Muchas de las viejas heridas dejadas por el convulso siglo XX europeo todavía siguen supurando a día de hoy, cómo puede verse en el resurgimiento del imperialismo británico ejemplificado en el Brexit o en la difícil convivencia en los Balcanes, dónde países como Bosnia o Serbia todavía están redefiniendo sus fronteras internas. Pero uno de los casos más evidentes de estos fantasmas históricos se da en Ucrania, a día de hoy escindida entre las aspiraciones democráticas y europeístas y los apetitos expansionistas rusos. Contra lo que podemos pensar, la lucha ucraniana no se remonta a 2014, sino que es consecuencia de diversos avatares históricos, especialmente de la política soviética que reproduce fielmente el gobierno de Putin.
Esa es la tesis defendida por la periodista e historiadora estadounidense Anne Applebaum, columnista de The Washington Post y experta en la Europa del Este, que en su documentado y exhaustivo ensayo Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania (Debate) narra la criminal política de sovietización del país impuesta por el dictador, deteniéndose especialmente en su más nefasto capítulo, el Holodomor, la gran hambruna planificada que asoló el país durante los años 32 y 33 cobrándose la vida de casi 4 millones de personas. "Sin comparar injustamente la Europa de hoy con el régimen estalinista, es preocupante ver en muchos partidos políticos antidemocráticos las ideas que provocaron esta gran tragedia que podría volver a ocurrir", asegura Applebaum en la sede madrileña del Instituto Aspen.
Pregunta. El libro arranca en 1917, ¿qué importancia tuvo ese año y por qué Ucrania no pudo constituirse un país independiente como muchas de las regiones pertenecientes a antiguos imperios?
Respuesta. Cuando comencé a escribir el libro pensaba que iba a circunscribirse a los años 32 y 33, pero rápidamente me di cuenta de que todo lo sucedido en los años 30 estaba muy conectado con lo ocurrido a partir del año 17. En ese año el movimiento nacionalista hizo su primer intento para crear una Ucrania soberana, pero ese intento fracasó porque había demasiadas fuerzas en contra: los bolcheviques, los rusos blancos, los países todavía en liza en la Primera Guerra Mundial como Austrohungría… Pero el deseo de ser independientes persistió. En cierto sentido, la hambruna en Ucrania fue una represalia por lo acontecido en 1917, pues Stalin percibió en retrospectiva aquel intento de independencia como un ataque a la revolución bolchevique y a Rusia.
"El nacionalismo ucraniano se ha asociado históricamente con el deseo de formar parte de Europa y por eso los rusos lo perciben como una amenaza incluso hoy"
P. Sin embargo, muchas voces cuestionan la identidad ucraniana y defienden que es un país creado artificialmente a partir de varias regiones muy diferentes, lo que explica muchos de sus actuales problemas, ¿es esto cierto? ¿Cuál es el germen, las bases, y la evolución del nacionalismo ucraniano?
La principal tesis del libro de Applebaum, que es experta en Europa del Este y vive desde hace años en Polonia junto a su marido Radek Sikorski, exministro conservador de Defensa y de Asuntos Exteriores y expresidente del Sejm, el parlamento polaco, es que la hambruna fue conocida en Moscú con antelación, pero que Stalin no quiso ponerle freno ni plantear la colectivización campesina en términos más realistas. "La hambruna les era útil a los líderes soviéticos. Es cierto que la colectivización y el caos jugaron un papel fundamental, pero en el 32 Stalin sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo, y aún así tomó una serie de decisiones diseñadas para empeorar y potenciar la hambruna en Ucrania", explica la historiadora.
"Fue un exterminio totalmente planeado. Stalin sabía que la gente se estaba muriendo y que iba a morir más gente y no lo impidió"
Por eso Applebaum se posiciona claramente en el encarnizado debate sobre si la hambruna fue un genocidio, un acto de exterminio planeado. "Fue un exterminio totalmente planeado. Stalin sabía que la gente se estaba muriendo y que iba a morir más gente y no lo impidió. Pero no solo no lo impidió, sino que lo empeoró, como refleja la tasa de mortalidad de la primavera de 1933. Fue algo intencionado. Los rusos querían debilitar a Ucrania y poner fin al movimiento nacional para siempre", afirma rotunda. Algo que se hace evidente al saber que esta gran hambruna vino además acompañada de un feroz ataque contra la élite intelectual. "Esta persecución fue muy importante. El ataque a las élites intelectuales se produjo simultáneamente a la hambruna persiguiendo ese objetivo final de eliminar la identidad y el intento de independencia del país".
P. ¿Por qué los soviéticos prolongaron la secular política zarista? ¿Por qué Rusia nunca ha querido la independencia de Ucrania?
R. La existencia de un Estado soberano en Ucrania era un problema para Stalin por varias razones. Para empezar, no olvidaba el apoyo ucraniano al Ejército Blanco durante la Guerra civil rusa, y pensaba que una Ucrania libre podría ser una buena cabeza de puente para invadir Moscú. Además, pensaba que la constante orientación hacia Occidente era una amenaza para la Rusia bolchevique, pues esto podría ser un ejemplo nocivo para los rusos. Y, por último, no podía permitirse escindir una parte tan importante del país, un territorio explotado económicamente de forma muy lucrativa, primero en la agricultura y después en la industria. Esto es lo mismo piensa Putin hoy. Porque una Ucrania independiente, que no siga a Rusia o la considere como líder, socava el deseo de Putin de recuperar la órbita de influencia soviética.
En Gulag: Historias de los campos de concentración soviéticos, galardonado con el premio Pulitzer, Applebaum ya se ocupaba de algunos de los mayores horrores del régimen soviético, pero a diferencia de estos campos de concentración, muy documentados, sobre la historia de la hambruna se ha extendido el más ominoso silencio durante buena parte del siglo XX. Pero, ¿cómo se consigue hacer desaparecer de la historia 4 millones de muertos? "La hambruna se fue tapando con el tiempo, y durante las décadas posteriores Moscú implementó un programa especial para impedir que la gente se enterara de lo que había pasado. Stalin prohibió a los periodistas escribir sobre ello y destruyó u ocultó todas las referencias oficiales al hecho, desde informes policiales a actas de defunción. También prohibió durante años hacer censos en Ucrania para que nadie supiera nada de la pérdida de población", explica la historiadora. Pero tras la caída del Muro, una vez constituido el Estado ucraniano se abrieron todos los archivos, y se comprobó que en Ucrania sí había suficiente información como para, por ejemplo, escribir este libro, que sería una pesadilla para Stalin.
P. La hambruna y la rusificación eran tema tabú hasta no hace mucho, ¿qué peso tienen todos estos sucesos del siglo XX en la actual batalla que se libra en el país?
R. Un peso enorme. Hay que entender que el hablar de la hambruna en las últimas dos décadas ha sido una manera en la que Ucrania ha podido expresar nuevamente su identidad nacional. Pero ha habido muchos años de silencio. Una de las razones por las que en Ucrania persiste hoy en día tanta desconfianza entre la gente corriente y las instituciones es porque en los años 20 y 30 la gente no sentía que el gobierno era legítimo, lo consideraba como algo extranjero e impuesto. Y ahora que hay una Ucrania independiente y demócrata esto persiste, la gente tiene muchas sospechas del Estado y hay una brecha importante entre pueblo y Estado.
"Rusia no quiere una solución a la guerra en Ucrania, porque este conflicto le resulta sumamente útil"
Esta sensación de no vivir en su propio país es, para Applebaum, una herencia más que los ucranianos arrastran desde los años 30. "Esto ayuda a explicar también algunas de las divisiones políticas en Ucrania. Hay gente que sigue identificándose con la visión soviética de la historia y otros con la versión nacional, lo que crea un cisma porque hay dos identidades nacionales en el país". Ya en 1994, la historiadora publicó Between East and West: Across the Borderlands of Europe, un libro donde recorría varias regiones de Europa del este que cambiaron de manos muchas veces en el siglo XX. Pero reconoce que la calma de entonces no hacía presagiar esta explosión del nacionalismo étnico y racista que hoy explotan políticos como Orbán, Duda o Putin. "Visto en retrospectiva, es increíble lo pacífica que fue la disolución de la Unión Soviética, pues salvando pequeños incidentes como el de Lituania o el caso de Chechenia, no ha habido una gran guerra", explica, la historiadora, que reconoce que esto cambió en la pasada década, "por culpa de la Rusia de Putin, que ahora utiliza una política revanchista para intentar recrear un imperio ruso, como vimos en Georgia en 2008 o en Ucrania desde 2014.
P. En este sentido, ¿sería posible alcanzar una solución duradera escindiendo el país? ¿Dejaría en paz Rusia a Ucrania si esta reconoce su soberanía en Donetsk, Lugansk y Crimea?
R. Rusia nunca ha permitido ni permitirá una Ucrania independiente. No creo que quiera una solución, porque esta guerra le resulta sumamente útil. Hace que Ucrania mantenga su inestabilidad, legitima a Putin para presentarse en su país como un líder militarista y expansivo, y también le permite echarle un pulso a Europa, a la que quiere debilitar a toda costa. Por tanto no existe ningún incentivo para finalizar esta guerra. Es cierto que a los rusos no les gustan las sanciones occidentales, pero están tratando de evitarlas influyendo en la política occidental, ya sea comprando políticos, o bien apoyando a la ultraderecha que apoya a Rusia, por lo que están tratando de cambiar la opinión pública en Occidente, como se hizo evidente en la elección de Trump.