Mentiras, mentiras, mentiras
Ban Zaldua
21 diciembre, 2006 01:00Ban Zaldua. Foto: Archivo
Hace poco más de medio año, Iban Zaldua dio en su primera novela, Si Sabino viviría (publicada también en Lengua de Trapo), un magnífico ejercicio de comicidad. En ella, un casanova galáctico, Cosmic Josemi, con-trafigura gamberra de los detectives literarios, contaba, desde ultratumba, el encargo de viajar a la Tierra para rescatar los restos de Sabino Arana y llevarlos al planeta Nueva Euzkadi. Esta trama y mil peripecias esperpénticas, y muy intencionadas, evidencian la lente expresionista preferida por este interesante narrador donostiarra.
Esa perspectiva sigue planeando solapada sobre el nuevo libro de Zaldua, el conjunto de cuentos Mentiras, mentiras, mentiras, pero aquí se aprecia un notable cambio. Mantiene el autor su intención de mostrar nuestra sociedad actual en claroscuro negativo, y también busca alcanzar una finalidad revulsiva. A la vez tenemos un escritor sensible a los efectos de los engaños del mundo no en forma de protesta o rebelión, sino de elegía. Las contradicciones, sorpresas y dolores de la vida común, y de las formas actuales de convivencia, se saldan en tristezas, soledad… en suma, en unos registros emocionales impregnados de melancolía.
No es éste el único tono del libro, pero sí me parece el fundamental, y ello como resultado de percibir la realidad (la vasca, presente en todo momento, y, por analogía, la vida moderna) cual un escenario bastante caótico donde la esperanza, la felicidad, las buenas intenciones, en fin, los proyectos vitales, en general, naufragan sin remedio. Los 26 cuentos del libro se agrupan en seis bloques: Simulacros, Embustes, Invenciones, Fraudes, Quimeras y Habladurías. Aunque no distingo bien diferencias marcadas entre los textos para incluirlos en uno u otro apartado, sí que este índice constituye una radiografía del mundo engañoso, abocado al fracaso que pinta el autor.
Tras esa triste realidad se disimula una escritura de vigorosa intención moral, propia no de un moralista, sino de un autor que pretende mostrar la deriva bastante alienante del mundo contemporáneo, y cómo ello marca a los individuos con el sello de la frustración. Este fondo moral, para mí básico en las piezas de Zaldua, no aparece, sin embargo, en primer plano por su planteamiento. El autor elude el énfasis, la proclama solemne, o el griterío, y se decanta por la ironía, la paradoja o el absurdo. Además, antes de buscar lección alguna, se aplica a relatar una buena historia, llamativa en sí misma. Tiende a contar de forma expeditiva, pero suficiente, algo que le sucede a alguien (en el trabajo, con la gente cercana, con una ilusión), y a cerrar la anécdota con un final inesperado; un desenlace revelador magistral en unos cuantos casos.
Tiene notables dotes de narrador Iban Zaldua, pertenece un punto al minimalismo de gusto actual, disfruta (y hace disfrutar al lector) aplicando inventiva e ingenio a situaciones corrientes, y también, sin traicionar una visión ácida y negativa, un punto nihilista, de la sociedad, deja ver un poso de solidaridad con el sufrimiento ajeno, con las pobres gentes que abundan en sus relatos.