Joaquín Pérez Azaustre
Desde Una interpretación (2001), que mereció el premio Adonáis el año anterior, los poemarios de Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976), como El jersey rojo (2006) o Vida y leyenda del jinete eléctrico (2013), han venido mostrando la altura de su voz poética, como muestran la recepción crítica, las distinciones que se le han otorgado y el hecho de estar incluidos poemas suyos en buen número de antologías. No de menor interés, convendrá recordar, vienen siendo su escritura narrativa y sus ensayos.Ahora, este Poemas para ser leídos en un centro comercial no hace sino confirmar la calidad de su poesía. Como él mismo señala en una nota, lo que ahora ofrece deriva de una línea que quedó abierta en El jersey rojo, uno de cuyos elementos es la materia cinematográfica, la de los tebeos y el cómic y también algo de lo publicado en la prensa, además de la literatura. De esto último es ejemplo el excelente poema inicial, un monólogo dramático en el que toma la palabra el escritor austríaco Stefan Zweig momentos antes de suicidarse. Desde ese clímax, Zweig repasa su mundo, su obra y los horrores del nazismo en lo que es una elegía por la cultura, todo lo cual da lugar a un poema excelente. La lectura del libro no podría tener mejor comienzo.
Por los poemas van apareciendo Superman, Mandrake, Indiana Jones, Doctor Zhivago, el Capitán Trueno y otros materiales de la cultura popular a la que ya prestaron atención algunos de los poetas del 27 y que dibuja trazos de una educación sentimental. De la prensa proviene, por ejemplo, "Square La Bruyère, octubre, 2015", con el descubrimiento del tiempo detenido en un piso de París, "donde el presente ha vuelto a reencontrarse con un mundo fugaz que nos mira y no nos reconoce", pasado retenido en el pasado que es también de lo que habla "La habitación del soldado" y que podría tenerse como clave de que estos poemas plantean la cuestión de la memoria: la palabra poética dando nueva vida a lo que el viento se llevó.
Otros poemas, repartidos en varias de las secciones, hablan de un viaje a Grecia o a Nicaragua o, sin más, de Córdoba. En éstos, como en aquéllos, la palabra está siempre al servicio de la emoción, a fijarla en el presente, a detener la fugacidad de lo vivido, porque, como se dice aquí, el poema no es tanto lo que se escribe cuanto lo que sucede.
Azaústre es poeta que cuida la melodía del discurso en poemas en verso que son silvas libres y no menos lo hace en los poemas en prosa, que se hacen también rítmicos, musicales. Ese cuidado del poema es también notable en los finales, verdaderos cierres que son, en ocasiones, conclusiones. En suma, un libro excelente de un poeta excelente.