El mes más cruel
Pilar Adón
4 junio, 2010 02:00Pilar adón. Foto: Joaquín Gómez
El mes más cruel está concebido como una narración fraccionada que aborda el sentimiento existencial de soledad desde una óptica intimista. Marta Sanz subraya en el prólogo cómo los personajes de Adón comparten el gusto por la lectura. Cierto, pero este rasgo no constituye un ejercicio culturalista. El hábito encierra un claro sentido de refugio frente a la realidad triste o frustrante. Adón despliega un repertorio de seres desconcertados, aislados y como enclaustrados, víctimas del desencanto de las relaciones humanas... Tal mundo lo presenta con procedimientos impresionistas; lo alude o sugiere más que lo cuenta. En realidad, crea un ámbito moral de difusos límites donde peregrinan almas en busca de interlocutor, deseosas de una convivencia satisfactoria.
Tiene buena mano Adón para plasmar atmósferas elusivas. Cuando su habilidad para la inconcreción sugeridora evita la anécdota evanescente y se junta a una base narrativa sólida, produce cuentos excelentes: el que da título al libro, cercano al tratamiento de experiencias comunes, fina historia de amor, compenetración y solidaridad que capta las tensiones entre la dueña de una casa rural y varios invitados; "Marcel Berkowitz", de tono muy diferente, cercano al decadentismo simbolista; o "Culto doméstico", de registro dostoievskiano, con trama que asocia amor extremo, búsqueda de la felicidad y grave conflicto paterno filial.
También hay piezas algo fallidas por causa del peligro general que acecha a la autora, su proclividad a la abstracción, o a expresiones verbales un tanto vacías. Estas limitaciones no impiden reconocer en Adón a una narradora interesante, de atractiva personalidad, que pone sus facultades literarias, más cercanas a la esencialidad lírica que a las cualidades propias de lo narrativo, al servicio de encontrar salidas a la vivencia de sentirse perdido en el mundo.