El día de todas las almas
Cees Nooteboom
7 marzo, 2001 01:00CEES NOOTEBOOM
Esta es una novela dialogal en la que el protagonista, marcado por la trágica pérdida de su mujer e hijo, vive preocupado de preservar en vídeo los gestos y las actitudes que se van perdiendo
El día... acrisola todos estos elementos propios del paneuropeísmo de que hablamos, y reitera otros temas característicos de la personalidad de su autor. Es también una novela de viaje, pues su protagonista holandés, el camarógrafo y director de documentales Arthur Daane, vive en ruta perenne, si bien hace de Berlín su punto de referencia obsesivo. Allí reside el núcleo cosmopolita de sus amistades, y allí conocerá a una joven compatriota, Elik Oranje, tan desarraigada como él, y tan afecta igualmente a España, el país europeo ante el que Nooteboom solo considera posibles dos actitudes: odiarlo o amarlo. En El desvío a Santiago el autor confiesa haber optado por lo primero, como también Elik, que trabaja en una tesis sobre doña Urraca, la reina de Castilla y León. Y será camino de Santiago donde la última página de la novela se abrirá a la esperanza para sus dos protagonistas.
ésta es una novela peripatética y dialogal, en la que el protagonista, marcado por la trágica pérdida de su mujer e hijo, vive observando el mundo, preocupado de preservar en cinta de video los gestos y las actitudes que se van perdiendo. De ahí su negativa a entregar su cámara, aún a riesgo de perder la vida en un subterráneo de Madrid cuando dos cabezas rapadas se la quieren robar en los mismo días en que Eta -de la que Nooteboom se había ocupado ya con anterioridad- asesinaba a Miguel ángel Blanco. Daane vive de la percepción de las diferencias, de los matices, y de ello alimenta su constante conversación con sus amigos. Frente al "gran proceso de infantilización", a la "superficialidad fatal e insoportable" (pág. 233) que uniformiza y anula las individualidades, la novela de Nooteboom nos ofrece todo un repertorio de digresiones dialogadas sobre música, literatura, filosofía, arte o, incluso, gastronomía. El botillo alemán, el saumagen, sirve así para contraponer la riqueza inagotable de los embutidos continentales a la hamburguesa yanqui, emblema de la despersonalización: "Comer lo mismo, oír lo mismo y luego, por supuesto, pensar también lo mismo, si es que se puede hablar todavía de pensar" (pág.78).
Con los antecedentes que el propio Nooteboom le reconoce a su europeísmo, nada extraño que intervenga aquí la tragedia, junto a los elementos ya mencionados. Una tragedia que Arthur y Elik llevan consigo, pero que ella encarna explícitamente a través de los ecos de Medea y de las ménades que acompañan su figura. Como la heroína de Eurípides, Elik también sacrifica al hijo que hubiera podido tener con Daane y precipita el episodio que está a punto de costarle la vida. La tragedia no sólo está presente aquí como el gran mito antropológico, sino también como la más sublime de las formas escénicas acuñadas por los helenos, de donde Nototeboom toma, incluso, el recurso del coro, recreado en breves páginas de enlace entre los distintos episodios de la historia, como si el autor se esforzara en intensificar de este modo la unicidad no del todo lograda de su novela. Pero una tragedia degradada, como ya lo había sido en el Ulises de Joyce y el esperpento de Valle-Inclán. Bien lo advierte uno de los últimos textos corales de Noteboom: "Todas vuestras historias son historias sin importancia. De vuestra pena ya nunca se sacará partido con palabras que sean válidas para los demás, para la limitada eternidad de que disponéis. Eso os hace más volátiles y, si nos lo preguntáis, más trágicos" (pág. 290).