Carlos Sahagún. Foto: Archivo
Carlos Sahagún (Onil, Alicante, 1938) murió el verano pasado. Unas semanas antes, había corregido la edición de su poesía reunida, dispuesta para imprimir. Su último libro, Primer y último oficio, apareció en 1979 y obtuvo el premio Nacional de Poesía. Desde 2000 no escribía poemas. Limpia de otra cosa que no sean sus versos (ni siquiera hay referencias bibliográficas), recoge, además del libro citado, Profecías del agua (premio Adonais), Como si hubiera muerto un niño y Estar contigo. Incluye también veintiocho poemas inéditos (escritos entre 1978 y 2000). Ya en una recopilación anterior, Memorial de la noche, dejó fuera Hombre naciente, su ópera prima.El huidizo Sahagún pertenecía (a su pesar) al Grupo del 50 y no faltó en la nómina de antologías generacionales como Poesía última (1963), de Francisco Ribes, y Antología de la Nueva Poesía Española, de José Batlló, compañero de aventura en El Bardo.
A uno le llama la atención el título elegido. ¿Poesías porque no decía poemas o porque no estamos ante una reunión de libros, sino ante una colección de versos? Leídos uno detrás de otro, el lector no aprecia saltos significativos, por más que haya evolución, siquiera sea porque a lo largo de la vida nadie es el mismo. Es más, la triste infancia ("Todo es infancia"), aquella "infancia de humo" en la posguerra ("Nunca, nunca / debí salir de allí"), la "humillada niñez, isla vacía / en su rincón de sombra provinciana" es, junto al amor (razón de ser de su segundo libro, pero presente en todos) y la preocupación social, una de las líneas maestras que marcan el sentido de esta poesía de tono conversacional y elegíaco que fluye con la naturalidad de lo que parece escrito sin esfuerzo y como tal se lee. Una poesía centrada en el yo ("Para mí solo fue creada / la realidad final de estos poemas"), íntima, escrita "bajo la innoble luz de la memoria" y en la que prevalece, aunque "lo cierto es el amor, lo poderoso", el fracaso, la desolación, la soledad, la nada: "El hombre existe ásperamente". "Si estuviera en mis manos, / yo nada salvaría de este incendio".
El agua como metáfora, el mar y sus símbolos, trazan otra línea central del libro donde el poeta es un náufrago que intenta sobrevivir a la intemperie. Sí, qué revelación estas poesías tan oportunamente rescatadas.