El ángulo de los secretos femeninos
Diego Doncel
18 diciembre, 2003 01:00Diego Doncel. Foto: Archivo
Diego Doncel (1964) ha convertido su primera novela en un ajuste de cuentas con el bagaje de mitos, ideas y estereotipos del mayo del 68, ese movimiento difuso que, con el pretexto de subvertir el orden burgués, inmoló las vidas de una generación incapaz de disociar el hambre de experiencias del anhelo de autodestrucción.La peripecia de Claudio en una isla del Mediterráneo (presumiblemente Ibiza) recrea con implacable lucidez la herencia de caos e infelicidad que soportaron los hijos de esos hippies imbuidos en un nuevo credo, donde el sexo y las drogas adquirieron rango de absoluto. La muerte de Barb, una misteriosa mujer que hizo del exceso una forma de trascendencia, refleja ese deseo de superar todos los límites que actuó como matriz de la contracultura. Barb asume su propio desconcierto como un modo de ser alternativo a la identidad impuesta por las convenciones sociales. El yo es una mutilación, una limitación que nos aleja de lo otro, ignorando la naturaleza dispersa y fragmentaria de nuestra conciencia.
La desorientación de Claudio no es el fruto de una elección. Su voluntad nunca logró educarse. Sin otra referencia que la derrota y el desprecio por sí mismo, estudió medicina sin mucha convicción y sólo ejercicio el tiempo necesario para advertir su impotencia ante la enfermedad y la muerte. Su exilio en una isla invadida por hippies, turistas e inadaptados, sólo corrobora su incapacidad para encontrar la paz. Fracaso tras fracaso, sólo conseguirá una efímera tregua con una ceguera temporal. La locura de Claudio sólo es la estación final de un trayecto que incluye en sus escalas la destrucción del yo, la experiencia del límite y la renuncia a la estabilidad. Se trata de un viaje físico que refleja un itinerario espiritual. Aterrorizado por el ruido que surgía del cuerpo de su madre al entregarse a sus amantes, sólo un estrambótico secuestro le revelará fugazmente el calor de la paternidad.
Doncel ha escrito una novela que se aleja del canon realista. No hay elementos fantásticos, pero prevalece una atmósfera onírica. La búsqueda de sentido desemboca una y otra vez en el absurdo. Ese pesimismo existencial no se manifiesta, sin embargo, en una evidencia descarnada, sino en una fatalidad saturada de símbolos. En la caída de Claudio hay elementos míticos que trascienden la simple relación de los hechos. Doncel se acerca a los cronistas de los grandes espacios urbanos (Auster, DeLillo), recreando esas microvivencias que sólo comparecen en la novela y el cuento.
Doncel ha escrito una novela que poetiza sobre el fracaso y la pérdida. Su incursión en el genero narrativo, revela una notable capacidad para concertar introspección, relato y aliento lírico. Dentro de un panorama donde prevalece la futilidad y el convencionalismo, la aparición de una novela de estas características pone de manifiesto que la novela española también es capaz de reflejar los cambios que está experimentando el género. Al igual que Marías o Vila Matas, Doncel despliega un estilo que se cuestiona a sí mismo, mostrando una aguda perspicacia en su concepción del espacio narrativo. Su condición de poeta no se ha manifestado en una prosa lastrada por filigranas retóricas. Su escritura es la escritura de un narrador que se esfuerza en prestar su voz a un tiempo dominado por el vacío y la derrota.