La novia oscura
Laura Restrepo
31 mayo, 2000 02:00Un estilo poético, el soterrado sentido del humor y las perspectivas de sus personajes convierten la novela en mucho más que un epílogo del realismo mágico. Se lee con placer y provecho
Quienes dieron por finalizado el llamado "realismo mágico" considerando que se había ya agotado no acertaron con las variadas derivaciones que ha ido adquiriendo en la narrativa posterior. Posiblemente Alejo Carpentier estaba en lo cierto cuando entendía que la realidad latinoamericana constituía el material que fundamentaba lo que designó como "lo real maravilloso". La escritora colombiana Laura Restrepo (nacida en 1950) procede, como García Márquez, del mundo del periodismo y del reportaje, aunque sus orígenes sociales y su formación hayan sido muy distintos, puesto que llegó a ser directora, tras haber militado y publicado en revistas de izquierda, del semanario "Semana", el de mayor circulación del país. Hacia finales de los 80 se inclinó por la literatura, tras ser nombrada por Belisario Betancour negociadora entre el gobierno y el movimiento guerrillero M-19. De ahí surgió su Historia de un entusiasmo (1986), de corte testimonial. Ha publicado ya cuatro novelas. Dulce compañía (1995) obtuvo, entre otros, el Prix France de la crítica francesa, aunque la de mayor ambición es La novia oscura, publicada en su país el pasado año.La autora ha interpuesto entre el material narrado y el texto la figura de una periodista que intenta reconstruir el mundo de las extracciones petrolíficas en la selva colombiana que generaban alrededor un mundo de trabajadores, de comerciantes, de seres marginales, aunque Restrepo analiza básicamente las formas de vida de la prostitución en uno de estos enclaves a través de una niña que se forjará junto a Todos los Santos, una mujer que, cuando la acoge por primera vez, ha pasado ya de la prostitución a regir un lupanar.
La autora se ha documentado sobre el terreno. Y ha diferenciado una primera fase en la que la compañía americana genera una comunidad anárquica y otra, tras una huelga perfectamente definida en el azar de sus inicios y en sus consecuencias, que acaba trasformando las formas de vida de Tora, el pequeño enclave petrolero, al desarrollar una sociedad más organizada, en la que privarán los valores del orden, tutelada por el ejército y sacudida por la violencia habitual en el país.
La prostituta Sayonara invade todo el relato. Pasa, pese a sus orígenes indígenas, a convertirse en un "modelo", reproducción del tipo de "mujer fatal" que podemos advertir en el arte de los años 30. Pero los medios en los que se moverá no serán los hoteles, sino un apartado poblado de la selva, a orillas del río Magdalena, por donde descienden los cadáveres. Y, puesto que no podían faltar los elementos románticos, éstos se desencadenarán con el amor que sentirá por el Payarán, quien acabará casado aunque ignorante de la suerte de su familia, por despreciarla, y se casará con quien conoció de niña y consideró como su hermano, Sacramento. Pero, pese a sus sacrificios, acaba descubriendo que "el matrimonio no es buen invento". Y, acompañada de la Fideo, una prostituta sifilítica, regresará a un pueblo muy distinto ya del que abandonó.
Laura Restrepo se ha servido del mecanismo de la aparente oralidad, de las historias que cuenta Todos los Santos. Desfilan por este exótico escenario el pintor Ladrón de Guevara, que tanto se asemeja a Toulouse-Lautrec, el ingeniero norteamericano Frank Brasco, que acaba colocándose junto a los huelguistas, las fiestas populares, los oscuros deseos de hombres y mujeres que se debaten en un medio siempre hostil. La narradora asegura haber conocido la figura de Sayonara a través de una fotografía: "Supe los pormenores de su historia a través de los relatos y recuerdos de su gente, en particular de Todos los Santos. [...] Este libro nace de una cadena de mínimos secretos revelados que fueron deshojando, uno a uno, los días de Sayonara, buscando llegar hasta la médula."
Un estilo cuidado, poético, derivado de un íntimo conocimiento de la literatura del autor de Cien años de soledad, sitúa la novela en las derivaciones del "realismo mágico". Sin embargo, conviene tomar en consideración que ésta es una narración sobre la condición femenina, donde Restrepo narra con exquisito cuidado la problemática de la mujer en su esencialidad. Un soterrado sentido del humor, la utilización de elementos folletinescos, la ágil utilización de los tiempos, la ambigöedad, las variadas perspectivas de sus personajes y un concepto profundo de las circunstancias colombianas convierten la novela en mucho más que un epílogo. Se lee con placer y provecho.