Orhan Pamuk. Foto: Bernardo Díaz
Nadie escapa a su destino, nos repiten una y otra vez los mitos clásicos, cuestionando la imagen lineal del tiempo que impera en las sociedades modernas. Orhan Pamuk (Estambul, 1952) actualiza el mito de Edipo y la historia de Rostam y Sohrab, una versión oriental de la fábula griega, para mostrar que tal vez no existe el destino, pero sí una fatalidad recurrente asociada a las pulsiones básicas del ser humano. Crecer sin un padre produce sentimientos de desorientación y desamparo, pero no es posible madurar, construir una identidad propia y diferenciada, sin matar al padre, al menos de forma simbólica. La mujer del pelo rojo plantea este conflicto, escogiendo como escenario la Turquía de las últimas cuatro décadas. Turquía es un país dividido entre una elite occidentalizada y unas masas cada vez más identificadas con la tradición islámica. Es la puerta entre Oriente y Occidente, un lugar donde Europa se encuentra con Asia, provocando un cataclismo cultural. La historia de Cem Bey y Gülcihan Hamm, la misteriosa mujer del pelo rojo, sólo es un ejemplo más de esa conmoción. Ambos desafían a la sociedad turca más conservadora, labrando su propia desgracia con su rebeldía.Cem Bey es hijo de un farmacéutico de ideas marxistas que abandona a su familia. Cem crecerá atormentado por su ausencia, anhelando la presencia de un adulto que se encargue de su educación. En una Turquía donde la mujer sufre una discriminación secular, sólo el padre puede actuar de guía, freno o inspiración. Cem hallará un nuevo padre en Mahmut Usta, un pocero que le proporciona un empleo como ayudante. Durante un verano, trabajarán juntos, excavando un pozo en Öngören, un pueblo miserable situado en las afueras de Estambul. Mahmut Usta carece de estudios, pero ha leído atentamente el Corán y, en su niñez, nunca desperdició la ocasión de escuchar los relatos orales de los poetas ambulantes. Esa formación le permite aleccionar a Cem, introduciendo pequeños cambios en las historias tradicionales. Entre su repertorio, se halla la leyenda de Rostam y Sohrab.
Rostam era un héroe mítico de la antigua Persia que combatió con su hijo en un épico duelo. Ninguno conocía la identidad de su oponente. Rostam logró acabar con Sohrab, pero cuando descubrió quién era su víctima, enloqueció de dolor. Cem se obsesiona con la historia desde el primer momento. Casualmente, una modesta compañía de actores representa la historia en Öngören. Cem descubre a una mujer de pelo rojo entre los cómicos. Alta, con unas hermosas piernas y una mirada sensual, aparenta treinta y pocos años. Cem, que sólo tiene dieciséis, sueña con hacer el amor con ella. No sospecha que su insensata pasión desencadenará una trágica serie de acontecimientos, cuyo desenlace recreará el infortunio de Edipo y Rostam. Pamuk es un narrador extraordinario que imprime a sus novelas la agilidad de una novela policíaca. Su talento para mantener viva la tensión no resta profundidad a las peripecias de sus personajes, casi siempre abrumados por dolorosos problemas existenciales. En esta ocasión, sus criaturas se enfrentarán a los tabúes más ancestrales: el parricidio y el incesto. No se trata de simples delitos, sino de actos que atentan contra los pilares de la civilización.
Pamuk ahorra al lector los discursos moralizantes. La función de la literatura no es sermonear, sino bajar hasta lo más profundo y adentrarse en la oscuridad. La literatura se hace con palabras, pero su horizonte último son las imágenes. La imagen del pozo no es casual. Cem trabaja como pocero porque su destino es explorar el inconsciente, buceando en sus aguas más turbias. En el inconsciente viven las pulsiones más primitivas y aberrantes. Al mismo tiempo, ofrece cobijo a lo sobrenatural y divino. En el pozo de Öngören se agita el fantasma de José, hijo de Jacob, traicionado por sus hermanos, y del profeta Daniel, rodeado de fieros leones. A su lado, el arcángel Gabriel anuncia la venida de un tiempo nuevo, donde el cordero y el león pacerán juntos.
Altar y cloaca, el pozo será el escenario de un crimen. Cem obra como un nuevo Edipo, pero también como un nuevo Isaac que decide rebelarse contra Dios. Al igual que Usta, Pamuk introduce una variación en el mito, alterando su significado. La fábula pagana de Edipo se funde con célebre ascensión de Abraham al Monte Moriah, alumbrando un nuevo relato sobre el pecado y la redención. El pozo de Öngören se parece al aleph borgiano. Alberga un infinito compuesto por las distintas secuencias del tiempo, reuniendo a dioses, hombres, ángeles y demonios, vivos y muertos, en un confuso fragor.
La mujer del pelo rojo revela que el talento de Pamuk, lejos de declinar, persevera en su capacidad de crear ficciones complejas. Su última novela es una emotiva historia de amor, una ambiciosa caja de resonancia de mitos milenarios y un perspicaz retrato de Turquía, con sus vicios y sus virtudes. Eso sí, su clarividente análisis de la sociedad turca no implica un localismo empobrecedor. Su prosa, elegante, fluida y exenta de cualquier énfasis retórico, aborda conflictos universales: la paternidad, el sexo, la orfandad, la búsqueda de los orígenes, la irrenunciable pregunta por el sentido de la vida. Pamuk no absuelve ni condena. Sus personajes son intensamente humanos, lo cual significa que cruzan en ambos sentidos la línea que separa el bien del mal, transitando del egoísmo más indisculpable al exceso de escrúpulos. Su sentido de la culpabilidad evidencia que no son amorales, sino imperfectos.
¿Podrá liberarse el ser humano alguna vez de la inacabable pugna entre civilización e instinto, razón y naturaleza? No es probable, como advirtió Freud, pues las pulsiones más atávicas son más poderosas que las inhibiciones morales. La sombra de Edipo siempre nos acompañará. Nuestro destino es sufrir, contarlo e intentar en vano olvidarlo.
@Rafael_Narbona