Estoy ausente
Amalia Bautista
1 julio, 2004 02:00Foto: M. Franco
La poesía, en Amalia Bautista, va siendo cada vez más el territorio de la desolación. El humor de Cárcel de amor (1988) se sustituye por una poesía en primera persona muy directamente, al menos en apariencia, confesional.Una Sherezade cansada de sus fantasías inicia el segundo libro, Cuéntamelo otra vez (1999): "Llevo casi mil noches fabulando,/me duele la cabeza, tengo seca/la lengua y agotados los recursos/y la imaginación. Y ni siquiera/sé si me salvaré con mis mentiras". El camino del despojamiento parece llegar al extremo con Estoy ausente. El poema inicial pone sobre aviso al lector. "Sueño con mi padre" se titula y es el propio padre muerto quien habla: "Ya estoy aquí, no llores, pequeñaja,/me parte el corazón verte llorar". ¿Es el poema o es el asunto del poema lo que nos emociona? El intimismo realista se mueve a menudo en esa perplejidad. "Pobre Amalia,/tan fría y racional en apariencia,/tan vulnerable corazón adentro", dicen otros versos. La autocompasión, uno de los más graves riesgos estéticos, se encuentra a un paso. ¿Acierta Amalia Bautista a evitarlo? Sí. Bien lejos de cualquier blandura autocompasiva, salvo quizá en ese primer poema, se encuentra "Negra bilis", la sección inicial del libro, una escueta crónica "del dolor, de la angustia y del desastre".
El endecasílabo sigue siendo el metro preferido por Amalia Bautista, pero ahora alterna con versos de arte menor y adopta un tono más coloquial. No escasean los poemas desoladoramente memorables, como "El ángel perplejo": "Nunca hubo dios, ni vírgenes, ni santos,/ni icono que proteja, ni oración que consuele;/nunca ha habido milagros o prodigios,/ni salvación del alma o vida eterna;/ni mágicas palabras, ni bálsamo efectivo/contra el dolor que no remite nunca;/ni luz al otro lado de las sombras,/ni salida del túnel, ni esperanza./Sólo nos acompaña en esta travesía/un ángel de la guarda perplejo que soporta/la misma vida perra que nosotros". "Hilos de seda", la sección central del libro -un único poema en varias partes-, es una original variación del mito de Penélope: "Pensaron que era la paciente esposa/de un héroe. La que espera noche y día/tejiendo y destejiendo. La que ignora/que nunca vuelve el mismo que ha partido./Y sólo soy una maldita araña". También Sherezade, el mito central en su poesía primera, se ha convertido en araña: "Siempre creí que sólo las palabras/salían de mi boca, y que eran ellas/las que lograban aplazar mi muerte./Hoy sé que de mi boca sale un hilo,/ transparente y tenaz como un insomnio,/que te ha atado a mi vida para siempre".
Estoy ausente comienza con la negra bilis de la desesperanza y termina con "Luz del mediodía". Pero a pesar del título en esta tercera sección se encuentran algunos de los poemas más desolados del conjunto. Entre ellos, uno de los más acertados de la autora, "El baile", hecho todo él con materiales que no pretenden ser novedosos, pero que consigue una rara intensidad emocional. Hay poetas que gustan de una engañosa transparencia, que nos admiran menos que nos conmueven. Pero sólo en la primera lectura. En las lecturas sucesivas, sin dejar de conmovernos, nos admiran cada vez más. Antonio Machado es uno de ellos. Amalia Bautista pertenece a la misma especie. Su sencillez no está al comienzo del camino, no es resultado de la espontaneidad confesional. La más difícil maestría es siempre aquella que acierta a parecer invisible.
AHORA
Ahora que el camino que debo recorrer
es un paso elevado sobre una carretera
que da miedo mirar, porque el abismo
implacable me llama.
Ahora que se ha muerto la esperanza
como un pájaro echado de su nido
por hermanos más fuertes.
Ahora que es de noche todo el día,
invierno todo el año
y las semanas sólo tienen lunes,
¿dónde mirar, dónde volver los ojos,
que no encuentre los ojos de la muerte?
Amalia BAUTISTA