Image: Cifra y aroma

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Poesía

Cifra y aroma

Isabel Escudero

21 noviembre, 2002 01:00

Isabel Escudero. Foto: Mercedes Rodríguez

Hiperión. Madrid, 2002. 331 páginas, 15 euros

En 1984, Isabel Escudero publicó Coser y cantar, cantos y coplas, proverbios y adivinanzas, una fascinante recreación de la poesía popular que no sonaba a folclorismos rancios ni a mimetismos machadianos, aunque los dos Machados (o los tres: también el padre, Antonio Machado y álvares, el de los Cantes flamencos y cantares) estuvieran presentes. Ahora, tantos años después, reúne otra prodigiosa colección de poesía, Cifra y aroma, llena de gracia y humor, a la vez popular y muy personal, de todos y de nadie.

Canto y cuento, trivialidades y genialidades, bromas y veras, ocurrencias y deslumbramientos se entrecruzan en estos brevísimos poemas que buscan ser repetidos de boca en boca, borrar el nombre del autor, hacerse de todos.

"Bromas" y "Juegos" se titulan dos de las partes, pero ni siquiera en ellas el juego y la broma es lo que predomina. Broma y juego, humorada infantil, son las adivinanzas, pero no se quedan en eso: "¡Qué árbol tan raro!/Cuando muere/lo plantamos" (La solución es, claro, el hombre.)

En "El día menos pensado" quiere hacer una poesía más personal, pero los poemas más extensos, que ella llama soliloquios, en seguida se interrumpen con los habituales proverbios y canciones: "Tú y yo aquí/contando monedas falsas,/y otoño derrochando/el oro de sus arcas".

"No conozco otro caso de fidelidad extrema a la herencia de lo popular", escribe Luis Mateo Díez en el primero de los sucesivos prólogos (algo redundantes). Pero sería un error limitar los aciertos de Isabel Escudero a la asonancia de arte menor, a las coplillas que vienen del pueblo y al pueblo han de volver. También sabe glosar a Pessoa sin caer en el tópico: "¡Qué suave se me va la tarde de este día/que con tanta fiereza en la mañana/me abrió los ojos cuando mejor dormía!" O dedicar un espléndido epitafio a la memoria de Georg Trakl. Pocos poetas tan variados, tan dueños de su oficio, como Isabel Escudero, pocos con tanto arte para buscarle las vueltas a un ritmo que parece el más simple, al alcance de cualquiera, casi sólo asonancias, paralelismos y quiebros del habla común.

A veces puede parecer demasiado fácil, populista más que popular ("Cantando guisa, /para ese memo/que ni la mira"), pero incluso en esos casos sorprende su capacidad para evocar toda una historia con los mínimos elementos. Víctor Erice, en el epílogo al volumen, se admira de su capacidad para la elipsis: "Vuelve el columpio/ vacío:/en el cielo,/otro angelito".

Para cada lector guarda un hallazgo este centón inagotable, obra personal y obra de siglos, compendio de sabiduría, juego de niños, ingenio de sobremesa, aire de Oriente, infancia recuperada a voluntad: "Todo y lo mínimo:/en la noche vuelan/Dios y un mosquito".