Unamuno, Julián Basteiro y Julián Marías fueron "hombres buenos", a juicio del autor

Espasa. Madrid, 2016. 256 páginas, 19'90€, Ebook: 12'99€

Cualquier lector o aficionado sabe que la bibliografía sobre la guerra civil española, aparte de ser abrumadora e inabarcable, adolece de un notable desequilibrio en la atención y enfoque de los investigadores. Mientras que los aspectos políticos o ideológicos han concitado un interés incalculable, otras vertientes, sin ser desatendidas, han quedado en segundo plano. Aún más determinante es la cuestión de que al tratarse de un acontecimiento controvertido, que sigue apasionando a los españoles, la polarización o cierto maniqueísmo constituyan tentaciones difíciles de sortear. De hecho, gran parte de la historia del conflicto que se hace en España -muy señaladamente en el ámbito universitario- concibe el papel del investigador de modo implicado y militante.



Por estas razones resulta inusual un libro como este. Su autor, Octavio Ruiz-Manjón (Córdoba, 1945), catedrático de Historia con una fecunda trayectoria investigadora y didáctica, confiesa en el prólogo que no ha sentido especial atracción por estudiar la guerra civil. Ahora, en su madurez, se acerca a ella no con ánimo de vindicar o condenar a bando o facción alguna sino con el propósito de sacar a la luz comportamientos ejemplares. Entiéndase bien el planteamiento: no se trata de hallar santos o héroes al uso, sino personas normales y corrientes que, en un momento dado (ciertamente un momento dramático), tuvieron el coraje y la valentía de anteponer la compasión o el simple sentido de la justicia a la visceralidad fanática que se adueñó de la vida española.



Hay un factor particularmente emotivo en estas páginas y es que el autor parece haberse contagiado de la dignidad silenciosa que manifiestan los personajes de su relato. En efecto, se nota que Ruiz-Manjón ha hecho un esfuerzo sostenido y a la postre muy eficaz para narrar las vicisitudes de estos hombres y mujeres en un tono sencillo, como de confidencialidad pudorosa. Los protagonistas de este libro son personas que en general no buscaron protagonismo alguno. La violencia de la coyuntura los envolvió, como a tantos otros, en una dinámica perversa pero, lejos de dejarse arrastrar por ella, hicieron frente a la situación con las únicas armas de la generosidad y la conciencia. Por defender a los inocentes fueron a su vez víctimas inocentes, pero sufrieron tales penalidades sin aspavientos y sin buscar réditos. Arriesgaron su vida para salvar a otros y en algunos casos la perdieron.



Es congruente por ello que el autor pensara en un primer momento en agruparlos bajo el epígrafe de "gente cabal". El cinematográfico título que finalmente los engloba, Algunos hombres buenos, retrata con más fidelidad la dimensión de personas corrientes que actúan con valor y abnegación en una situación excepcional. También se aplica en la obra otro filtro importante, el de seleccionar a personas que sufrieron el conflicto en toda su extensión en suelo patrio, descartando tanto a quienes salieron pronto hacia el exilio como a los que murieron durante la guerra. La excepción es Unamuno, cuya presencia no requiere justificación porque es una figura insoslayable en el aspecto que aborda este volumen.



La galería de personajes se abre con Antonio Escobar, un guardia civil católico y republicano, que pagó con su vida esa amalgama. También a Julián Besteiro su coherencia le costó la vida. Melchor Rodríguez, el "carcelero humanitario", se jugó el tipo por salvar a decenas de presos. Y así podríamos seguir con muchos otros, desde el médico Juan Peset al anarquista Ricardo Amor. La mayoría son nombres muy conocidos, que destacaron en sus respectivos ámbitos, como Manuel de Irujo, Julián Marías, Manuel de Falla o Antonio Machado. También hubo mujeres de esa talla moral, como Sanz-Bachiller, "viuda coraje". Héroes discretos, todos ellos. Razón de más para que su ejemplo se recuerde en obras como esta, destinada al gran público, porque esta recuperación es también "memoria histórica".