y porque los extranjeros creen encontrar en Lucio la España de Merimée, de Paul Morand, de Malraux, de los románticos europeos.
Cuando Aznar o González han llevado a un presidente europeo a comer a Lucio no estaban sino halagando el esnobismo del visitante, pues los primeros ministros suelen ser clase media y creen en los tópicos nacionales de cada país. Terminando con el tema de las realezas, observemos que todas las monarquías europeas van en bicicleta. La bicicleta es el supremo esnobismo de quienes tienen una limusina para cada día de la semana. Pero las limusinas no ganan votos, no le caen bien al pueblo, y el vicio secreto de Alberto y Paola, un suponer, es la bicicleta callejera y democrática. Porque a lo que aspiran todas las monarquías actuales, incluso las asiáticas, es a parecer democracias, no sólo por razones políticas sino por ese flash de esnobismo que ya hemos estudiado en esta alta clase social. Terminaré preguntándome ¿soy yo un esnob después de tantos años intentándolo? Pero me quedo a solas, lo pienso despacio, me miro al espejo y me parece que sigo siendo clase media de Valladolid, como Aznar, que ése sí ha conseguido ser el antiesnob por excelencia. Y en Oropesa se pasa.