Joaquín Pérez Azaústre
Es opinión general que la base de la poesía se halla en la inspiración, en ese momento de súbita creatividad rápido como un relámpago. Si bien es una parte importante, otro elemento imprescindible de la poesía es la maduración, el tratamiento artesanal y paulatino de cada verso y el reposo del poema antes de que consiga toda su redondez. Maduración y reposo caracterizan los poemas del nuevo libro del poeta y narrador Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976), Poemas para ser leídos en un centro comercial (Vandalia), una nostálgica mirada al mundo de ayer. Concebidos y escritos a lo largo de una década, estos poemas continúan una veta que ha seguido desarrollándose en paralelo a las entregas posteriores de Pérez Azaústre, nacida de la fecunda imbricación del arte popular en el discurso emotivo.Pregunta.- Comenzó la escritura de estos poemas hace una década, ¿por qué está ahora maduro el libro?
Respuesta.- Los libros con estructura y un sentido orgánico crecen contigo, maduran y acaban contigo. En tono y en discurso. Lo empecé en unas circunstancias personales y con una poética que luego me condujo a un callejón sin salida. Entonces vinieron poemarios con un fuerte carácter unitario, que se me impusieron: Las Ollerías (Visor, 2011) y Vida y leyenda del jinete eléctrico (Visor, 2013). Y dos novelas. Pero seguía con este libro, despacio, hasta que descubrí que su discurso estético volvía a resultarme válido para enfocar otros asuntos, relativos al conflicto con un entorno cultural, histórico y político.
P.- El título estuvo presente desde el principio, ¿cómo surge, qué significación le da?
R.- El título es anterior a los poemas, sí. Funciona como unas letras de neón al final de una calle. El centro comercial remite a un espacio mítico -o lo que queda de él- en el que el cine era compartido como un rito; hoy tenemos las ruinas de ese templo, porque el rito ha pasado a mejor vida, con los viejos carteles de cine convertidos en gloriosas cenizas.
P.- El centro comercial funciona aquí como reflejo de un tipo de sociedad o de una forma de vida que se va diluyendo hoy en día, ¿es por eso la nostalgia un elemento clave en estos poemas?
R.- Hay nostalgia, sí, por esa inocencia de la primera ensoñación, que en nuestra sociedad se ha convertido ya en un descrédito de casi todo. Las redes sociales, que prometían democratizar el acceso al arte, se han convertido en un estercolero del rencor. En estos poemas, como en todos mis libros, hay una dualidad fundamental: himno y desencanto.
P.- La imbricación de elementos de la cultura popular, de tributos a la literatura o al cine, son constantes en su obra, pero es significativo abrir el libro con el poema sobre Stefan Zweig, que refuerza ese sentimiento de nostalgia, de mundo e identidad perdidos.
R.- El fin de Stefan Zweig en Petrópolis es el comienzo del libro porque representa un alto grado de cultura popular más o menos contemporánea. Cuando abandona Viena y deja su casa atrás, porque el nuevo orden lo condena a la exclusión o la muerte, es toda una percepción de la cultura y la vida la que muere con él. La pureza de raza está muy cerca de la pureza ideológica: por desgracia, nunca como ahora, en la historia reciente, la figura de Zweig huyendo de su patria por la intolerancia nacional tuvo tanta vigencia.
P.- Pero en este sentido el elemento clave es el cine, que ocupa el grueso del poemario y funciona como ámbito de educación sentimental, ¿por qué lo elige como hilo conductor?
R.- Salió de manera natural. El poema es un campo infinito, yermo o fértil en el que caben todas las miradas sobre la realidad. De alguna manera el cine me interpela y me sitúa en cuestiones que me incumben, más allá de las referencias, porque regresan de manera cíclica y con más fuerza. Son poemas-espejo, con un campo emocional que termina el lector, porque se mira en él. El cine es una galería más de la vida y se puede habitar.
P.- Leyendo los poemas de este libro da la sensación de que la poesía puede residir en cualquier cosa, que prima más el sentimiento y el tratamiento que el tema. ¿Lo ve de esa forma?
R.- Absolutamente. Puedo escribir un poema cuyo asunto sea esta entrevista, acerca de los límites entre lo que digo y lo que quiero decir, lo que me evoca o lo que silencio ante tus preguntas. Y hacerlo desde mi punto de vista o desde el tuyo de entrevistador, elegir un tono coloquial, un monólogo interior... Pero estar hablando del temor o la muerte.
P.- Durante esta obra alterna verso y prosa, igual que como escritor combina novela y poesía, ¿son herramientas diferentes para expresar distintas emociones? ¿Cuándo se inclina por una u otra?
R.- Es un combinado de instinto y respiración, en virtud de lo que me provoque el primer estallido, y de lo que vislumbro al fondo de la coctelera. Me interesan los géneros puros y los cruces, diluir los límites para mirar debajo y descubrir si aún hay algo que palpita.
P.- Decía hace poco Guillermo Carnero que "todo escritor tiene un mundo personal sobre el que hace variaciones constantes", y que "si no tiene algo nuevo que decir, o una nueva forma de decirlo, es mejor que se calle". ¿Qué nuevas piezas de su mundo interior ofrece Poemas para ser leídos en un centro comercial?
R.- Creo que cada uno de mis libros es la radiografía no sólo de un estado vital, sino de un marco de conquista en la sensibilidad de un hombre. En este sentido, este libro soy yo ahora. Es mi fotografía, con la singularidad de que convoca a todas mis voces poéticas.
P.- Asegura que se podría decir que en este libro están todos sus libros, ¿a qué se refiere, en qué sentido?
R.- A intenciones y tonos. A estilos que he ido acumulando, y que aquí se ofrecen en una estructura que tiene algo de viaje por etapas, de niveles de percepción, pulso y cuerpo.
P.- Tras este poemario, ¿su próximo proyecto será narrativo o poético?
R.- No lo sé. Quizá explore otras cosas. Pero no me imagino sin pensar un poema.
P.- Ha dirigido en el pasado el festival cordobés Cosmopoética, ¿qué opinión le merece la 14ª edición que se celebra estos días?
R.- De entrada muy buena, porque me han invitado. Habrá que ir y mirar. Y desearle suerte.