Berta Vias. Foto: Archivo de la autora

Lumen, 2016. 153 páginas, 17'90€, Ebook: 8'99€

Desde que Luis Goytisolo presentó en 1958 un libro narrativo de género inclasificable, Las afueras, en el que diversas historias independientes tienen variados nexos que permiten entenderlo no como un conjunto de relatos sino como una novela, varios narradores españoles se han acogido a esa fórmula. Pero nadie ha ido tan lejos con tanta originalidad como Berta Vias Mahou (Madrid, 1961) en La mirada de los Mahuad. Esta afición al riesgo, a la escritura que salta por encima de convencionalismos, buscando un algo inédito en un género que ya ha sido sometido a mil innovaciones, es el rasgo externo más llamativo de la obra. La componen seis piezas que podrían ser cuentos largos pero que suenan más a narraciones breves marcadas por un común principio de presentar una historia esencial, concentrada e intensa. No doy estos datos por explicar el aspecto formal de la obra y por resaltar el cuidado con que Vias la construye, aunque esto también deba subrayarse. Al fin y al cabo, esta es una preocupación distintiva de la autora, quien ya decía en una obra anterior (cito de memoria) que los escritores no ponen nada gratuito en sus libros.



Lo destaco porque en ese planteamiento reside la sustancia misma del modo cómo Berta Vias presenta y analiza el mundo. Así, se abre el volumen con una pieza extraña, de igual título que el libro, situada en Alemania, donde una familia española (los padres Rita y Horacio y sus hijas Elba y Jara) funcionan como contraste de sus vecinos oriundos del pueblecito en el que viven y como marco de la reacciones colectivas a una historia de exhibicionismo. El relato se llena de personajes excéntricos y de anécdotas extravagantes. Y bascula del realismo a la desrealización. Entre los personajes aparece un muchacho polaco, Jan, el cual compartirá con Elba el papel de hilo conductor de toda la obra. Un algo como de extrañeza y de misterio más un punto de cuento tradicional marcan este narración que ante todo recrea una atmósfera. Los personajes reaparecen en la pieza siguiente, "La llegada de los demonios", más centrada en la familia de Jan, los Wojniakowski. Aquí Elba da pasos hacia el protagonismo del libro y sus tratos con el chico sugieren una relación de ambos estrecha y profunda. Estos mimbres vuelven a utilizarse en las otras piezas con mucha libertad y osadía. "Soldado ruso" parece un relato pegadizo. El foco se pone en Jan, quien recibe una larguísima lista de nombres alternativos, manera de plantear un asunto destacado, la identidad. Frente a la sensibilidad lírica de otras ocasiones, el tono es ahora de farsa. Y en vez del acento emocional de otras ocasiones, en ésta encontramos una peripecia muy divertida.



Está claro que Berta Vias no quiere construir un artefacto narrativo homogéneo ni trabado de manera explícita. Su planteamiento es indirecto, intimista y no poco abstracto y elíptico. De forma discontinua presenta una variedad de asuntos: una muestra representativa de la pluralidad de caracteres de nuestra especie, señales que desvelan caras ocultas del mundo y el secreto de las relaciones humanas. La percepción de todo ello se afronta con versatilidad espacial y temporal y tiene una base de ensoñación, onírica y visionaria; e incluso se apela a la magia en una incursión en el sincretismo vudú. Como núcleo anecdótico de este asomarse al misterio de la existencia, la autora aboceta una emotiva historia de amor puro e intenso.



El estilo de minuciosa elaboración, con una prosa cuidada y pinceladas poemáticas, resulta muy pertinente para levantar una realidad más sugerida con vigor imaginativo que documentada. Asuntos y forma peculiares hacen de Vias una escritora valiosa, aunque minoritaria. Escribe para esos lectores que reniegan de la narrativa tradicional y de las trampas de la literatura de consumo.