Robert Buford Pippin. Foto: Antonio Machado libros.

Robert Buford Pippin. Foto: Antonio Machado libros.

Ensayo

'Después de la belleza', de Robert B. Pippin: un diálogo entre la filosofía de Hegel y la pintura de Manet

El filósofo estadounidense explora en este ensayo cómo el arte moderno se convierte en una forma de conocimiento filosófico y estético de la sociedad moderna.

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En el mapamundi conceptual de Georg W. F. Hegel tenemos un continente que se llama “Lógica”, otro que es la “Naturaleza” y otro que es el “Espíritu”. Este último, en alemán Geist, cuenta en el sistema Hegel con diferentes escalafones. Abarca la psicología humana, la ética y la política. Y, luego, hay aún un peldaño más alto: el “Espíritu Absoluto”. Este designa un grado de autoconocimiento colectivo y de realización de la libertad institucional.

Después de la belleza

Robert B. Pippin

Traducción de Olga Albasini. Antonio Machado Libros, 2024. 216 páginas. 19,90€

En las filosofías que han decidido qué es la verdad, en las religiones que han explicado cómo se creó el mundo, en las leyes que han ponderado dónde está la justicia y en el arte que ha juzgado dónde se halla la belleza o lo sublime se han registrado los progresos de este Espíritu. Su historia ascendente es el corazón de la historia universal. Abarca todo. Desde la vieja Babilonia hasta la Prusia de 1820.

Las consideraciones de Hegel sobre filosofía del arte o estética se encuadran en la inmensa narración. Así como varios autores lo han considerado el auténtico padre de la historia del arte del pasado, otros lo creen el gran pensador sobre su futuro. Estetas como Clement Greenberg o Arthur Danto han empleado sus lecciones para aprehender las vanguardias de mediados de siglo XX. Robert B. Pippin (1948) ha seguido por este camino en Después de la belleza. Hegel y la filosofía de la pintura moderna. La concepción del “destino histórico del arte” en Hegel tiene una relevancia central.

Para Pippin, arroja luz sobre la modernidad, en los lienzos de Manet y de sus herederos rompedores. Brevemente, Hegel considera que el arte bello es cosa del pasado (del tiempo clásico) y que el posromántico (para él, en el porvenir) sufriría una gran transformación. ¿Cuál? Aquí, Pippin practica el género Hegel-después-de-Hegel.

“¿Qué se revela sobre una sociedad cuyos pintores comienzan a crear pinturas donde los objetos parecen desmaterializarse a través del tiempo en las generaciones sucesivas, primero como impresiones sensoriales, luego como ocasiones para la reconstrucción artística y a menudo geométrica y elaborada, y finalmente como ausentes en experimentos enteramente no representacionales?” (p. 60), se pregunta.

La concepción del “destino histórico del arte” en Hegel tiene una relevancia central. Para Pippin, arroja luz sobre la modernidad

La respuesta estará en Hegel. Él concibió el arte como la plasmación del Absoluto en el plano de lo exclusivamente sensible: palabras, colores, formas, etc. No obstante, el destino de aquel está ligado a la teología y al pensamiento. Pues bien, rotos ya los mimbres comunitarios de la mitología y de Dios, Hegel pronosticó que el tema del arte posromántico debía ser la humanidad. Por este motivo, Pippin entiende que, en los estilos “reflexivos” de Manet, del impresionismo y de Cézanne, se encuentra un arte volcado sobre el ser humano mismo (p. 185). El tema del arte moderno es la forma del mirar.

Valiéndose, asimismo, de hallazgos de los historiadores del arte Timothy Clark y Michael Fried, un a veces farragoso e incierto Pippin pone el énfasis en las miradas de los personajes de los óleos de Manet. Olympia interpela a un nuevo espectador en la era del capital. Esos ojos buscan “una relación con el observador genuinamente estética, y no comercial, teatral” (p. 134).

En el capítulo 4, Pippin pone a dialogar a Hegel con El origen de la obra de arte, de Heidegger. Este defiende una concepción no estética del arte. Para Heidegger, las botas que pintó Van Gogh son la “revelación” de un “mundo”: el destino de un pueblo histórico. Además, Heidegger se pregunta por el papel (problemático) del arte en la modernidad. Pippin advierte el influjo de su admirado Hegel en estas tres posiciones.