No sé de ningún mundo mejor
Ingeborg Bachmann
15 julio, 2004 02:00Ingeborg Bachmann
Hay quien escribe a favor del lenguaje, y quien escribe a contracorriente de él; quien lo hace con y quien lo hace desde o para él, pero sólo muy pocos son capaces de escribir casi sin él: por encima de él, que es la única forma de hacerlo desde uno mismo, pero como si no existiera ni uno mismo ni tampoco existiera él.Ese es el caso de una parte -la más significativa tal vez- de la poesía en lengua alemana del pasado siglo: ese es el caso de Rilke, de Benn, de Celan y, desde luego, el de Ingeborg Bachmann, cuyas novelas impactan tanto como sus reflexiones, y cuyos poemas nos ponen ante el precipicio de la nada o de la eternidad. No sé de ningún mundo mejor no es un libro sino un ciclo inconcluso, en el que los hermanos de la autora han querido salvar una serie de poemas inéditos, escritos en Zúrich, Berlín y Roma entre 1962 y 1964, cuyo orden cronológico exacto no es posible precisar, aunque pertenecen al mismo horizonte vital y literario que generó su trilogía narrativa Modo de muertes, integrado por Malina, El caso Franza y Fanny Goldmann.
Sus herederos han decidido incluir también en la misma serie y bajo el mismo título los poemas "Barrera del sonido", "En mano enemiga", "Cementerio judío", "Plaza Wenceslao" y "Policlínica de Praga" publicados en 1998 en la edición de Hans Höller y que presentan un aspecto mucho más acabado que el que ofrecen las distintas series de variantes de los demás textos incluidos aquí. Contienen estos últimos diversos desarrollos y apuntes, entrecortados a veces como si fueran balbuceos, y con lagunas y dificultades de lectura que ningún editor ni ninguna edición crítica ha podido hasta ahora subsanar. Son, pues, poemas en proceso, en los que se adivina el movimiento del conjunto, pero en los que la falta de puntuación, las pluralidades interpretativas y la rapidez de la propia sintaxis impiden seguir en su recorrido, aunque no en su espíritu ni en su tensión dramática ni en su sorprendente y trágica unidad.
Estamos ante una voz lírica singular y potente: ante una de las escrituras poéticas grandes de verdad. Y ello, en todos sus diferentes códigos: "Ingreso en el partido" es una denuncia y también una queja, pero se objetiva en algo más: en un poema sobre la revolución que es en sí rimbaudianamente revolucionario y que hay que leer como un contrapunto al y del compromiso político de los años 60 y como un exponente de la crisis ideológica y literaria desencadenada entonces en el sector intelectual. El adiós a la belleza de la expresión lingöística también está presente aquí. Un cuadro de Bücklin inspira "Isla de los muertos"; otro ironiza sobre la Iglesia católica: "Error Cardinal"; otro supone una reconvención: "No dar testimonio, guardar silencio". El amor como absoluto y la imposibilidad del amor en sí son tratados de modo radical, y también el dolor como forma más íntima del mundo.
Ingeborg Bachmann ensaya diversos engaños de la muerte y una especie de luto total, que se combina con distintos encuentros y despedidas de la carne, insistencias en los cinco sentidos, investigaciones del insomnio y desilusiones repetidas: "Olores", "Memorial" y "Lago de Zurich" son ejemplos de ello. Un complejo satánico, una sensación de rencor simbolizada en "la paloma del odio" sirven de marco a un profundo dolor que carece de dosis. "Las drogas, las palabras" supone otra tematización del mismo motivo que se repite en "Hablar con un tercero", en el que la muerte es elegida como confidente. "Suave y quedo" es uno de los textos que más versiones y riqueza de variantes ofrece. Lo que lo convierte en un poema medular.
Una idea muy femenina de la soledad permite leer en clave de literatura de género no pocos de los resortes y singularidades de la Bachmann. Pero lo que esta escritura objetiva y expresa es una mujer angustiada y en constante rebeldía: un ser en titánica lucha con el amor, con el lenguaje y con la identidad. En pocos autores puede sentirse tanto no sólo lo que se refiere a su experiencia sino en lo relativo a su expresión. La traducción de Jon Pohl es aproximativa, con desvíos de lengua y ciertas faltas de matización. Pero no importa, porque es la poesía de Ingeborg Bachamnn el río amazónico que su versión acerca.