Creador de una obra narrativa de exquisita originalidad que armoniza la cultura popular y la tradición más exigente, el implacable ejercicio lector y el perspicaz hacer crítico de Ricardo Piglia (Adrogué, 1941-Buenos Aires, 2017) hacen que el conjunto de su obra trascienda la de escritor para erigirse en todo un maestro de la literatura.
Bajo esta premisa, se erige el volumen Ricardo Piglia, The Master: lector, novelista y profesor (Editorial Universidad de Almería), un completo análisis de todos los ángulos que abarca el trabajo literario del autor argentino, coordinado por la doctora en Filología Raquel Fernández Cobo, que afirma en el prólogo que Piglia es “ensayista, novelista, cuentista, traductor, antólogo, profesor, intermediario; en fin, imprescindible para acercarnos a la literatura como techné y como forma de vida”, lo que lo convierte “nuestro último verdadero maestro”.
A lo largo de los ensayos que pueblan este volumen desfilan el Piglia lector voraz y luminoso, con guiños a Vila-Matas y Pavese (clave en la construcción de sus cuadernos), el integrante consciente de una tradición que reúne al omnipresente Borges con autores más difuminados como William Henry Hudson o Roberto Arlt, o el pensador literario, que elabora una teoría del cuento concomitante con Cortázar y Kafka, en la que afirma que la historia secreta es la clave de toda narración breve o que defiende la entonces, y quizá hoy, vanguardista idea de que la novela es nada más que el relato de una pasión conceptual, de una idea fija que obsesiona al autor.
Lo ineludible del acto político
Entrando en elementos más biográficos, aunque siempre es terreno pantanoso y a veces estéril separar ambos campos en Piglia, algunos de los ensayos de este volumen abordan cómo la Historia marcó siempre las labores literarias del novelista, editor y profesor. Piglia hubo de convivir con complejas situaciones políticas nacionales como el fin del peronismo, la dictadura militar de Videla y el drama de los desaparecidos, y con las convulsiones que sacudieron en esos años toda Latinoamérica, desde la revolución cubana al asesinato de Allende, lo que dejaría indefectible huella en su obra.
"Ensayista, novelista, cuentista, traductor, antólogo, profesor... Piglia fue intermediario imprescindible para acercarnos a la literatura como forma de vida", explica Fernández Cobo
En este ámbito político, también destacan lecturas que exploran el alineamiento de Piglia con las tesis del boom, comulgando con la idea de búsqueda de una “nueva cultura" para el continente que pasaría por la conquista de una “lengua propia”, su concesión de poder al lector como único capaz de decodificar la realidad a través de la lectura atenta, o sus reflexiones acerca de la dimensión política de la ficción y su papel de configuración social en torno a determinados relatos fundacionales y al uso de un lenguaje “autoritario”, lo que le sirvió para criticar de forma velada y ácida a todas las dictaduras latinoamericanas del siglo XX.
Además, el libro rinde homenaje en varios textos al papel del Piglia profesor, a su labor como Virgilio de la literatura que, antorcha en mano, abrió para infinidad de alumnos campos más vastos de conocimientos. “Los modos de leer que Piglia ha enseñado en sus clases y ha conducido dentro de su ficción, dentro de sus modos de narrar, son indisociables de la experiencia personal vivida durante el transcurrir de los días. Es decir, leer y narrar son al mismo tiempo un modo de ser”, apunta Fernández Cobo. Algo que tomará cuerpo definitivo en los definitivos y monumentales Diarios de Emilio Renzi, auténtico testamento literario.
Ficción o realidad: somos futuro
Por supuesto, este libro centra varios capítulos en el Piglia crepuscular, el diarista, que aquejado ya de la ELA que terminaría con su vida, puso la cúspide de su obra con una trilogía biográfica que por boca de un personaje de ficción cruza las tres edades del hombre. “Construir en la ficción el nombre de Emilio Renzi para construir en la vida; para modificarla, para cambiarla, para reescribirla; en definitiva, para intervenir en la realidad, es la gran utopía de Ricardo Piglia y es también, podemos afirmar, el gran ‘complot contra el complot’ del escritor argentino”, señala Fernández Cobo.
"Piglia advertía que no somos más que porvenir y que la novela es siempre un territorio que se lee en un mañana que es terreno del deseo", recuerda Jorge F. Hernández
La definitiva e impecable unión de literatura y vida que son los diarios, una simbiosis perfecta que nos facilita la comprensión de la literatura de la segunda mitad del siglo XX en Argentina, en lengua castellana, o sencillamente en Occidente, es el corolario de toda una poética. No olvidemos que hablamos de un autor que insistía en esta idea de vivir a través de referentes literarios en frases como: "Me interesa el héroe que toma la ficción como modelo de vida". O que afirmaba, al más puro estilo de la tradición borgeana: “en todo lo que escribo quiero plasmar no sólo el modo en que una novela refleja la realidad sino de qué manera la ficción actúa en la realidad”.
En definitiva, esta lectura a varias voces del magisterio de Piglia enarbola la idea de que su obra, considerada como un espíritu crítico que articula la enseñanza, la lectura y la escritura, es un ritual de transmisión de la realidad a través de la ficción. Como advierte en el capítulo que pone el broche al volumen el historiador y escritor mexicano Jorge F. Hernández: “Entre la memoria de un pretérito que parece obviar en la amnesia los fanáticos del instante, Piglia advertía que en realidad no somos más que porvenir y que la novela es siempre un territorio que se lee en un mañana que es terreno del deseo”. Un mañana en el que la obra del argentino ocupa su destacado y merecido lugar.