Arturo Pérez-Reverte. Foto: Javi Martínez
Creador del capitán Alatriste y de muchos otros memorables héroes cansados, populares entre millones de lectores, Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) ha creado su nuevo personaje de ficción en la serie iniciada con Falcó (2016) y ahora continuada en Eva. En ambas obras la técnica narrativa del autor está depurada al máximo con la idea de conseguir el fin primordial de atrapar la atención del lector ya en la primera página, potenciar en cada paso la suspensión de la intriga y mantener el interés hasta el final, sin dejar ni un momento de reposo. Dicha depuración se adelanta ya en los títulos, reducidos a la desnudez del apellido del protagonista en Falcó o del nombre de un personaje principal en Eva. Dicho proceso de esencialidad formal, despojada de adherencias innecesarias para potenciar la fluidez narrativa, se proyecta en la sucesión trepidante de lances y situaciones sorprendentes contadas con firme pulso narrativo, mostradas en descripciones sugerentes y medidas en cada palabra o escenificadas en diálogos ajustados a cada momento. Eva es una novela de espías, de acción e intriga que transcurre en marzo de 1937, en plena Guerra Civil española, protagonizada por personajes imaginarios que se mueven en un marco histórico donde se combinan hechos reales y ficticios. Comienza en Lisboa, cuando Falcó se hace con los datos del barco en el que la República mandará a Rusia una importante cantidad del oro del Banco de España. Sigue por Salamanca y Sevilla, con continuas escaramuzas de varia índole. Y todo confluye muy pronto en Tánger, ciudad neutral y puerto con estatuto internacional, donde atraca el mercante republicano que transporta el oro bajo la vigilancia hostil del destructor nacionalista que lo espera para atacarlo y hundirlo. Allí se desarrolla la misión de Lorenzo Falcó, enviado para conseguir la entrega del barco republicano con el oro que necesitan los nacionales para costear gastos militares. Y en la turbulenta ciudad del Norte de África todo se mueve sin descanso, entre agentes y espías republicanos, nacionales y soviéticos, diplomáticos, sicarios, mujeres atractivas y marinos de distinta graduación y nacionalidad, entre una variopinta fauna de gentes que se mueven por intereses diferentes, con unas reglas de juego que cada cual sigue a su manera, rodeados de traiciones, delaciones, persecuciones, secuestros, asesinatos, conspiraciones, mensajes cifrados, citas nocturnas, trifulcas y peleas alimentadas por pasiones de toda naturaleza en aquella oscura encrucijada. Entre muchos canallas y algunos héroes, Falcó despliega su egoísmo vital de truhán redomado y amoral, agente adiestrado en afrontar peligros, leal con los suyos, cínico y seductor, en contraste con la espía soviética Eva Neretva, cuyo nombre da título a la novela, y que representa la fidelidad a una fe revolucionaria por la cual sigue dispuesta a luchar jugándose la vida. La admiración del autor se aprecia en la dignidad y la nobleza de los dos capitanes de los barcos, a quienes la sucia guerra movida por intereses de políticos y militares sin escrúpulos ha convertido en enemigos. En esta novela de intriga con espías en tiempos de guerra, escrita en una prosa cuidada en todo detalle, el autor se ha decantado por un relato que pone al descubierto los horrores y engaños de la guerra, haciendo ver que la verdad es lo primero que muere en toda confrontación bélica, poniendo de relieve que quienes la padecen son los pueblos, pues los hombres de los dos bandos enfrentados no dudan en unirse cuando son amenazados por un rival externo.
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