Imagen de Arco 2012. Foto: P. A.
"La organización se supera cada año". "Han llegado coleccionistas extranjeros nuevos". "Ahora la feria ha encontrado su justa medida". "Se nota una mayor apuesta por la calidad en detrimento de la cantidad". "Todo el mundo está arrimando el hombro para que no se hunda". Tras patear la feria y hablar uno por uno con diversos galeristas presentes en esta última edición de Arco, la sensación es que, a pesar de la apocalíptica situación económica que atravesamos, la feria sigue manteniendo el tipo, con optimismo, vitalidad y la firme intención de tirar para adelante, porque seguro que vendrán tiempos mejores.En el stand de Helga de Alvear, este año ubicado en el pabellón 8 (lo normal era verla en el 10 junto a Juana de Aizpuru y Soledad Lorenzo), abundantes puntos rojos salpican las paredes blancas (los signos de las ventas consumadas). "Hasta cierto punto y hasta cierto precio, estamos vendiendo muy bien", dice la galerista de origen alemán. El artista canadiense Marcel Dzama le está dando muchas alegrías. Su diorama Rebellion Lay In Her Way se ha llevado el Premio Arco e irá a engrosar la colección del Centro de Arte Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid. También han colocado un par de dibujos de Elena Asins y alguno de los característicos cuadros velados de Ettore Spaletti.
Raquel Ponce mantiene el tono de satisfacción. Ha traído cuatro artistas a la gran cita del arte contemporáneo de nuestro país. "Y de todos hemos vendido. Es algo que es muy importante porque comprobamos que nuestra apuesta ha sido la acertada", explica la galerista, visiblemente satisfecha. "Lo bueno es que también se han interesado por mis artistas otros galeristas, que los van a apadrinar en otros países. Eso te estimula a seguir trabajando, porque para el galerista es importante vender pero también dar proyección a sus artistas". Es el caso de Avelino Sala, cuyas simbólicas y reivindicativas piezas (por ejemplo los libros quemados de Funeral Pyre) viajarán en los próximos meses a la feria de arte mexicana MACO, la Bienal de la Habana y el Centro de Arte Contemporáneo ARTPLA Space de Moscú.
De esa relación sinérgica entre galerista y creador otro buen ejemplo es el binomio que forman Toni Tapiès y Daniel Jacoby, artista peruano afincado en Barcelona, cuya obra, marcada por una soterrada pulsión narrativa, va cobrando cada vez más proyección internacional. Tapiès le sugirió prepararle unos dibujos, pero Jacoby no lo veía claro. "Yo es que no hago dibujos", le contestó. Al final llegaron a una entente: hoy tres híbridos entre collage y dibujo tienen tres puntitos rojos que orlan el triunfo íntimo de ambos. "Se los ha llevado un coleccionista privado", explica Toni Tapiès, que está viviendo un Arco difícil, tras el recientemente fallecimiento de su padre.
A Juana de Aizpuru, sin embargo, parece que los compradores se le están resistiendo. "La verdad es que otros años nos ha ido mejor", sentencia con la sinceridad de quien no tiene edad para equilibrismos verbales. Sus palabras son directas y siempre tienen sustancia, pesan. En los últimos años se lamentaba de que las grandes galerías internacionales habían borrado Arco de su agenda. En su opinión, esta tendencia, mortal para la feria madrileña, comienza revertirse, y eso le devuelve la ilusión, a ella, que quiere a Arco como al hijo que dio a luz en 1982. "Ya han vuelto Chantall Croussell y Carlier Gebauer. Estamos en el buen camino de nuevo".
En el otro lado de la experiencia, está Ivory Press. Si Juana de Aizpuru lleva toda la vida en esto, Elena Ochoa y los suyos debutan en esta edición. Pero de novatos tímidos tienen poco. Han llegado con pesos pesados como Ai Weiwei, cuya pieza Water Melon vendieron el primer día por 50.000 euros. Antonio Sanz, director de la galería, ve con buenos ojos no sólo lo que hay dentro de su stand. Fuera también aprecia "mucha calidad y obras extraordinarias", además de una "buena representación de coleccionistas extranjeros convocados por la organización con éxito".
Esos coleccionistas internacionales, en particular los Rubell de Miami, que le han comprado a Heinrich Ehrhardt tres pinturas de Secundino Hernández. Esa adquisición provocó una suerte fenómeno inflacionario por la obra de este pintor. Lo que dice poco del criterio de los inversores en arte, que parecen moverse por espasmos especulativos. Aunque le cuesta dar la cifra exacta, el galerista admite que ya lleva vendidos ocho o nueve cuadros del artista. Además, señala que "un potencial dormido de compradores que habían dejado de venir han vuelto este año".
Soledad Lorenzo, otra de las incombustibles en Ifema, sigue en sus trece contra la crisis: "A nosotros no nos condiciona: seguimos trayendo lo mejor". Jerónimo Elespe le ha deparado quizá la mayor alegría: "Lo hemos vendido todo de él". Su energía al hablar de sus artistas no decae, y eso que ha anunciado su retirada del ejercicio activo del galerismo. ¿Estará el año que viene en Arco? "Pues claro, hay compromisos que se prolongan hasta el año que viene y yo no voy a cerrar la galería". Queda Soledad para rato.
Arco se despide de Antoni Tapiès
"Cansado y triste". Así confiesa a elcultural.es que se siente Toni Tapiès. En el tercer día de Feria es visible en su rostro que le cuesta mantener la actividad (de relaciones con unos y con otros) que exige Arco. A él acaba de morírsele un padre y eso es un golpe duro, de los más duros que cabe imaginar. ¿Ha provocado esa circunstancia un mayor interés por la obra del artista catalán? Él no lo cree: "Tapiès es un pintor que interesa desde hace muchos años. No noto un aumento en ese sentido. En lo que sí se nota es en la cantidad de gente que se acerca al stand para mostrarme su afecto y su apoyo".¿Recuerda la última vez que estuvo él en Arco? "Uf, hace mucho. Más de diez años. A él, como a casi todos los artistas, no le gustaban las ferias. Venía sólo para ver cómo instalaban sus cuadros pero se iba rápido. Esa última vez no se sentía ya nada cómodo, la gente le paraba constantemente y le aturdía un poco".
Soledad Lorenzo, su galerista, tampoco piensa que la muerte del pintor catalán haya suscitado un repunte inflacionario hacia su obra. "No, no se ha producido. Lo que sí se ve es que la gente se acerca con mayor emotividad a sus pinturas, con admiración y cariño, como para despedirle". Y es verdad.