Absurdistán
Gary Shteyngart
15 mayo, 2008 02:00Gary Shteyngart. Foto: Archivo
Las novelas que establecen un puente entre dos culturas figuran entre las favoritas del lector actual. Pienso en Cometas en el aire, de Khaled Hosseini, o en La Casa de los Encuentros, de Martín Amis, donde la vida en EE.UU se entrelaza en un caso con Afganistán y en el otro con Rusia. Tales obras tienden a presentar la falta de democracia existente en uno de los lugares mientras en el otro rige más o menos la libertad. No es nuestro caso. Tanto la Rusia del texto como EE.UU. exhiben sus debilidades.La novela de Gary Shteyngart (Leningrado, 1972) va dirigida a censurar los excesos de la cultura estadounidense actual con un lenguaje innovador, rico en neologismos y sumamente expresivo. Muestra cómo la guerra fría ha sido sustituida por la batalla por mantener satisfechos a los consumidores, que no ciudadanos de las grandes potencias. El nombre Absurdistán alude a un lugar simbólico, situado imaginariamente entre algunas repúblicas soviéticas, ricas en petróleo y corrupción, donde la oligarquía y la violencia ejercen el poder con absoluta arbitrariedad. La acción novelesca aparece situada al comienzo en Rusia y en EE.UU., y acaba teniendo a Absurdistán por escenario, un supuesto exsatélite comunista, que bordea con Irán, área del mundo conocida por Shteyngart, pues allí trabajaba cuando comenzó la redacción del texto, unos cinco días después del 11-S.
El narrador, un mago del idioma, viste y disfraza a sus personajes con mil y una características reales o tópicas. Unos son oriundos del centro de EE. UU. o de Nueva York, judíos o metodistas, otros rusos blancos, los hay asiáticos y chechenos, éstos con sus barbas y su afinidad a la violencia. Crea una masa de empleados al servicio de unos pocos, todos ellos enfebrecidos, infectados por el virus de la corrupción.
Conocemos al protagonista el 15 de junio del 2001. "Soy Misha Borisovich Vainberg, de treinta años de edad, un hombre con cierto exceso de peso, profundos ojos azules, una bonita y judía nariz ganchuda que recuerda a los loros más distinguidos" (p. 15). Hijo, y pronto heredero de un oligarca ruso, reside en la Venecia del norte, San Petesburgo. Lo encontramos en uno de sus lugares de esparcimiento favoritos, un restaurante de pescado que ofrece todas las comodidades y productos de un rico país occidental como Suiza. Allí se halla en compañía de su mejor amigo, antiguo compañero de universidad, Robert Lipshitz, mejor conocido por el apodo de Aloysha Bob, un americano enamorado de la vida en Rusia, donde dirige una compañía de importación y exportación de dvds. Misha y Aloysha Bob disfrutan esa noche de la compañía de sus respectivas parejas, Rouenna y Svetlana, cantando y bebiendo sin control. Recibirá en ese preciso día una triste noticia: su padre ha muerto en un atentado.
Rouenna, el amor de Misha, está pasando unos días con él. Ella es una estadounidense, residente en el Bronx. Sus señas étnicas suman una parte puertorriqueña, otra alemana, otra irlandesa, otra mexicana, aunque en su pasaporte norteamericano dice que nació en la República Dominicana. El pobre Misha sólo desea vivir con Rouenna en Nueva York, pero le niegan el visado para volver a EE.UU. La búsqueda del susodicho visado le llevará a Absurdistán, movido por el propósito de comprar un pasaporte belga a un diplomático corrupto. Lo consigue, pero le sorprende una revolución, montada en parte por una multinacional norteamericana, cuyo nombre recuerda el de Halliburton.
Shteyngart ofrece, pues, una mirada pesimista de las circunstancias sociales presentes. Su ironía prescribe un remedio social fuerte, nada de productos de homeopatía, sino amargas dosis de un revulsivo que acaba por estremecer las entrañas del lector.