Matilde Ras, a la izquierda, y Elena Fortún, dos amigas escritoras y feministas
Dos mujeres en el cruce de caminos del siglo XX, entre la república, la guerra y el exilio. Elena Fortún y Matilde Ras, dos escritoras, intelectuales, feministas, amigas, amantes... La colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander recupera su obra olvidada, sus artículos, sus relatos y sus diarios inéditos, en El camino es nuestro.
Ahora, la colección Obra fundamental (Fundación Banco Santander, 2015) recoge sus textos principales y los de su amiga del alma, Matilde Ras, también escritora y aún más necesitada de recuerdo. La edición, irreprochable, es obra de las investigadoras Nuria Capdevila-Argüelles y María Jesús Fraga. "La sociología de nuestro siglo XX y la historia de la literatura, cultura y arte españoles no estarán completas hasta que no hayamos incorporado un saber profundo sobre nuestras modernas que abarque su vida de autoras y su vida de mujeres disidentes", explican.
Los caminos de Elena Fortún (Madrid, 1886-1952) y Matilde Ras (Tarragona, 1881-1969) se cruzan y entrecruzan a lo largo del pasado siglo, desde el optimismo de los primeros años republicanos hasta la desazón del exilio. Amigas, amantes, con un pie se adentraban en la modernidad mientras con el otro seguían firmemente ancladas en la tradición. Fortún trató desde su juventud la cuestión feminista en sus artículos periodísticos, clamó por el derecho a la educación de las mujeres mientras mantuvo fidelidad hasta sus últimos días, pese a episódicos raptos de escepticismo, a sus creencias religiosas. Ras fue conocida por introducir la grafología en España y, de forma tardía, por sus cuentos patrióticos y bélicos, sus ensayos en torno al Quijote y sus diarios. Vivió su homosexualidad de manera más abierta que Fortún -quien se casó y tuvo varioss hijos con el dramaturgo Eusebio de Gorbea- pero su elitismo inherente no acabó de aceptar nunca la "fraternidad igualitaria" a la que invitaban a unirse los nuevos aires de la época.
Los amores prohibidos
Los textos de Elena Fortún y Matilde Ras recogidos en este volumen ofrecen un mosaico fascinante de la actividad intelectual de aquellas dos mujeres. Abre Fortún con sus diarios inéditos de la infancia y juventud de una frescura insólita y luminosa, en donde asoma su tentativa sexualidad. Leemos después sus primeros artículos de compromiso feminista y social en la prensa tinerfeña pero también de temas curiosos y mundanos, en torno a la ciencia, la moral, el amor, el arte o la "nueva cocina madrileña impuesta por la guerra". No faltan para finalizar muestras de aquellos relatos infantiles que le dieron fama, los protagonizados por Celia, y por otros niños, en los que adopta el punto de vista del infante con una desarmante y originalísima eficacia.Siguen a continuación los escritos de la melancólica Matilde Ras, tan diferentes, quizás menos felices pero también con una mayor carga de profundidad. Sus disquisiciones iniciáticas sobre la muerte, sus perfiles en estado de gracia de los personajes del Quijote, sus exaltados Cuentos de la guerra, sus ajustados retratos de Azorín y Ramón Menéndez Pidal, sus reportajes sobre Fray Luis de León o Paul Verlaine, sus reflexiones y diarios inéditos en los que le sorprende la pequeña alegría de recibir una carta o "la fe en los afectos humanos", siempre a la búsqueda de la esquiva interlocución de sus semejantes.
En la introducción al libro, Nuria Capdevila-Argüelles ilumina los orígenes y contextos de los diferentes escritos y se detiene especialmente en las dimensiones de la relación amorosa de las dos escritoras. No duda en situarlas en los "ambientes sáficos madrileños" tan bien recogidos en la novela Acrópolis de Rosa Chacel (1984), pero a la vez reconoce no poder "certificar el nivel de intimidad erótica" de una relación que, por su naturaleza y su momento histórico, debía ocultarse tras una serie de códigos. "El armario es un espectáculo a la vez que un espacio cerrado".
Cuando en 1952 las dos mujeres han retornado del exilio y a Elena Fortún, muy enferma, la trasladan desde Barcelona a Madrid para morir, Matilde Ras, que la sobreviviría aún 17 años, la recibe con una postal: "¡Se muy bienvenida, Elena querida! Ya habrás visto que Madrid se ha puesto un traje de luces para recibirte. Esta mañana una clara voz de monjita me dijo que descansabas y que el viaje ha sido soportable. ¡Buen ánimo! ¡Ya estás en tu tierra querida, en tu Madrid! Mil besos de tu vieja. Tilde".
¡Hembra!... ¡qué se va a hacer!
-Doña Manolita, ¡por Dios! ¡Que me pierde!... -decía el médico a mi madre agotada.-¡¡No puedo más!!
Luego de media hora de forcejeo..., y tres días de angustia, salió aquella cabecita mía morada y tumefacta...
-¡Está muerto!
-Lo que importa es la madre -dijo el médico entregándome envuelta en una sábana a las mujeres...
Y ellas, ¡Dios las bendiga!, se pusieron a darme azotes, a sacudirme...
-¡Venga, vengan acá y dejen a la criatura! ¡Café caliente! ¡Coñac! ¡Vamos, vamos...! ¡Ligeras!
Y cuando mi madre, inconsciente, estuvo colocada en la cama, un grito ronco, un vagido nada humano brotó de aquel envoltorio.
-¡Está vivo! -dijo mi padre.
-Está vivo y es varón...
El médico rectificó casi en seguida sacándome de entre las sábanas.
-Está viva y es hembra...
-¡Hembra!... ¡Qué se va a hacer!
Entonces mi madre abrió los ojos y dijo humilde:
-¿Lo sientes?... Yo también...
-No, hija, no... ¡Una niña! ¡Aún vamos a quererla más!
Mi madre volvió a entrar en el limbo de los débiles... Se había quedado paralítica.
Escrito juvenil inédito de Elena Fortún sobre su nacimiento titulado Nací de pie
¿Felicidad?
El sustantivo -el fuerte sustantivo "pasión" viene de "padecer": el apasionado debe estar dispuesto a padecer. Pero, por otra parte, lo que hace la vida son los estímulos; y no hay mayor estímulo que la pasión, sea del género que fuere. O quizá el equilibrio anímico, es decir, un padecer que se sostiene distante de la frialdad y del ardor, el carácter que es afectuoso sin violencia, no agitado por celos, ni por odios, ni por deseos intensos, con más de espectador curioso que de actor trágico, sea lo más conveniente para la posible felicidad de esta vida.¿O resueltamente debemos borrar del repertorio esta palabra suntuosa: "felicidad"?
Cuando don Fr[ancisco Rodríguez Marín] había cumplido 84 años, le pregunté: "¿Ha sido usted feliz alguna vez en toda su vida?". Permaneció silencioso unos minutos: pasó por su hermosa frente un tumulto de recuerdos; movió en signo de titubeo la cabeza y se acarició la barba bíblica.
Texto inédito de los diarios de Matilde Ras encontrados en cuartillas manuscritas en su archivo