El sueño de Whitman
José Luis Ferris
23 julio, 2010 02:00José Luis Ferris. Foto: Antonio Pastor
Hay, pues, dos historias que se van completando en narraciones alternantes. La historia pasada sucedió en julio de 1936. Se centra en el asesinato del brigada Alejandro Gadea, leal a la República, detenido y fusilado en Larache en julio de 1936 por orden de su amigo el entonces capitán Alonso Zaldívar. Esta historia está contada en los capítulos impares por un narrador omnisciente en tercera persona con poderes para acceder al conocimiento de cuanto sea necesario para la marcha del relato entre 1936, año del crimen que da origen a la novela, y 1950, cuando el ya coronel Zaldívar ha desaparecido en la célebre riada que inundó el norte de Marruecos.
La historia presente está contada en los capítulos pares por un narrador testigo que va adquiriendo progresivamente mayor protagonismo. Se trata del escritor frustrado Claudio Valbuena, que trabaja en una editorial alicantina, donde recibe la visita de Julia, hija del militar asesinado en 1936, con el ofrecimiento del diario de guerra escrito con toda frialdad por el despiadado Zaldívar. El proyecto de publicación de tan codiciado texto lleva a Julia y a Claudio a un recorrido por los lugares africanos donde sucedieron los hechos. Y este viaje al pasado de Julia, en busca de la verdad de lo ocurrido entre la tragedia vivida por su madre y la incertidumbre de Zaldívar, obsesionado por su posible relación con la hija del amigo fusilado, va estrechando lazos entre Julia y Claudio, cada vez más implicados en la investigación del pasado y recíprocamente atraídos por sí mismos.
El final no debe ser desvelado. Sólo diré que no pierde interés en ningún momento, salvo en el capítulo 11, híbrido entre reportaje y artículo dedicado a Chester Himes (por escasa justificación).