Alicia Kopf. Foto: Archivo de la autora

Alpha Decay. Barcelona, 2016. 256 páginas, 19'90 €

Alicia Kopf, nombre artístico de Imma Ávalos (Girona, 1982), dedica Hermano de hielo a su hermano diagnosticado con trastorno del espectro autista, un perfil que se traduce en una distancia comunicativa con el mundo, pero también con el ejercicio de una voluntad propia.



Con esa figura tutelar al fondo, el libro es crónica, ensayo, memoria o diario sin dejar nunca de someterse a una conceptualización intensa y a una lógica en última instancia narrativa. Kopf no escribe exactamente un libro sobre su hermano, sino que explora obsesivamente las metáforas que la conquista polar le sugiere para construir una "épica de uno mismo y de su idea". Los materiales se acumulan: recuerdos propios o su reelaboración, biografías de aventureros, lecturas y experiencias artísticas, etc. La versión catalana ha tenido una acogida espectacular, y ahora Alpha Decay publica una traducción castellana de la misma autora que incorpora pequeñas modificaciones, añadidos, podas, y un breve pasaje completo que no estaba en el volumen original: "La continuidad de las piscinas" (notable).



Hermano de hielo utiliza la biografía como material de trabajo, pero lo más característico del libro es su voluntad de hacer explícito el concepto que lo anima, la naturaleza del "proyecto" y del "método" en que se basa, una terminología que lo acerca a lo artístico de la misma manera que las depuradas ilustraciones de la autora. Como un exoesqueleto recubriendo las zonas más supurantes del texto, abundan las variaciones ensayísticas en torno a la voz narrativa, la dirección de la mirada creativa (¿hacia el horizonte, o hacia el imperio interior? La adversativa es engañosa) y la utilidad de la escritura para "dar sentido" a lo que ocurre en una vida inestable, en fricción con el mundo. Detalle significativo: las expediciones polares, nos explica la narradora, vinieron junto a la introducción del registro documental en forma de fotografía, filmación o diario escrito (con precontrato editorial).



La versión castellana refuerza esa impresión no digo teórica, pero sí sistemática, mediante la multiplicación de notas a pie de página que explican conceptos o expenden referencias. E insisto: lo que pueda haber de "teórico" o "poético" siempre responde a una estrategia profundamente narrativa, que la propia Kopf identifica sin ambigüedad como "ficciones". Y ya que he usado el término de "utilidad", subrayemos que Hermano de hielo es la crónica de una conquista de lo inútil, de ahí las referencias que desliza al Fitzcarraldo de Werner Herzog (el poeta Ben Clark, generacionalmente afín, ha construido su poemario Los últimos perros de Shackleton sirviéndose de una imaginería similar a la de Kopf, y también cita a Herzog en un poema que habla de tener miedo "sólo al miedo a lo difícil").



Memoria y vocación, distancia abismal ante los otros, frío conteniendo un paisaje tropical, familia como secreto y Leviatán... Hermano de hielo habla de todo ello sirviéndose de una estructura dúctil. La primera sección, "Los héroes congelados", es de lo mejor que se habrá publicado este año; las dos siguientes son muy buenas.



El libro está destinado a ser importante para algunos lectores (para este que lo reseña, por ejemplo), en primer lugar porque se plantea preguntas oportunas: ¿qué tipo de continuidad pueden establecer los hijos de la clase media mediterránea del XXI con el modelo proustiano de artista? ¿Cómo se escribe en esta parte del mundo, cuando las condiciones materiales son un cepo permanente? ¿Para quién se escribe? Pero sobre todo, el libro despertará esas complicidades eléctricas porque, en su viaje introspectivo y abismal, no se permite nada que no sea aventura, esto es, nada que no sea incómodo y verdad. La lectura de Hermano de hielo es un mandato cristalizado en este aforismo de Cristóbal Serra: "Métete en hielo y sal candente".