El señor Mani
A. B. Yehoshúa
19 febrero, 2016 01:00A. B. Yehoshúa
El escritor israelí, A. B. Yehoshúa (Jerusalén, 1936), como Amos Oz, otro miembro de su generación, lleva décadas intentando convencer a sus paisanos de que aborden la cuestión de la identidad judía con mayor realismo, usando menos palabras altisonantes e ignorando los ecos del pasado. Y que se fijen en lo que pasa día a día en Israel, que ya es suficiente. La Historia atesora bastantes supersticiones innecesarias, mientras la historia cotidiana basta y sobra para vivir en paz. Precisamente en ese vértice entre la identidad de confuso origen histórico y la realidad del día a día se sitúa esta novela.Se trata de cinco largas conversaciones, en las que sólo escuchamos a uno de los interlocutores, el que habla, porque las palabras del otro aparecen solamente reflejadas en las respuestas. Y en cada una de esas charlas aparece siempre, como hilo conductor, un miembro de la familia judía Mani. Los diálogos tienen lugar en varios momentos históricos y en lugares diferentes. La primera conversación se desarrolla entre Agar Shiloh, la que habla, y su madre, el 31 de diciembre de 1982. Agar es una joven educada en un kibbutz, donde la madre, Yael, es una administradora jefe. Contra la voluntad de la madre, Agar abandona el kibbutz y se va a estudiar a Tel Aviv, donde conoce a un joven, Efraym Mani, de quién quedará embarazada. A él le mandan al Líbano como soldado, y en un momento dado pide a su pareja que hable con su padre y que le excuse de que no puede asistir al funeral de su madre. Agar viajará a Jerusalén, donde el padre, Gavriel Mani, es juez, que practica un ritual de auto sacrificio, que ella toma por un deseo de suicidarse.
En la segunda conversación escuchamos a Egon Bruner, un joven paracaidista alemán, estacionado en la isla griega de Creta, el primero de agosto de 1944, hablar con su madrasta, viuda de un renombrado militar muerto. El joven trata de explicar a su madre las semejanzas entre los alemanes y el mundo clásico. Un joven guía de origen judío, Yosef Mani, le había iniciado en la antigua cultura clásica. Bruner llega a creer por caminos tortuosos que los judíos se salvarían si renunciaran a su judaísmo.
En la tercera conversación, posiblemente la mejor, encontramos a Ivor Stephen Horowitz en Jerusalén el 10 de abril de 1918. Este abogado militarizado, inglés de origen judío, conversa con un coronel llamado Woodhouse, el juez militar que preside el juicio contra Yosef Mani, el guía de la conversación anterior, a quien se acusa de haber espiado a los ingleses para los turcos. La última conversación del libro tendrá lugar en Atenas, el 12 de diciembre de 1848.
Cada conversación constituye un relato complejo, psicológica y moralmente profundo. Esta extraña novela, estupenda, dejará huella en la persona que escucha las conversaciones, el lector.
@GGullon