El detonante fue la prematura muerte de Ian McGinty, dibujante y guionista estadounidense que trabajaba en el sector de los cómics infantiles. Ocurrió el 8 de junio y tenía solo 38 años. Aunque no ha trascendido la causa de su muerte, algunos amigos suyos, también autores, comentaron en las redes sociales lo mucho que trabajaba, la desorbitada cantidad de horas que dedicaba a los proyectos con los que se ganaba la vida y los problemas de estrés y de salud que tuvo a causa de ello. Entre otras obras, McGinty trabajó en adaptaciones al cómic de series de animación como Hora de aventuras, del canal Cartoon Network, o Invader Zim (Nickelodeon). También publicó una serie propia titulada Welcome to Showside, en la editorial Z2.
A raíz de la noticia de su muerte y los problemas de salud y estrés que había tenido, la bola de nieve fue creciendo y surgió la etiqueta #ComicsBrokeMe (“Los cómics me quebraron”), con la que muchos guionistas, dibujantes, coloristas y otros trabajadores del mundo del cómic han compartido en los últimos días sus experiencias sobre la explotación y la precariedad laboral del sector.
Entre los más conocidos está el escritor de novelas e historietas Neil Gaiman, autor de la popular serie The Sandman. “Cuando comencé en los cómics en 1987, DC Comics me pagaba 40 dólares por página por un cómic de 24 páginas. Ahora se paga entre 120 y 160 dólares. Cómo alguien sobrevive con las tarifas de página actuales me deja helado”. Con el aumento del coste de la vida que ha habido en Estados Unidos en estos 36 años, lo que se paga hoy equivale más o menos a lo que se pagaba entonces.
En la industria del cómic norteamericana, donde el trabajo artístico se suele dividir entre guionistas, dibujantes, entintadores, coloristas y rotulistas, se suele pagar una tarifa fija por página a los autores, que suele complementarse con un porcentaje de derechos de autor (por ejemplo, un 8 %, señala el agente de autores Joaquín García) una vez que se supere un determinado número de copias vendidas (por ejemplo, 20.000 ejemplares). En España, en cambio, lo habitual es que no haya tarifas fijas y se pague solo un porcentaje de los derechos de autor, que suele rondar el 10 %, de los cuales se paga un anticipo al principio. El otro 90% se reparte entre la editorial, la distribuidora y la librería.
Debate en España
En nuestro país también se ha usado la etiqueta #ComicsBrokeMe para debatir en Twitter sobre la precariedad del sector. Rubén Fernández, autor habitual de la revista El Jueves, republicó una viñeta sobre la difícil vida del dibujante de tebeos:
El guionista Fernando Llor, presidente de ARGH!, la Asociación Profesional de Guionistas de Cómic, recordó en Twitter que, según el INE, “el umbral del riesgo de pobreza está en los 10.088 euros anuales”, y remitió a una encuesta realizada a guionistas de cómic en 2022 según la cual el 51 % de ellos declaró haber ganado menos de 1.000 euros al año, es decir, diez veces por debajo de ese umbral. Solo un 17% ganó más de 5.000 euros anuales. Y solo el 7% se dedica al cómic como primera actividad, mientras que el 93% restante debe compaginarla con otra actividad para poder vivir. “Desde ARGH nos preguntamos cuántas penalidades más debemos sufrir los autores para alcanzar unas mínimas condiciones dignas”, comentó la asociación en su perfil en la red social.
El mercado editorial se caracteriza por su opacidad. Casi todas las editoriales mantienen sus cifras en secreto, y por ello la Sectorial del Cómic —organización que aglutina a muchas organizaciones del mundo de los tebeos (autores, guionistas, editores, libreros, divulgadores…) y que ha conseguido de las administraciones públicas una mayor implicación en la protección del sector, como la creación del Día del Cómic— ha estado tres años trabajando en el Libro Blanco del Cómic en España, que iba a presentarse de manera inminente pero se ha paralizado debido a la inminencia de las próximas elecciones, explica a El Cultural su presidente, Alejandro Casasola. De sus resultados solo puede adelantar que el cómic factura unos 130 millones de euros anuales y que cada año se editan en nuestro país la friolera de 4.600 títulos. Una cifra que obliga a hacerse una pregunta extensible a todo el mercado editorial: ¿hay demanda para tanta oferta?
Aunque de todos esos títulos solo 400, aproximadamente, son novedades de autores españoles, no hay que hacer muchas cuentas para llegar a la conclusión de que hay muchos cómics en las librerías compitiendo entre sí, que las tiradas tienen que ser forzosamente pequeñas y que las novedades semanales van poco a poco expulsando de las estanterías los lanzamientos anteriores.
Como explicó este medio en un reportaje sobre la situación del sector, las tiradas de los cómics editados en España no suelen superar los 2.000 ejemplares. Si se venden todos, a una media de 17 euros por ejemplar según el presidente de la Sectorial del Cómic, un autor que cobre el 10 % por derechos de autor recibiría apenas 3.400 euros por un proyecto en el que probablemente haya invertido un año o más. Por eso casi todos los autores, salvo los que más venden, se ven obligados a completar sus ingresos con encargos para publicidad, prensa y otros productos editoriales, la venta de originales o la docencia.
Ana Penyas, Premio Nacional del Cómic en 2018 por su ópera prima, Estamos todas bien, pudo dedicarse a hacer su segunda obra, Todo bajo el sol, gracias a los 20.000 euros del galardón que concede el Ministerio de Cultura. “Vivir solo de hacer cómics es casi imposible si no vendes mucho. Conozco gente que ha optado por autoeditarse porque gana más así que en una editorial”, declaró en aquel reportaje.
Lo explica muy bien en este hilo de Twitter el ilustrador gallego José Málvarez Carleos:
El lado soleado de la calle
Como en todo, cada uno habla de la feria según le va en ella. “Hay una parte de la industria que es precaria, pero como en cualquier industria”, opina Joaquín García, agente de una treintena de autores de cómic, en su mayoría españoles, que trabajan para el mercado estadounidense y otros como el francés, el inglés, el italiano, el australiano o incluso el indio. “Ibáñez lleva toda la vida viviendo muy bien de Mortadelo y Filemón, igual que Jan de Superlópez”, afirma en declaraciones a El Cultural, y explica que en Estados Unidos las editoriales pagan una tarifa por página que no suele variar de unos autores a otros, pero sí añaden distintos suplementos de exclusividad dependiendo del artista. “Quizá el precio por página que cobra Gaiman se ha reducido con respecto a lo que cuesta la vida, pero los contratos en exclusiva de Estados Unidos se hacen con un suplemento monetario que depende de tu importancia en el mercado”. Según este agente, Grant Morrison —guionista de Batman, entre otras series— “no estaría en DC si no estuviera cobrando una cantidad altísima de dinero”, señala. “Se está contando solo una parte del panorama”.
Entre los autores que representa García están Juann Cabal, Guiu Vilanova o Janeth Bazaldua, que publican en editoriales punteras como Marvel, DC, Dark Horse o Image. La tarifa mínima que acepta para sus representados es lo que paga la editorial Zenescope: 65 dólares por página, aproximadamente la mitad de lo que hoy es estándar según Gaiman.
Hay editoriales, afirma García, que pagan mucho por página, caso de Millarworld, fundada por el guionista Mark Millar y adquirida en 2017 por Netflix, que está adaptando algunos de sus títulos. Según el agente, esta editorial paga unos 1.500 dólares por página. Multiplicados por las 24 páginas que suelen tener los números de grapas de superhéroes, resulta una cantidad nada desdeñable, aunque obviamente son muy pocos los autores que logran un trabajo así.