Antonio J. Rodríguez. Foto: Juan Guerrero
Si nos tomamos en serio aquello de que toda nueva generación tiene la obligación de matar al padre, Antonio J. Rodríguez es el capo de los parricidas. Situémonos: tiene veinticinco años y ha escrito una novela que dinamita una por una todas las reglas de la narratología clásica. No se trata sólo de hacer añicos el discurso aristotélico, que también, sino de dar diez o veinte pasos (de gigante) y terminar, de paso, con todo lo demás, desde la verosimilitud hasta la concordancia verbal, pasando por el idioma.Rodríguez aboga por un castellano hecho a la medida de sí mismo, cargado de neologismos, vulgarismos, tecnicismos o anglicismos sin lexicalizar que, sin embargo, se articula con naturalidad y pasmosa fluidez. Está claro que estamos ante alguien literariamente muy capaz que viene dispuesto a cambiar las cosas. En el zurrón lleva una cultura literaria indisimulable, cierto odio atávico al, por otra parte odioso, establishment editorial, algo del nihilismo existencial abonado por las circunstancias y grandes cantidades de la rabia de toda una generación. Quienes estén un poco al día sabrán reconocer los rasgos de una familia a la que también pertenecen Eloy Fernández Porta, Luna Miguel o el controvertido y virtual Lector Mal-Herido.
El mínimo argumento autoficcional de este debut literario -aunque su autor había publicado una novela anterior, en coautoría con Luna Miguel: Exhumación- podría ser como sigue: un protagonista de nombre Pleonasmo Chief que quiere ser (¡es!) escritor y está enamorado de una adolescente llamada Lola Font divide su tiempo entre escribir, practicar el sexo con su chica y observar lo que ocurre en el Madrid contemporáneo. Por descontado, su realidad es tanto la que duerme en su cama como la que asoma a la pantalla de su ordenador. La novela es el relato de sus relaciones personales, laborales y literarias.
¿Relato generacional? Sí, sin duda, pero también mucho más. Esta novela es casi un grito de rabia. Un "aquí estoy yo" contundente. Un "os guste o no, así son nuestras cosas, las de los escritores de 25 que hemos venido para quedarnos". Siento una curiosidad enorme por saber hacia dónde evolucionará el estilo de Antonio J. Rodríguez. Me atrevo a sospechar que no podrá durar siempre su ausencia de convencionalismo y pienso que algo de conservadurismo -aun a muy pequeñas dosis- no le sentaría nada mal a su poderoso modo de ver y contar el mundo. Sea como sea, merecerá la pena esperar para ver.