Elizabeth Bishop. Foto: Houghton Mifflin
Los especialistas coinciden en situar a Elizabeth Bishop (Massachusetts, 1911-Boston, 1979) entre los principales poetas norteamericanos del siglo XX. Autora de relatos y artículos, Bishop viajó por muchos países europeos, recorrió el norte de África, vivió durante casi dos décadas en Brasil. Amiga de Ezra Pound y Octavio Paz, fue profesora universitaria. Obtuvo premios importantes (el Pulitzer, el Nacional de Poesía, el Internacional Neustadt de Literatura).La escritora mexicana Jeannette L. Clariond ha traducido todos los versos de esta Poesía completa. Firma también las treinta y una páginas del prólogo. Nos comunica datos de una biografía dolorosa. El padre de la poeta muere cuando esta sólo tiene ocho meses. La madre, recluida en hospitales psiquiátricos, la abandona a los cuatro años. La joven Elizabeth Bishop ha de vivir con una salud frágil. "El asma es depresiva, te constriñe a los cuatro muros", anota. La creación artística va a significar el oxígeno que ella busca desesperadamente. Su obra será breve: cuatro poemarios editados en vida. Se impone la exigencia literaria. Lo explica: "La sangre de orfandad que hay en mí se confiere en el detalle".
Su primer libro, Norte y sur (1946), depara a Elizabeth Bishop el reconocimiento público. Con sólo veinticinco años, ya ha alcanzado la madurez artística. Prescinde del símbolo y de la metáfora. Dibuja una realidad de aire frío, arrecifes, icebergs, mapas, esquimales melancólicos. De súbito, una línea contundente: "Amor es el niño firme sobre la cubierta en llamas". La poeta se fija en materiales modestos para fabricar su literatura: cajas, tendederos, harapos, jaeces, sedales, insectos que cavan. En su sueño, una diminuta hierba se abre paso a través del corazón. El orgullo lo pone el gallo que canta o "chirría como un fósforo mojado". Un hombre-polilla arrastra su sombra y ve la enfermedad como un torrente de veneno que corre junto a él.
Una fría primavera (1955) es el segundo volumen de versos publicado por Elizabeth Bishop. Se inicia celebrando un paraje de animales y polvo verde. Le sigue un texto de gran belleza: "Más de 2.000 ilustraciones y sus concordancias". La escritora observa herrajes, mástiles, rocas, desfiladeros. Intuye que el agua suspendida sobre las piedras se parece al conocimiento. Lo primordial del libro siguiente, Cuestiones de viaje (1965), está centrado en un Brasil de cascadas, zapatos enlodados, seres envueltos en niebla, soldados que vigilan desde la línea del horizonte. Robinson Crusoe, viejo y aburrido, cuenta su historia en Geografía III (1976). El personaje de Defoe tiene su equivalente en los náufragos de la vida nocturna en las ciudades: "Nadie podría caminar / sobre aquella lumbre: / ácidos llameantes / y sangre abigarrada". ¿Y los prodigios? Un autobús se detiene ante un alce iluminado en medio de la carretera. Un apéndice añade documentos valiosos. Bishop previó que sus textos inéditos podrían ser editados después de su muerte. Los albaceas han autorizado la reproducción facsimilar de dichos textos. Así podemos saber cómo trabajaba la poeta.
Elizabeth Bishop se explayó al comunicar sus intimidades en las cartas remitidas a los amigos, pero mantuvo el pudor en los poemas. Hallamos huellas muy leves de su larga y difícil relación amorosa con Lota de Macedo Soares, arquitecta brasileña. Lota se suicida en 1967. El alcoholismo de la poeta es expresado con sutileza en la composición "Mujer ebria". Una sed insaciable se asocia al recuerdo del incendio que la autora contempló cuando tenía tres años: el césped rojo, motas de fuego, cenizas y una playa cubierta de ascuas construyen su cárcel.
La Poesía completa de Bishop ha sido editada con esmero. La tapa dura, la sobrecubierta con foto de la escritora, la cinta de registro, seis folios de notas, un índice de imágenes y otros detalles sustentan los méritos de una poeta relevante. La traducción de Jeannette L. Clariond facilita una lectura placentera.
@FJIrazoki
(Fragmento)
Esta es una escena por la que un marinero daría sus ojos. El barco es ignorado. El iceberg asciende y de nuevo se hunde; sus vítreas cumbres corrigen elipses en el cielo. Esta es una escena donde quien pisa las tablas se vuelve torpemente retórico. Es tan ligero el telón que podrías subirlo con las más finas cuerdas, espirales de viento que la nieve ofrece. La lucidez de estas blancas cumbres compite con el sol. Su peso el iceberg desafía sobre un escenario cambiante y resiste y observa.Este iceberg labra sus facetas desde dentro. Como joyas de una tumba se salva a sí mismo, siempre, y sólo a sí mismo se embellece, y tal vez a las nieves que tanto nos sorprenden flotando sobre el mar.